Cien millones de personas de Latinoamérica habitan viviendas autoconstruidas o sin servicios como agua potable: una situación que hoy retrata la artista Sandra Calvo en ‘Arquitectura sin arquitectos’
Constanza Lambertucci | El País
Vista desde lejos, Ciudad Bolívar es una localidad de casas amontonadas que crece ladera arriba en la periferia sur de Bogotá. Un paisaje color ladrillo que se repite en América Latina, de hogares levantados por sus propios habitantes sobre terrenos que muchas veces carecen de luz, agua y drenaje. La artista Sandra Calvo vivió allí, de forma intermitente, durante tres años junto a una familia que había empezado a autoconstruir el segundo piso en su vivienda. Ahí, y como parte de un ejercicio artístico, proyectaron una estructura efímera hecha de hilos rojos y negros para exponer los conflictos que tiene una familia al planear, construir y habitar un espacio en zonas marginadas. La casa de hilos era un ágora, un espacio de negociación y debate.
Calvo (México, 44 años) realizó el proyecto entre 2011 y 2014, y ha publicado recientemente un libro que recoge la experiencia, Arquitectura sin arquitectos (Arquine, 2021). La artista se encontraba haciendo una residencia en Bogotá cuando conoció a la familia Puentes. Había estudiado Ciencias Políticas y Antropología, y llevaba años investigando las periferias urbanas. Le interesaba entender la autoconstrucción como “una práctica de resistencia”. “Más del 40% de la vivienda en estos lugares está autoconstruida y está erróneamente llamada ilegal e informal, cuando en realidad es la norma, es lo que sustenta la vida y el refugio para millones de personas”, señala Calvo a ICON Design por videoconferencia.
En Latinoamérica, casi cien millones de personas, el 21% de la población urbana, viven en viviendas no adecuadas, con poco acceso a agua potable y saneamiento, según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) de 2020. Naciones Unidas estima que un tercio de la población mundial vive en asentamientos informales. “Aunque Bogotá, Ciudad de México o Bombay tengan sus particularidades, [en ellas] millones de personas han sido expulsadas del mercado formal de la vivienda”, apunta Calvo, que este año fue elegida para representar a México en la Bienal de Arquitectura de Venecia.
La familia con la que Calvo convivió, los Puentes, se asentó en los márgenes de Bogotá en 1981. Tuvieron que pagar dos veces por el mismo terreno en Ciudad Bolívar, según cuenta Gaspar, uno de los integrantes, en el libro. “Lo pagué al que estaba viviendo aquí y al Inurbe [Instituto Nacional de Vivienda de Interés Social y Reforma Urbana de Colombia]. Pagué hasta el último peso, pero no me dieron escritura”, relata. Construyeron el primer piso y muchos años después decidieron reemplazar la lámina del techo por una losa de hormigón. Eso representa un “momento fundacional de la autoconstrucción”, apunta Calvo. “Porque a pesar de que vives en un terreno que se supone que es ilegal y del que te pueden desalojar en cualquier momento, echar la losa le da un carácter fijo a la vivienda”, explica la artista.
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