La decisión de Nicaragua de terminar relaciones diplomáticas con Taiwán es preocupante para Estados Unidos y el hemisferio, pues no solo representa la continua corrupción del régimen de Ortega y Murillo en Nicaragua, sino que también evidencia cómo la influencia de Pekín en nuestra región sigue aumentando.
Sin embargo, parece que la política exterior de la Administración Biden seguirá socavando los intereses nacionales. Nuestro país necesita una estrategia real para fortalecer la democracia y el estado de derecho en Latinoamérica, para así contrarrestar la influencia maligna del Partido Comunista Chino (PCCh, por sus siglas en español).
Durante los últimos ocho años, el PCCh ha estado utilizando su destructiva Iniciativa de la Franja y la Ruta (BRI, por sus siglas en inglés) para expandir el control sobre países en desarrollo en todo el mundo, desde Pakistán y Nigeria hasta Argentina y Venezuela.
El objetivo de China es poder controlar la independencia de las naciones en desarrollo y así poder crear su propia esfera económica de influencia, una que pueda eclipsar a Occidente. Todo es parte del plan a largo plazo de Pekín para superar a Estados Unidos como potencia mundial y rehacer el orden internacional bajo su propia imagen autoritaria.
El régimen de Ortega y Murillo ve al PCCh como un mejor aliado ideológico que Estados Unidos, pues la larga lista de crímenes y violaciones a los derechos humanos cometidos por la pareja no le preocupa al régimen genocida en Pekín. Ortega también quiere fondos continuos por parte de China para la construcción de un canal entre el Atlántico y el Pacífico a través de Nicaragua, para que así los buques de guerra del Ejército Popular de Liberación puedan acceder a las vías marítimas del Caribe.
Al legitimar los reclamos del PCCh sobre Taiwán, Ortega espera atraer inversiones chinas adicionales. Él dirá que esta inversión ayudará al pueblo de Nicaragua. Sin embargo, sabemos que en esos puestos tendrán prioridad los trabajadores chinos y las ganancias irán a manos de Ortega y sus secuaces, mientras que el poder se trasladará a Pekín.
Esta decisión no es sorprendente, especialmente tras los comicios ilegítimos en Nicaragua el pasado mes de noviembre, mismos que Ortega manipuló de antemano al encarcelar a los opositores que tuvieran la oportunidad de ganarle en la supuesta ‘elección’.
Esto no es algo que esté ocurriendo en otra parte del mundo, es una señal clara de la expansión de la influencia china en el mismo hemisferio de Estados Unidos, justo debajo de las narices de la Administración Biden, y exige una respuesta enérgica.
Desafortunadamente, la administración actual no ha dado tal respuesta. El presidente Biden afirma apoyar a Taiwán y defender la libertad, pero hace unas semanas, durante su Cumbre de la Democracia, que se sostuvo virtualmente, Estados Unidos rebajó el nivel de participación de Taiwán y censuró la exposición a su representante. Las críticas poco entusiastas por parte del Departamento de Estado a la ruptura de relaciones diplomáticas entre Nicaragua y Taiwán no serán suficientes para evitar que el PCCh promueva sus objetivos autoritarios en el este de Asia y ahora en Latinoamérica.
De hecho, es probable que la incompetencia de Biden y su catastrófica política exterior convencieran a Ortega de que ahora era el momento perfecto para romper los vínculos con Taipéi. Muchos de los rivales de Estados Unidos están optando por actuar en contra de nuestros intereses en este momento porque saben que el liderazgo ejecutivo es débil.
Necesitamos de nuevos esfuerzos enérgicos para disuadir el plan del PCCh, esfuerzos como mi legislación bipartidista con el senador Bob Menéndez (D-NJ) para incluir a Taiwán en el Banco Interamericano de Desarrollo (S.3090), o mi proyecto de ley con el senador Bill Cassidy (R -LA) para ampliar los beneficios comerciales con Haití (S. 3279), uno de los aliados importantes de Taiwán. Ahora es el momento para que el Congreso actúe. El próximo año presentaré una legislación adicional para revitalizar nuestra relación económica y de seguridad con los países de Latinoamérica y el Caribe y así ayudar a contrarrestar la creciente influencia de Pekín.
Estados Unidos necesita tomar acciones audaces para promover nuestros intereses en el hemisferio occidental y defender a nuestros aliados de la agresión comunista. No podemos darnos el lujo de mantenernos sentados y callados mientras el PCCh se fortalece en nuestra región.
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