Francisco Sagasti, presidente de transición de Perú, trabajará durante los ocho meses de su gobierno centrado en superar las muchas crisis que vive su país -económica, sanitaria, política y social- sin atender a las muchas y evidentes distracciones y trampas que acechan en su camino.
EFE
Así lo transmitió este jueves el mandatario en un encuentro que mantuvo con la prensa extranjera acreditada en Perú, en la que abordó todos los temas que deberá asumir su Ejecutivo en un «momento crítico para la historia» de su país, donde nunca ha habido «una conjunción de factores tan negativos» para un gobierno.
Sagasti, un legislador liberal de 76 años, asumió el pasado 17 de noviembre el mandato presidencial transitorio hasta que el 28 de julio próximo jure el presidente que surja de las elecciones generales previstas para el mes de abril, una gestión que arrancó convulsa y que ciertamente afronta graves amenazas.
CONTEXTO DE CRISIS
En primer plano, la pandemia del COVID-19, que ha dejado decenas de miles de muertos en Perú y que se teme renacerá en una segunda ola en las próximas semanas, se suma una acuciante crisis económica que ha hundido la economía de los ciudadanos.
A esos desafíos de primer orden se añade la convulsa situación política, con un Congreso denostado por la población que ha desatado una pugna de poder con el Ejecutivo, ha aprobado leyes polémicas e inconstitucionales de profundas consecuencias para el país y donde las maniobras entre los grupos políticos, muchos de ellos con intereses subalternos, son incesantes.
Además, una protesta de temporeros de la pujante agroindustria peruana bloquea desde el lunes la principal carretera que vertebra el país de sur a norte en reclamo de la supresión de una norma que data de 2000, lo que ha servido también para revelar al país las míseras condiciones de vida y trabajo de estos agricultores.
El conflicto se salda de momento con la muerte de un joven durante las protestas, por motivos aún no esclarecidos, una «tragedia» que Sagasti afirmó que será investigada y que se da mientras los peruanos aún tienen muy presente el asesinato de dos jóvenes, Inti Sotelo y Bryan Pintado ,durante la represión de las protestas que en noviembre forzaron la renuncia del mandatario Manuel Merino.
CON EL MAYOR ESFUERZO
Ante los medios extranjeros, Sagasti indicó que su labor buscará «proyectar» confianza a los ciudadanos ante una situación que buscará resolver «con el mejor esfuerzo posible».
«Este es un encargo muy difícil en un momento crítico, por que hay que responder a demandas legítimas de la ciudadanía con recursos muy limitados (…) También hay interese políticos fuertes y estamos en mitad de una campaña electoral..(…) Nos hacemos cargo de la presidencia con la conciencia de que hay inestabilidad, que hay problemas, pero lo vemos con tranquilidad», afirmó.
Una y otra vez, ante las preguntas de los medios, Sagasti indicó que la inherente debilidad de su posición, que en último término depende de un Congreso en donde reconoció hay gente interesada en «desestabilizar» el país, no es algo que le «quite el sueño» y que su Gobierno actuará enfrentando «una cosa a la vez».
Así, las prioridades de su mandato serán «asegurar un proceso electoral limpio, ver cómo responder a la pandemia y reactivar la economía», así como ver la forma en que se maneja la educación !y la situación de la seguridad», afirmó.
«No nos preocupamos muchos por los ataques. Mientras estemos aquí haremos lo posible por enrumbar al país para entrar en su tercer siglo de vida con tranquilidad y calma», acotó.
NORMALIDAD DEMOCRÁTICA
En ese sentido, Sagasti defendió sus acercamientos al Congreso y a los líderes del Legislativo que han sido los impulsores de la inestabilidad política o respaldaron a Merino en su toma del poder duramente contestada por la ciudadanía, con quienes dijo debe mantener abiertos caminos de comunicación y diálogo.
«Una tarea central es devolver la tranquilidad y la confianza a la ciudadanía. El Congreso está formado por 130 diputados, todos elegidos. No creo que sea tarea del gobierno discriminar contra uno y contra otro, incluso los adversarios. (…) Lo que me preocupa es que antes no hayamos tenido este diálogo, incluso con quienes tenemos diferencias radicales», razonó.
Sin embargo, el gobernante indicó que los males políticos del país son fruto de la «muchos años de confrontación de intereses particulares» y que eso es un fracaso «las élites políticas», que no han estado a la «altura de las circunstancias».
Esas mismas élites han sido, según valoró, las que desataron la indignación ciudadana que forzó la salida de Merino y que aún ahora «tienen una estructura mental diferente» que les impide comprender «el momento actual y sobre todo a los jóvenes» que lideraron las protestas.
«La salida pasa por una puesta al día, la renovación de ideas y puntos de vista. (…) Yo espero y lo que intento hacer, es abrir espacios para que esta forma de pensar el país, y mostrar que se pueden hacer las cosas de forma diferente. No es fácil, pero en el estilo queremos marcar una diferencia con la forma tradicional de hacer política», dijo.
DESESTABILIZACIÓN
Toda esta buena voluntad y tener «propósito de diálogo» no impidió que Sagasti reconociera la existencia de grupos «que perdieron poder y espacio estas semanas» y que «posiblemente quieran desestabilizar».
«Creo que tener planteamientos diferentes es legítimo. Lo que no es legítimo son las mentiras, rumores, noticias falsas y distorsiones que minan las posibilidades de tener una transición ordenada», reflexionó en referencia a los grupos que apoyaron al Gobierno de Merino y que ahora, fundamentalmente en redes sociales, buscan debilitar su posición.
También apuntó a los congresistas que «son plenamente conscientes» de impulsar medidas legales inconstitucionales y crean un clima de «expectativas» que saben que no van a poder satisfacer, lo que ciertamente «no es responsable».
MANTENER EL RUMBO
Más allá de lo político, Sagasti insistió que su gobierno no tiene «mandato» para cambiar el rumbo económico del país y que por tanto «hará lo que hay que hacer» para que continúen las inversiones extranjeras ya en proceso, ya sea en la minería o en otros sectores.
Sin embargo, apuntó que sí se tomará como una labor difundir que Perú no es solo un país minero, sino que tiene además «una cantidad y diversidad de recursos extraordinaria».
«Poner el énfasis en un solo sector (como el minero) como lo único a desarrollar, no ve las oportunidades que el país tiene en otros campos. Deberíamos ver a Perú no solo como país minero, sino como un potencial de economía diversificada en un momento donde la diversificación ofrece capacidad de resiliencia y adaptación», culminó.
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