Rusia trata de mostrar músculo militar en un momento de tensiones con la OTAN y la UE, y en vísperas de la cumbre entre Vladímir Putin y Joe Biden prevista en dos semanas. Moscú se dispone a reforzar militarmente su flanco oeste y establecerá 20 nuevos batallones cerca de las fronteras occidentales, donde tropas rusas y de Bielorrusia realizarán importantes maniobras conjuntas en septiembre. Además, la Flota del Norte de la Armada anunció el martes nuevos simulacros estratégicos en otoño en el Ártico, un territorio convertido en un nuevo foco de disputa entre el país y Occidente.
Con estos nuevos anuncios, Moscú envía el mensaje claro de que no reculará. En los próximos meses, Rusia creará una veintena de batallones para sumarse a las tropas ya establecidas en el distrito militar occidental, fronterizo con Ucrania, Bielorrusia y los países bálticos y que incluye también el enclave de Kaliningrado. Destacamentos —no se ha precisado el número de soldados— que recibirán 2.000 equipamientos armamentísticos, según el Gobierno ruso. Una respuesta a lo que Moscú considera un aumento de maniobras y actividades de la OTAN cerca de su territorio. “Las acciones de los colegas occidentales destruyen los sistemas de seguridad global y nos obligan a tomar las contramedidas adecuadas”, dijo el martes el ministro de Defensa, Serguéi Shoigu.
Moscú prepara, además, las Zapad 2021, grandes maniobras militares con la vecina Bielorrusia a principios de septiembre en las que se practicará también el despliegue de equipos de asalto conjunto en áreas urbanizadas, según precisó el ministro de Defensa bielorruso, Viktor Jrenin. Otro gesto con el que Putin arropa al líder autoritario bielorruso, Aleksandr Lukashenko, en su conflicto cada vez más profundo con Occidente por la represión a los disidentes y los ataques a los derechos humanos. Un respaldo que es un elemento más de preocupación para la UE, que teme que Rusia fuerce la anexión de Bielorrusia aprovechando la debilidad de Lukashenko, aislado por las sanciones impuestas tras forzar el aterrizaje de un avión de Ryanair para detener a un disidente.
Las maniobras de septiembre son un motivo de inquietud también para Kiev después de la crisis de abril, cuando Rusia provocó la alarma de la UE y la OTAN al movilizar junto a las fronteras ucranias a unos 100.000 soldados —un despliegue mayor que el de 2014, cuando Rusia se anexionó Crimea con un referéndum ilegal—, para lo que aseguró que eran varios simulacros militares. El 23 de abril, Moscú aseguró que empezaría a retirar esas tropas, aunque dejaría el armamento pesado para las grandes maniobras de otoño. Sin embargo, Ucrania y EE UU afirman que Putin conserva en la zona aún un buen número de las tropas movilizadas.
Rusia está agudizando su retórica defensiva como aperitivo a la cumbre entre Putin y Biden prevista el 16 de junio en Ginebra, ahora que Estados Unidos y Rusia atraviesan el peor momento en sus relaciones desde la Guerra Fría. Antes del encuentro clave, sostiene el politólogo Alexéi Makarkin, Moscú quiere exhibir que es un “jugador independiente”. “Rusia desea mostrar a Biden que no es un socio fácil, que no habrá concesiones unilaterales”, opina Makarkin, vicepresidente del Centro de Tecnologías Políticas. “Antes de las cumbres se aumentan las apuestas”, añade el experto, que cree que Moscú está sacando músculo militar también como mensaje interno y en vísperas de las elecciones legislativas de septiembre; unos comicios a los que el partido apoyado por el Kremlin, Rusia Unida, llega bajo mínimos de popularidad.
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