Ubicado al sur del río Orinoco, el Arco Minero en una tragedia ambiental desde cualquier punto de vista, cuyo impacto ya sobrepasó las fronteras venezolanas. Hoy ante la mirada desconcertada de ambientalistas, poblaciones indígenas y medios especializados, el oro no es todo lo que brilla en el Arco Minero. Le hacen competencia el coltán, diamantes, hierro, níquel, bauxita, una tierra prodigiosa de riquezas minerales ocultas tras la extensión más grande de bosques del país.
Por Fernando Dos Reis | La Gran Aldea
En vista de la caída del precio del petróleo a nivel internacional y el desplome de la producción nacional de crudo por la falta de inversión, en 2016 Nicolás Maduro propuso el inicio de la Agenda Económica Bolivariana para impulsar otras áreas de desarrollo en Venezuela. Fue así como se firmó, vía decreto, el proyecto Zona de Desarrollo Estratégico Nacional “Arco Minero del Orinoco”.
La región donde se implementa este ambicioso proyecto ocupa 111.846,86 kilómetros cuadrados, lo que equivale al 12% del territorio nacional. Es una extensión mucho más grande que países como Holanda, Suiza y Panamá. Su ubicación exacta está entre los estados Bolívar y Amazonas y parte del estado Delta Amacuro, en el sur del país. Este espacio cuenta con 16 comunidades indígenas y, de acuerdo con los inventarios biológicos locales, posee un hábitat natural de 850 especies de aves, 257 de mamíferos, 205 de anfibios y 204 de reptiles.
Las operaciones extractivistas que se han adelantado son desarrolladas por empresas nacionales e internacionales. De acuerdo con el viceministro de Exploración e Inversión Ecominera de Maduro, Víctor Cano, el 55% de las operaciones son desarrolladas por empresas de capital nacional y el 45% por empresas extranjeras. No obstante, el talón de Aquiles de este sector de la economía venezolana no está en los operadores comerciales, sino en las mafias que hoy se erigen como los principales dueños de la extracción.
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Las dos caras de un mismo discurso
En el marco de la Cumbre del Clima de Naciones Unidas (COP25) realizada en Madrid, que inicialmente se desarrollaría en Chile y que debió mover su sede por la ola de protestas que enfrenta el gobierno de Sebastián Piñera; convocó a diversos líderes del mundo con el objetivo de reforzar los compromisos con la mitigación de gases de efecto invernadero que hoy perjudican la temperatura del planeta.
El gobierno de Nicolás Maduro envió a una delegación encabezada por el ministro de Comunicación e Información, Jorge Rodríguez, quien declaró en la inauguración de la Cumbre que “ya no hay tiempo, estamos al borde de una catástrofe climática”. Venezuela ha ratificado en las últimas conferencias su compromiso con la lucha por la preservación del planeta, incluso dentro del “Plan de la Patria” chavista esta premisa conforma uno de los cinco objetivos estratégicos. No obstante, las instituciones del país no han implementado políticas acordes con este desafío, los proyectos del Ministerio del Ambiente sobre energía renovable presentan lentitud en su ejecución y opacidad de información.
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