La princesa Ana, dueña de una trayectoria sin grandes estridencias, se volvió una protagonista inesperada en la despedida de su madre, la reina Isabel II, tras haber acompañado sin descanso el ataúd durante horas de procesión y por un gesto que conmovió a quienes seguían con atención el evento.
La princesa real —la única hija mujer de la reina Isabel II y hermana del rey Carlos III y los príncipes Andrés y Eduardo— hizo la venia cuando el ataúd con el cuerpo de su madre pasó por delante suyo en la puerta del Palacio de Holyroodhouse en Edimurgo. El gesto de Ana, quien se encontraba visiblemente emocionada, la puso en el centro de las miradas.
Una princesa ocupada
La princesa Ana, de 72 años, está considerada como uno de los miembros de la realeza más trabajadores.
Según una reseña del Palacio de Buckingham, Ana tiene «una de las agendas de trabajo más apretadas de todos los miembros de la familia real». La princesa colabora con más de 300 organizaciones benéficas y regimientos militares y dedica gran parte de su tiempo a compromisos y visitas oficiales, tanto en su país como en el extranjero. Desde 1970 se desempeña como directora de Save The Children de Gran Bretaña.
Es una gran aficionada a la equitación, e incluso compitió en los Juegos Olímpicos de Montreal en 1976 en el equipo ecuestre británico.
Años después, participó en la candidatura de Londres para albergar los Juegos Olímpicos de 2012 e integró su comité organizador.
El interés de Ana por la equitación la acercó con su primer esposo, el capitán Mark Phillips, quien había sido compañero de equipo en las competencias en Europa y en los Juegos Olímpicos de 1972 en los que participó la princesa real, de acuerdo a la reseña de la Enciclopedia Britannica.
Phillips, oficial del Ejército, nunca adoptó un título nobiliario. Con él la princesa tuvo dos hijos, Peter y Zara, antes de divorciarse en abril de 1992. Ese mismo año, en diciembre, se casó con Timothy Laurence, un oficial de la Marina y exayudante de la reina.
Uno de los hechos habitualmente mencionados en la vida de Ana fue un intento de secuestro en 1974, del que sobrevivió tras al parecer decir a su agresor que su plan no tenía «ninguna posibilidad de funcionar».
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