Después de varias jornadas de negociación, en las que los diplomáticos alemanes tomaron té con los talibanes y se interesaron por cada uno de los miembros de sus numerosas familias, como manda la tradición, los encuentros han comenzado a cobrar contenido. Los nuevos titulares del poder en Afganistán, en este punto, han exigido que Alemania entable «relaciones diplomáticas oficiales» para seguir hablando y para acceder a la petición de Berlín, el permiso para seguir evacuando personas en vuelos civiles. «Queremos relaciones diplomáticas fuertes y oficiales», ha exigido el portavoz principal de los talibanes, Zabihulla Mujahid, que desea dar paso a una nueva etapa de relaciones bilaterales en la que espera apoyo financiero, ayuda humanitaria y cooperación en sanidad, agricultura y educación. El ministro alemán de Desarrollo, Gerd Müller, ha suspendido «toda la cooperación al desarrollo con Afganistán», que venía suponiendo unos 430 millones de euros al año. Esta es la cantidad que los talibanes desean recueprar.
Mujahid echa así un jarró de agua fría sobre la diplomacia alemana, que pretendía hacer la tortilla de las evacuaciones sin romper los huevos del reconocimiento al nuevo gobierno afgano. El rostro visible de los talibanes en el poder ha concedido entrevistas a varios medios de comunicación alemanes en las que garantiza la libertad y seguridad de los alemanes en Afganistán y sus colaboradores, recordando los cien años de buena cooperación bilateral y lamentando a continuación que «los alemanes se hayan aliado con Estados Unidos» durante un paréntesis que «ya pasó y ya está perdonado».
Después de una gira por los países vecinos de Afganistán y de varios contactos de la diplomacia alemana con los talibanes, el ministro alemán de Exteriores Heiko Maas había expresado públicamente su intención de reabrir la embajada en Kabul cuanto antes, pero sin que ello supusiese un reconocimiento oficial del actual gobierno de Afganistán. La canciller Merkel insistió ayer, al tiempo que comenzaba a filtrarse el contenido de las entrevistas con Mujahid, en la necesidad de seguir manteniendo negociaciones con los talibanes para continuar con las evacuaciones. «Simplemente tenemos que hablar con los talibanes sobre cómo podemos sacar del país a las personas que han trabajado para Alemania y ponerlas a salvo». Añadió durante un mitin electoral junto al candidato de su partido, Armin Laschet, que tendrían que formularse condiciones claras para la comunidad internacional bajo las cuales sería posible la cooperación.
Mujahid ha designado un enviado especial para los países europeos en nuestra oficina política en Doha, Mawlawi Abdulhaq Wasiq, y lo ha señalado como interlocutor para la nueva relación, en la que «estaríamos muy contentos si Alemania nos apoyara a nosotros y a la gente de nuestro país, porque históricamente hemos tenido relaciones diplomáticas y económicas sólidas y buenas con Alemania. Queremos revivir la atmósfera amistosa que existía entre afganos y alemanes. El próximo gobierno se basará en una relación amistosa con Alemania».
Mujahid deja muy claro que «la gente de Afganistán es musulmana y la sharia es la ley del gobierno… Los afganos lucharon por ella durante 40 años y la guerra de las dos últimas décadas tenía dos objetivos: primero acabar con la presencia de las fuerzas armadas internacionales y segundo implementar la ley Sharia en Afganistán. El pueblo afgano tiene derecho a crear, aplicar y vivir sus propias leyes de acuerdo con sus principios religiosos e intereses nacionales. Optó por la ley sharia y ha hecho grandes sacrificios por ella». Pero al mismo tiempo ofrece garantías de que Afganistán no será un nuevo foco de terrorismo internacional.
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