La peste es una zoonosis bacteriana provocada por la bacteria Yersinia pestis que se encuentra normalmente en pequeños animales como los roedores y en las pulgas que los parasitan, tal y como señala la Organización Mundial de la Salud (OMS). Existen dos tipos de peste dependiendo de la vía de infección: bubónica y neumónica.
En este sentido, la peste bubónica es la más habitual y se contrae tras la picadura de una pulga infectada. «Entra en el organismo en el momento de la picadura y se desplaza por el sistema linfático hasta el ganglio linfático más cercano donde se multiplica», subraya la OMS. Este ganglio inflamado y doloroso se denomina ‘bubón’. Aunque no es frecuente su transmisión entre personas, «puede evolucionar y diseminarse a los pulmones», generando peste neumónica, una forma más grave de la enfermedad.
La peste bubónica tiene una tasa de letalidad del 30% al 60% y por eso es realmente importante el diagnóstico precoz.
¿Cuáles son los síntomas?
Los signos de alerta y síntomas pueden variar dependiendo del tipo de peste, aunque según la OMS los más frecuentes son los siguientes: fiebre repentina, escalofríos, dolor de cabeza y a nivel general, debilidad, nauseas y vómitos.
En el caso de la peste bubónica, se produce una inflamación dolorosa de los nódulos linfáticos (bubones) situados en la ingle, la axila o el cuello. Además, los ganglios se hinchan, son sensibles y firmes a la palpación, destacan desde Mayo Clinic.
Respecto a la peste neumónica, los síntomas suelen ser más graves y afectan al aparato respiratorio. Este tipo se «puede transmitir de persona a persona a través de microgotas diseminadas con la tos». En este sentido, uno de los signos de alerta es la aparición de tos con sangre en el esputo, además de falta de aire, debilidad, dolor de pecho, fiebre, náuseas, dolor de cabeza o vómitos.
Prevención, diagnóstico y tratamiento
En primer lugar, para frenar el contagio de la peste bubónica hay que evitar «tocar animales muertos y se debe utilizar un repelente de insectos en las zonas donde la enfermedad es endémica», indica la OMS. En el caso de sospechas de la enfermedad, se debe contactar inmediatamente con los profesionales sanitarios para que realicen las pruebas y el posterior diagnóstico.
De esta manera, «los trabajadores sanitarios evalúan los casos a partir de los síntomas y la enfermedad se confirma realizando análisis en el laboratorio de una muestra de sangre, esputo (una secreción líquida que se produce en los pulmones y se arroja al toser) o pus de un bubón».
No existe una cura para la peste, pero se puede realizar un tratamiento con antibióticos que «curan la enfermedad si se empiezan a administrar temprano». No obstante, en ausencia de tratamiento, la peste bubónica puede tener una tasa de letalidad de hasta el 60% y la neumónica «resulta invariablemente mortal».
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