Para medir el éxito de la gira de Juan Guaidó por Europa basta con escuchar a Nicolás Maduro. Los insultos que ha proferido contra aquel indican que ha sido golpeado en un flanco vulnerable. La razón reside en el impacto que el audaz viaje de su rival ha tenido puertas adentro del régimen chavista. El aparato político y militar que sostiene a Maduro se está percatando que el apoyo a Guaidó por parte de Estados Unidos, la Unión Europea, Colombia y Brasil es más firme que el apoyo a Maduro por parte de Rusia, su único valedor internacional hoy.
Pedro Benítez / ALnavío
Nicolás Maduro ha cometido un error clásico en la política, ha subestimado a la persona que abiertamente le disputa el poder dentro y fuera de Venezuela. Paradójicamente el mismo error que hace siete años se cometió con él cuando fue elegido como el sucesor. En aquel entonces se descalificó a Maduro por haber sido autobusero y no tener ninguna preparación ni carisma. Craso error que Venezuela ha pagado con uno de los gobiernos más destructivos que ha conocido el mundo moderno.
En 2013 Maduro era parte de un proyecto político internacional monitoreado desde Cuba que tenía mucho interés en que él siguiera en el poder. Eso no se vio en su momento.
Así como Maduro no había visto, o no quiso ver la magnitud y determinación de la alianza internacional que se estaba gestando en su contra. Tampoco ha visto, o no ha querido ver, la determinación del joven diputado que hace un año lo desafió desde la Asamblea Nacional de Venezuela (AN). Muchas veces en la política se asume como cierto lo que se dice públicamente. Maduro al parecer se ha creído su propio discurso contra Guaidó y ha actuado en consecuencia.
En sus cálculos Guaidó debería estar liquidado políticamente a estas alturas. Sólo tenía que esperar que las guerras internas de la oposición y la frustración sepultaran al nuevo líder mientras él seguía aplicando una represión selectiva.
Pero no ha sido así, gracias en buena medida al propio Maduro y a ese estilo arbitrario y matonesco del cual es prisionero el chavismo.
Presionado por la falta crónica de divisas, y con una aparente oferta rusa de financiamiento sobre la mesa, intentó precipitar la liquidación de la AN asaltando militarmente la sede parlamentaria e imponiendo por la fuerza una directiva espuria el 5 de enero pasado.
Esa arbitrariedad, que fue vista por la opinión pública del mundo entero, ha salido mal de todas las formas posibles y no ha servido para sus propósitos originales. El único gobierno del mundo que ha reconocido la presidencia paralela del Parlamento impuesta ha sido el ruso. Los gobiernos de Argentina, México, Uruguay no lo han reconocido. Tampoco lo han hecho hasta ahora los de China, Nicaragua y Cuba, cada por sus propios motivos.
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