La adolescente afgana Amena vio morir a decenas de compañeras de clase cuando su centro de enseñanza sufrió un ataque del Estado Islámico en mayo. Aún así ella quería seguir estudiando, pero los talibanes se lo prohíben.
AFP
Los nuevos amos de Afganistán no dejan volver a las aulas a la mayoría de las estudiantes de secundaria.
«Quería estudiar, ver a mis amigos y construir mi futuro, pero ahora ya no tengo derecho» a hacerlo, lamenta esta chica de 16 años con la que la AFP ha hablado en su casa del oeste de Kabul.
«Desde la llegada de los talibanes, estoy triste y enfadada», añade.
El 18 de septiembre, los nuevos dirigentes islamistas de Afganistán permitieron volver a clase a los profesores varones y a los niños a partir de 13 años. Pero no a las maestras ni a las niñas.
Más tarde los talibanes precisaron que permitirían a las niñas volver a los centros de secundaria una vez que se garantice la división por sexos en las aulas, algo que ya solía hacerse.
Algunas jóvenes pudieron volver a los institutos, como en la provincia de Kunduz, en el norte, pero la gran mayoría siguen sin tener acceso a la educación.
Las escuelas primarias han reabierto a todos los niños.
– «¿Por qué no podemos estudiar?» –
Amena vive cerca del centro de secundaria Sayed Al-Shuhada, donde 85 personas, sobre todo adolescentes, murieron en ataques con bomba reivindicados por el grupo Estado Islámico.
«Mataron a niñas inocentes», dice Amena mirando al suelo con los ojos llorosos. «Vi con mis propios ojos a niñas moribundas y heridas. A pesar de esto, quería volver al colegio».
Amena tenía que entrar en un nuevo ciclo en el que iba a estudiar sus asignaturas favoritas, como biología. En vez de eso vive enclaustrada en casa, con algunos libros y «nada especial que hacer».
Soñaba con ser periodista, pero «ahora ya no hay esperanza en Afganistán».
Sus hermanos y hermanas mayores la ayudan en casa y de vez en cuando la atiende el psicólogo que se ocupa de su hermana pequeña, todavía traumatizada por el atentado contra el colegio.
«Mi hermano trae libros de historia y los leo», dice Amena . «Y siempre veo las noticias».
Amena no entiende por qué las niñas tienen prohibido el acceso a los centros de secundaria.
«Las niñas también tienen derecho a estudiar. Son la mitad de la sociedad. No hay diferencia entre nosotros».
Después de la invasión estadounidense que expulsó a los talibanes en 2001 hubo avances en educación para las niñas. El número de colegios se triplicó y la tasa de alfabetización de las mujeres casi se duplicó hasta el 30%. Pero el cambio se limitó en gran medida a las ciudades.
«Las mujeres afganas han logrado grandes logros en los últimos veinte años», estima Nasrin Hasani, una profesora de 21 años que ejercía en un centro de secundaria y ahora se ha pasado a uno de primaria.
Pero la situación actual «mina nuestra moral y la de los estudiantes», añadió. «Que yo sepa, el islam nunca ha obstaculizado la educación y el trabajo de las mujeres».
Hasani no ha recibido intimidaciones de los talibanes, pero Amnistía Internacional ha informado de que una profesora de educación física había recibido amenazas de muerte y había sido convocada ante un tribunal local por enseñar deporte a niñas y niños.
La joven se aferra a la esperanza de que los talibanes de 2021 sean «un poco diferentes» a los que estuvieron en el poder entre 1996 y 2001, que prohibían a las mujeres salir solas de casa.
– Sueños enterrados –
Zainab, de doce años, recuerda el día en el que los niños pudieron volver al colegio. Ella los vio por la ventana, con «una sensación atroz».
«Yo era feliz en el colegio», declara a la AFP. «Podía estudiar todo el día y soñar con el futuro». Pero ahora «las cosas empeoran día a día».
«Si los colegios no reabren pronto, el año escolar habrá terminado y no podremos pasar al próximo curso», agrega la adolescente, cuyo nombre ha sido cambiado para proteger su identidad.
Malalay, hermana de Zainab, de 16 años «no sabe cómo expresar» su consternación. «Siento desesperación y miedo», dice entre sollozos.
Dedica su tiempo a las tareas del hogar. «No salimos, no vamos al colegio, todo me va mal», añade.
«Los hombres no deberían privarme de mis derechos. Tengo el derecho de ir al colegio y a la universidad», dice. «Todos mis sueños y proyectos están enterrados. En tierra».
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