Según la Organización de las Naciones Unidas (ONU), las emisiones de gases de efecto invernadero por actividades humanas inciden en el cambio climático de manera directa. ¿Por qué? De acuerdo al organismo, “porque actúan como una manta que envuelve a la Tierra, atrapando el calor del sol y elevando las temperaturas. Algunos ejemplos son el dióxido de carbono y el metano, que pueden proceder del uso de la gasolina para conducir un coche”.
En ese sentido, recientemente, un estudio científico postuló que las emisiones globales de “varios químicos prohibidos que destruyen la capa de ozono están aumentando”. El trabajo, que fue publicado en la revista Nature Geoscience, estuvo a cargo de investigadores de la Universidad de Bristol, en Reino Unido, y de la Administración Nacional Oceánica y Atmosférica (NOAA), en Estados Unidos.
Los autores analizaron específicamente las emisiones de clorofluoracarbonos (CFC), que son sustancias derivadas de los hidrocarburos históricamente utilizadas en aerosoles y en procesos de refrigeración. En el año 2010, el Protocolo de Montreal prohibió la presencia de CFC en aquellos procedimientos. No obstante, según repasaron en el trabajo, “ese tratado internacional permite el uso de CFC como materia prima para producir otros productos químicos, incluidos los hidrofluorocarbonos (HFC), que se desarrollaron como sustitutos de segunda generación de los CFC”.
En ese tono, de acuerdo a los investigadores, “las emisiones de, al menos, cinco tipos de CFC (CFC-13, CFC-112a, CFC-113a, CFC-114a y CFC-115) aumentaron entre 2010 y 2020, en contra de los objetivos del Protocolo. Esto probablemente surja durante la producción de HFC, que han reemplazado a los CFC en muchas aplicaciones”.
Para llegar a estas conclusiones, los expertos realizaron mediciones combinadas con un modelo de transporte atmosférico para representar las condiciones de la atmósfera. “Las emisiones de estos CFC actualmente no amenazan significativamente la recuperación del ozono, pero al ser potentes gases de efecto invernadero, aún afectan el clima”, plantearon en el escrito.
Y sumaron: “Si las emisiones de estos cinco CFC continúan aumentando, su impacto puede anular algunos de los beneficios obtenidos con el Protocolo de Montreal. Estas emisiones podrían reducirse o evitarse reduciendo las fugas asociadas con la producción de HFC y destruyendo adecuadamente cualquier CFC coproducido”.
Bajo estos preceptos, Luke Western, investigador de la Universidad de Bristol y autor de la investigación, sostuvo: “La conclusión clave es que el proceso de producción de algunos de los productos químicos de reemplazo de CFC puede no ser del todo inocuo para la capa de ozono, incluso si los productos químicos de reemplazo sí lo son”.
“Combinadas, sus emisiones son iguales a las emisiones de CO2 en 2020 para un país desarrollado más pequeño como Suiza -siguió Western-. Eso equivale a aproximadamente el 1% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero en los Estados Unidos. Se está prestando atención a estas emisiones debido al éxito del Protocolo de Montreal. Es que las emisiones de CFC de usos más generalizados que ahora están prohibidos se han reducido a niveles tan bajos que las emisiones de CFC de fuentes antes menores están en el radar y bajo escrutinio”.
Por su parte, Johannes Laube, otro de los autores, añadió: “Dado el continuo aumento de estos químicos en la atmósfera, tal vez sea hora de pensar en afinar un poco más el Protocolo de Montreal”.
Infobae analizó los resultados de este estudio junto a la ingeniera ambiental Julieta Vallejo, quien consideró: “El trabajo atribuye el aumento de los CFC en la atmósfera a los procesos productivos para lograr los productos alternativos a esas sustancias. Determinaron que para la creación de productos que reemplazan a los CFC, se necesita crear sustancias que pueden fugarse a la atmósfera. Esas alternativas no estarían siendo del todo inocuas”.
En segundo término, Vallejo apuntó que, más allá de lo planteado en la investigación, “las emisiones que más afectan a la capa de ozono son los compuestos orgánicos halogenados, que contienen uno o más átomos de un elemento halógeno que puede ser el cloro, el bromo o el iodo. Un ejemplo de estos gases son los hidroclorofluorocarbonos (HCFC), que son producidos por el ser humano y destruyen el ozono estratosférico”.
Para la ingeniera ambiental, “estas sustancias, cuando se liberan al medioambiente a través de refrigerantes o aerosoles, llegan a la capa de la estratósfera y los rayos del sol descomponen los compuestos químicos. Así, se liberan átomos de cloro y bromo, que reaccionan con las moléculas de ozono, las destruyen y se produce una reacción en cadena. Por eso este proceso es tan dañino para la capa de ozono”.
A su turno, Claudio Lutzky, director del Programa de actualización en Cambio Climático y Transición Ecológica de la Universidad de Buenos Aires (UBA), aseveró en dialogo con Infobae: “La radiación solar que llega a la Tierra, y es la base de la existencia humana, llega ‘absorbida’ por el planeta. Una parte rebota hacia el espacio en forma de radicación infrarroja, pero la atmósfera capta otra parte y eso permite que el planeta tenga calor y vida. Eso es el efecto invernadero. Con la actividad humana, aumenta la cantidad de ciertos gases que se concentran en la atmósfera y retienen la radiación, entonces, la temperatura media aumenta”.
“Al aumentar la temperatura -continuó Lutzky- se ven afectadas otras variables y esto impacta en varias aspectos, por que hay una modificación de los patrones climáticos, algo que en síntesis es el cambio climático en sí. Esto genera olas de calor, sequías, aumento del nivel del mar y de las lluvias, etcétera”.
¿Cuáles son las principales fuentes de emisiones? “La más importante de todas es la quema de combustibles fósiles para generar energía Al consumirse combustibles como carbón, petróleo o gas, la combustión libera dióxido de carbono (CO2), que no es el gas más potente en términos de impacto ambiental, pero sí es el más presente”, dijo Lutzky.
Y cerró: “La causa principal de la dinámica del cambio climático generada por el ser humano es, en rigor, la mencionada quema de combustibles fósiles”.
En el mismo sentido, el biólogo ambientalista Raúl Montenegro le dijo a Infobae: “Sin efecto invernadero, la vida tal cual la conocemos hubiese sido imposible. Los principales gases que han contribuido a calentar la superficie del planeta son el vapor de agua, el metano, el óxido nitroso y el ozono. Gracias a ellos la temperatura media de la superficie de la Tierra fue de unos 15 grados centígrados. Todos ya estaban en la naturaleza, pero los humanos -particularmente en el caso del dióxido de carbono, metano, óxido nitroso y ozono- contribuimos a aumentar dramáticamente su presencia en la atmósfera. Entonces, lo que representa un problema no es el efecto invernadero en sí mismo, sino el exceso de efecto invernadero”.
De acuerdo a la visión de Montenegro, una de las principales consecuencias de esta problemática “es la pérdida de la biodiversidad y la destrucción de la ecodiversidad natural de la biosfera terrestre. También se alteran los comportamientos climáticos, se agravan sequías y se derriten rápidamente hielos. Asimismo, cada vez que se quema una superficie de bosque nativo, el carbono que estaba contenido en la biodiversidad pasa a la atmósfera como dióxido de carbono”.
Finalmente, Iñaki Maiztegui, coordinador de Consultoría para la Sostenibilidad de Eco House, aportó: “Algunos gases naturales como el óxido de nitrógeno (NOx) también interactúan con la capa de ozono y la pueden degradar. Hoy en día, nosotros sumamos a la emisión de estos gases con el uso de combustibles fósiles, fertilizantes e inclusive en la descomposición de nuestros residuos. De hecho, a medida que reducimos las emisiones de los CFCs y HFCs gracias al protocolo de Montreal, los NOx se convertirán en nuestra principal fuente de gases que afectan a la capa de ozono”.
“Los óxidos de nitrógeno -siguió Maiztegui- son emitidos por fuentes como los automóviles y las centrales eléctricas. Estos gases pueden interactuar con la capa de ozono en la troposfera y crear compuestos que dañan la capa de ozono en la estratosfera. Es importante tomar medidas para reducir todas las emisiones que puedan tener un impacto negativo en la capa y en el medio ambiente en general”.
Qué sucede con el agujero de la capa de ozono en la Antártida
En enero de 2023, expertos de las Naciones Unidas realizaron una evaluación científica en la que advirtieron que el agujero de la capa de ozono que está sobre la Antártida se está cerrando lentamente y que, para 2066, este “escudo protector” estará completamente “sanado”. En ese tono, tras recordar que en el informe anterior -realizado cuatro años atrás- se había detectado una “curación” leve, esas “cifras de recuperación se han solidificado mucho”, de acuerdo a lo señalado por Paul Newman, copresidente de esta investigación.
“Se espera que el agujero de ozono antártico se cierre gradualmente”, describieron en el documento. Y resaltaron que, según las últimas mediciones, “y asumiendo la estimación de referencia de la evolución futura”, esta capa protectora del planeta volverá a los niveles de “1980 poco después de mediados de siglo (alrededor de 2066, con un rango entre 2049 y 2077)”.
De esa manera, los expertos consideraron el agujero que se encuentra sobre la Antártida tardaría unos 43 años en cerrarse por completo. “En la estratósfera superior y en el agujero de ozono vemos que las cosas mejoran”, remarcó Newman. Mientras que Petteri Taalas, secretario general de la Organización Meteorológica Mundial, emitió un comunicado y señaló que “la acción del ozono sienta un precedente para la acción climática”.
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