Casi todos dormían en el autobús de la línea Futura que viajaba de noche entre las ciudades de Monterrey, Nuevo León y Matamoros, Tamaulipas, cuando una serie de disparos quebraron el silencio a la altura de Reynosa apenas a unos cientos de metros de la frontera con Estados Unidos, el 26 de diciembre del 2023. Los gritos que ordenaron al chofer detenerse, alertaron a Yosef y Paola, —quienes no se llaman así, pero piden el resguardo de su identidad—, de todas maneras, no lograban conciliar el sueño rumbo a la última parada de un viaje emprendido tres semanas atrás desde Venezuela para cambiar de vida.
Por Animal Político
“¿Para dónde van?, ¿Ya tienen la cita aprobada?, ¿Cuántos días van a pasar en Reynosa?”, les preguntaron dos hombres, uno con un ojo lesionado y otro con un chaleco rotulado con el logo de la Marina, mientras afuera esperaban otros tipos armados con ametralladoras y una pistola de corto calibre. Más dormidos que despiertos, Yosef y Paola acataron las instrucciones y vaciaron en minutos el autobús en el que solo quedó el conductor.
Tomaron las pocas pertenencias que sobrevivieron al viaje y se metieron cabizbajos en uno de los tres vehículos dispuestos para llevarlos a su nuevo destino. Al menos dos eran taxis de la ciudad de Reynosa, reconocibles por su color blanco con rayas amarillas, recuerda Yosef. A las once de la noche las calles estaban vacías. Aunque nadie pronunció la palabra, todos eran conscientes de que estaban siendo secuestrados.
“El bus estaba casi full, éramos mínimo de 25 a 30 personas”, relata Yosef, ahora que se encuentra fuera de peligro, con un hablar entrecortado y rápido, difícil de descifrar a veces, como si se tragara las palabras. “Algunos de ellos, antes de bajar del bus hicieron disparos al aire para bajarnos”, “nos dijeron que colaboráramos”. “Nos llevaron a una casa a la que ellos le dicen bodega. En el camino nos llevó un taxista que nos pidió nuestros teléfonos. Eso fue lo único que nos habló esa persona”.
Dólares, el objetivo de los criminales
Al llegar a un barrio residencial, el grupo fue recibido por otros tres hombres y una mujer que los esculcaron y les preguntaron sus nacionalidades. Entre los migrantes venezolanos que tratan de cruzar México se repiten cada vez con más frecuencia las mismas historias de hombres armados que se suben a los autobuses y gritan: “que bajen todos los venezolanos”, la nueva presa predilecta del crimen organizado, capaces de pagar rescates en dólares más onerosos que los haitianos y cubanos.
Les quitaron el dinero que les quedaba, los celulares y los separaron en un cuarto para hombres y otro para mujeres. El espacio era pequeño para la cantidad de personas agrupadas. Tenían que turnarse para estirar las piernas y dejar descansar a los otros, recuerda Yosef, quien guardó como pruebas una foto de él y su pareja que los secuestradores enviaron a sus familiares, las transferencias de dinero hechas a los criminales y los intercambios de mensajes por WhatsApp. Aunque no quiso ser grabado en video por razones de seguridad, después de meses de conversaciones accedió a reunirse con estos periodistas en un restaurante de la Ciudad de México y dejar su testimonio en audio.
“Fue un poco fuerte porque obviamente como éramos los nuevos, hicieron y deshicieron con nosotros. Después en la madrugada, (nos daban) golpes a las seis de la mañana, por gusto. Fue así como un par de días: llegaban despertando a la gente, gritando, nos daban golpes con un zapato (…), no les importaba darnos en la cabeza, no les importaba nada. No podías dormir, no podías hablar, no podías hacer nada, porque obviamente era peor”.
Así duró 22 días en cautiverio y Paola, su pareja, cinco más, hasta que los secuestradores los liberaron a unos pocos metros del refugio Senda de Vida de Reynosa, cuando sus familiares accedieron a pagar 6 mil dólares de rescate, asegura. En los recibos que conserva, consta el pago de 3 mil 220 dólares: una fortuna en Venezuela donde el salario mínimo ronda los 32 dólares mensuales: 15 mil bolívares.
Entre las personas migrantes que fueron víctimas de secuestro, entrevistadas para este reportaje, así como la treintena de expertos, activistas de derechos humanos, directivos de refugios para migrantes, miembros de oenegés internacionales con presencia en el terreno, directivos de instituciones internacionales, exfuncionarios de gobierno, migrantes, familiares de migrantes, investigadores y académicos en Chiapas, Ciudad de México y Tamaulipas, circulan historias terribles sobre el destino de quiénes no tienen cómo pagar el rescate exigido por los secuestradores.
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