Fernanda Huarachi, una niña de 10 años, acompaña todos los días a su tía Teresa Huarachi Pacara a vender refrescos en un puesto en las afueras del Mercado Metropolitano Andrés Avelino Cáceres, ubicado en la ciudad de Arequipa, al suroeste de Perú.
Pero, mientras ayuda a su tía, la pequeña debe conectarse a sus clases virtuales, modalidad empleada en el país sudamericano, al igual que en muchos otros, para prevenir más contagios por la pandemia del nuevo coronavirus.
Para conectarse a estudiar, Fernanda usa el teléfono móvil de su tía y lo hace durante escasos 15 minutos. «Mis clases virtuales son desde las 09:45 hasta las 10:00», dice la niña, cuya inspiración es convertirse en médico en el futuro.
«Es muy linda, es muy colaboradora, me ayuda cuando termina (…) es muy rápida, muy hábil, bien estudiosa y responsable», cuenta Teresa.
La tía cuenta que había permanecido en casa guardando la cuarentena, pero la necesidad la obligó a salir para buscar el sustento diario. «Ya no alcanza, ya no hay plata y pues ya tenía que salir a trabajar con ella. No tengo donde dejarla, ya me la traigo acá y estudia. Así, todos los días así. Acá trabajamos todos los días», comentó la mujer.
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