Marchas y plantones en varios Estados muestran el hartazgo de una profesión asediada por el crimen. Tres reporteros han sido asesinados en menos de un mes.
Pablo Ferri | Elena Reina | Beatriz Guillen | El País
Periodistas y ciudadanos de todo México han salido este martes a manifestarse en más de una treintena de ciudades en repulsa a la violencia que sufre el gremio. México es el país más peligroso del mundo para ejercer el oficio, con decenas de asesinatos cada año y centenares de agresiones. La impunidad impera. Cada año, alrededor del 90% de los delitos se pierden en los archivos de las fiscalías. Los ataques a la libertad de expresión no son ninguna excepción.
En Ciudad de México, medio millar de personas se ha juntado frente a la puerta de la Secretaría de Gobernación, centro neurálgico del poder federal. Colectivos de reporteros y profesionales desplazados de otros Estados han colgado un cartel en la entrada, exigiendo justicia para los compañeros asesinados, particularmente para los tres últimos. En las primeras semanas de enero, unos criminales han matado a la reportera Lourdes Maldonado y al fotoperiodista Margarito Martínez, en Tijuana, y a José Luis Gamboa, en Veracruz.
“Vengo en solidaridad con el gremio. Es insostenible”, decía la abogada Frida Romay frente a la puerta de Gobernación. “Este Gobierno se dice de izquierda, pero con sus acciones nos demuestra que no lo es. Debemos cuidar la verdad”, añadía. La periodista tijuanense Laura Sánchez Ley, exclamaba: “Tenemos que presionar para que la fiscalía especializada federal atraiga los asesinatos de reporteros, para que el mecanismo de protección de periodistas de Gobernación ponga atención a los casos”.
En las escaleras de la entrada de la dependencia, reporteros tomaban el micrófono en procesión, un ejercicio catártico sobre las penalidades del oficio, sobre todo en el ámbito local, en pueblos y ciudades medianas donde las mafias envenenan la vida pública. Todo eran reclamos a un Gobierno al que sienten lejano. “¿Dónde está Encinas?”, ha dicho uno, en referencia al subsecretario de Gobernación encargado de velar por los derechos humanos en el país. Ningún representante del Gobierno ha aparecido en la protesta.
Convocadas a la carrera después del último asesinato, el de Lourdes Maldonado el domingo en Tijuana, las marchas han atraído asistentes en todo el territorio mexicano. En Tijuana, pero también en Veracruz, geografía maldita para la profesión en los años del último Gobierno del PRI (2012-2018), Chihuahua, hogar de la reportera Miroslava Breach, asesinada en 2017, o Culiacán, en cuyas calles sicarios ultimaron a Javier Valdez ese mismo año. Una geografía de la indignación, pero también de la herida.
Las cifras son deprimentes. Los tres ataques fatales contra reporteros este año y los nueve de 2021 son solo la punta del iceberg, el eco de un grito que suena desde hace más de dos décadas en el país. Según el Comité para la Protección de Periodistas (CPJ por sus siglas en inglés), al menos 138 reporteros han sido asesinados en México desde 1992, año en que empezó a documentar agresiones a la prensa. Para el capítulo local de la organización Artículo 19, la cuenta asciende a 145, solamente desde 2000.
La diferencia entre cifras responde a la capacidad de las autoridades mexicanas para establecer vínculos entre los atentados y la labor periodística de las víctimas. Es decir, si hay confirmación del motivo de los ataques y apuntan al trabajo de los reporteros o no. En cualquier caso, los números son elevadísimos y evidencian la incapacidad de la Administración, desbordada por una ola de violencia que ha dejado más de 30.000 asesinatos en el país en cada uno de los últimos cuatro años.
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