La cumbre europea por videoconferencia de mañana jueves, la cuarta convocada por el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, desde el comienzo de la epidemia de la covid-19, aspira a desbrozar el camino hacia un pacto sobre una inyección masiva y sin precedentes de recursos económicos contra una crisis inevitable.
Por EL PAÍS
El acuerdo, todavía sujeto a grandes discusiones, apunta a una ampliación histórica del presupuesto de la UE, del que saldría el fondo de recuperación propuesto por España. Las señales positivas de Berlín hacia esa iniciativa alientan el optimismo de Bruselas. Pero nadie descarta que el choque entre las posiciones más extremas, representadas por Países Bajos e Italia, pueda desbaratar la cumbre u obligar a nuevas rondas de negociación.
Las posiciones de los socios europeos sobre la ambición de las medidas necesarias siguen alejadas. Pero los últimos movimientos de la canciller alemana, Angela Merkel, y del presidente del Gobierno español, Pedro Sánchez, han abierto una posible zona de entendimiento sobre la que se podría construir, según las fuentes consultadas, un acuerdo definitivo.
Esas fuentes esperan que del Consejo Europeo del jueves salga, como mínimo, la luz verde política para que la Comisión Europea pueda poner en marcha la construcción de un fondo de recuperación que, si se cumple el calendario más optimista, estaría en funcionamiento a principios de 2021.
Hasta entonces, estarían disponibles las medidas de emergencia de más de medio billón de euros pactadas por el Eurogrupo (ministros de Economía y Finanzas de la zona euro) el pasado 9 de abril, pero pendientes del visto bueno definitivo del Consejo Europeo.
El acuerdo del Consejo podría forjarse gracias al terreno de compromiso abierto por Berlín y Madrid. Ya tras la bronca cumbre del 26 de marzo fuentes diplomáticas apuntaban que “el espacio entre Merkel y Sánchez es la zona de aterrizaje del acuerdo”.
Merkel confirmó el lunes su disposición a buscar una fórmula de “solidaridad” más allá del reciente acuerdo del Eurogrupo. Berlín reconoce que esa red de emergencia (basada en posibles préstamos de la Comisión Europea y del Mecanismo de Estabilidad y de avales gestionados por el Banco Europeo de Inversiones) no basta para contrarrestar el devastador impacto económico de la pandemia.
El Gobierno español presentó el lunes también una propuesta para un fondo de 1,5 billones de euros que aspira a conciliar las peticiones de Francia, partidaria de emitir los llamados coronabonos para compartir entre todos la deuda vinculada a la crisis, con las líneas rojas de Alemania, que veta cualquier tipo de bono que suponga una mutualización de la deuda.
La apertura de Alemania a negociar puede despejar el camino, si hay acuerdo en la cumbre, a la propuesta que la Comisión Europea presentará la semana que viene. El pacto apunta a una ampliación del presupuesto de la UE, con un techo de gasto que podría elevarse temporalmente del 1,20% de la Renta Nacional Brutal a casi el doble (2%), una cota nunca antes alcanzada.
Fuentes de la Comisión apuntan que el nuevo marco presupuestario plurianual (2021-2027) podría escindirse en dos, con el techo de gasto elevado aplicándose en la primera parte del período. Ese nuevo margen permitiría un fondo específico contra la crisis del coronavirus. La fórmula aspiraría a movilizar entre 1 y 1,5 billones de euros para reactivar la economía del continente entre 2021 y 2022.
España e Italia se perfilan como los grandes beneficiados de la ingente inyección de recursos. Pero todas las fuentes coinciden en que el maná presupuestario deberá llegar a todos los países, también a los que han sufrido menos la pandemia, para que el acuerdo recabe la imprescindible unanimidad de los 27 Estados miembros de la Unión.
Las aristas del acuerdo, sin embargo, son todavía muy afiladas y hará falta una dura negociación para limarlas. Por lo pronto, España desea que el fondo de recuperación se destine a subsidios a fondo perdido. “La idea es crear una especie de nuevos fondos estructurales”, apunta una fuente española, en alusión a la política de cohesión que la UE puso en marcha en 1992 a instancias, precisamente, del Gobierno español de entonces, presidido por Felipe González. Alemania, en cambio, aunque no ha presentado una posición tajante, parece inclinarse más por la concesión de préstamos reembolsables, una idea que podría lastrar a los países más afectados por la pandemia con una deuda pública muy difícil de gestionar. España, cuya deuda rondaba el 97% del PIB, podría irse hasta el 122%, según la última previsión del Banco de España.
Pero el gran riesgo de desacuerdo lo protagonizan, en principio, el primer ministro neerlandés, Mark Rutte, y el primer ministro italiano, Giuseppe Conte, ambos con posiciones delicadas en sus respectivos Gobiernos. Rutte encabeza a los países partidarios de restringir al máximo la posible intervención europea, aunque durante la última cumbre sus posiciones extremas acabaron dejándole casi aislado. Conte, por el contrario, reclama la emisión de eurobonos, considerada por casi todas las capitales como inviable para esta crisis, y se niega a contemplar los posibles préstamos del MEDE por temor a que se le rompa el Gobierno de coalición con la formación 5 Estrellas. Los dos mantienen, de momento, sus posiciones numantinas. Pero la presión de Merkel podría llevar a Rutte a aceptar un compromiso. Y el creciente riesgo de un cataclismo económico podría atraer a Italia hacia una posición intermedia como la que preconiza España.
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