La noche del lunes 30 de septiembre la población de Madrid asistió a la extrema violencia de una batalla en plena calle entre dos bandas de origen dominicano. Los Trinitarios (3ni) y Dominican Don’t Play (DDP) se enfrentaron a machetazos, incluso con armas de fuego -algo extraordinario en la capital de España- en el barrio de Puente de Vallecas. El saldo, cuatro heridos graves entre 20 y 22 años. Fue el último de los incidentes violentos que estas pandillas latinas han protagonizado desde 2018 en una escalada delictiva que la prensa local ha calificado como “una amenaza social”.
Por José Fajardo / Infobae
Hace una década la pandilla de origen ecuatoriano de los Latin Kings era el peligro en las calles de Madrid, la que sembraba el terror por sus enfrentamientos con sus compatriotas Los Ñetas. Hasta que pasó a la sombra, ya fuera porque sus líderes se hicieron mayores o porque su cúpula quedó descabezada. En 2015 en Barcelona fueron detenidos 28 de sus miembros acusados de pertenencia a organización criminal, un delito cuyas penas van de los tres a los ocho años de prisión.
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Hoy su testigo lo han cogido Los Trinitarios, una estructura fuertemente jerárquica que nació a finales de los 80 en Nueva York y que se disputa el control de Madrid y sus alrededores con los DDP.
Su lema es el mismo que el de su país, “Dios, Patria y Libertad”, y cuenta con sus propios ritos de iniciación, según explican a Infobae fuentes policiales. “Antes de formar parte de la banda les obligan a cometer acciones violentas como robar con fuerza a alguien por la calle, sólo para comprobar hasta dónde son capaces de llegar”. Aunque su color diferencial es el verde ya no van uniformados como sucedía hace años, cuando llevaban pañuelos y tatuajes, ahora son más cautos.
“Los tenemos muy controlados, nuestra Brigada de Información les sigue el rastro. Estas bandas no suponen un problema grave pero eso no quiere decir que no cometan de vez en cuando acciones violentas y que eso genere una sensación subjetiva de inseguridad en la ciudadanía de Madrid”, reconocen desde la policía.
El incidente a finales de septiembre en Puente de Vallecas no fue aislado. Entre el 19 y el 21 de julio Los Trinitarios también estuvieron detrás de unos altercados en Ciudad Lineal, otro barrio donde estas bandas hacen presencia desde hace tiempo, que dejaron dos heridos graves por agresión con arma blanca y 17 detenidos, entre ellos tres adolescentes. Y este mismo año, el 14 de abril, se produjo un homicidio por dos disparos en un bar de copas en Campamento, a las afueras de Madrid, que la policía atribuyó a su banda rival, los DDP.
Estas batallas muchas veces son fortuitas, cuando dos grupos enfrentados se encuentran a la salida del metro o en discotecas, pero en otros casos ellos mismos quedan a través de las redes sociales para pelearse en lugares públicos. También organizan salidas nocturnas para “cazar” a sus enemigos. El objetivo es ejercer el control de los barrios y expulsar a los clanes rivales.
“Llama la atención la violencia brutal que ejercen, como si no fueran conscientes del daño que pueden causar”, dice la policía. Entre las armas incautadas hay bates con pinchos metálicos, cuchillos de carnicero, navajas mariposa y hasta bolomachetes como los que se usan para cortar la vegetación en la selva, de casi medio metro de hoja.
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En una operación de mediados de 2018 la policía española logró localizar el piso base donde una de estas pandillas guardaba su arsenal. Infobae ha tenido acceso a este vídeo, donde se ve a un equipo de asalto derribar la puerta de entrada con un ariete metálico y en menos de un minuto hacerse con el control del lugar y arrestar a varios jóvenes. Los policías portaban armas largas porque su informante les había advertido de que los chicos tenían escopetas.
“Nosotros fuimos los primeros en advertir un preocupante repunte en las acciones violentas de estos grupos”, dicen a Infobae desde el Centro de Ayuda Cristiano, una asociación evangélica que cuenta con 4,000 feligreses en el país, en su mayoría latinos que migraron a España durante los años de bonanza económica entre finales de los 90 y principios de este siglo en busca de una vida mejor, alejada de la violencia y la pobreza en sus países de origen.
Según un informe de este centro, en Madrid habría en 2019 cerca de 1.200 miembros conectados con estas bandas delincuenciales a las que consideran como una secta. “Actúan de la misma manera, tratan de sustituir el núcleo familiar, les hablan de hermandad, pero cuando entran ya no pueden salir”, explica el pastor Alberto Díaz, quien calcula que unos 80 jóvenes les han pedido ayuda para reinsertarse y dejar atrás la violencia optando por un nuevo camino espiritual.
Desde Fiscalía rebajan esas cifras, creen que no se ha vuelto al punto de máxima tensión de estas bandas hacia 2005 y 2006, cuando eran unos 700 en Madrid, pero apuntan a Los Trinitarios como el enemigo más temible, con cerca de 300 miembros activos, quienes están detrás de 19 de las 33 acciones criminales cometidas por bandas latinas en la capital española durante el año pasado.
Entre los delitos que se les imputan están los de tentativa de homicidio, lesiones, posesión ilícita de armas, tráfico de drogas -a un nivel muy bajo, de simple menudeo-, robos con violencia y, en el peor de los casos, pertenencia a organización criminal. En caso de recibir penas de más de un año de cárcel los que no tengan nacionalidad española podrían ser expulsados a su país de origen según la Ley de Extranjería en España.
En realidad la mayoría son españoles, al ser migrantes de segunda generación con padres dominicanos o de otras nacionalidades como ecuatorianos, peruanos, colombianos, puertorriqueños y haitianos. La repatriación se alarga siempre por los numerosos trámites judiciales, según explican las autoridades.
El perfil de estos chicos es gente muy joven, reclutada cuando aún es menor, entre los 13 y los 15 años. Cuando comienzan a asentarse, logran un trabajo estable o forman familias con hijos, se dan cuenta de que sus acciones tienen consecuencias reales y que les pueden meter en la cárcel, por eso abandonan el grupo al cumplir los 24 o 25.
“Cuando a finales de los 90 los chicos que habían formado pandillas en Estados Unidos tuvieron que volver a sus países de origen por las deportaciones masivas que ordenó el gobierno norteamericano, implantaron esos mismos modelos en su país, y es lo que sucede ahora en España”, explica a Infobae la antropóloga Katia Núñez.
Desde 2015 lidera una investigación sobre bandas latinas que le ha llevado a Nueva York y Santo Domingo. Ahora trabaja sobre el terreno en los barrios madrileños de Tetuán y Villaverde, dos núcleos donde se reúne la migración latinoamericana.
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Cree que es “una imprudencia” generar una alarma social. “No se trata de quitarle hierro y negar la realidad, es un problema que existe pero hay que evitar el sensacionalismo y la exageración. Esto no es el Bronx”.
Advierte del riesgo de criminalizar no sólo a estos chicos sino a toda la comunidad latinoamericana que vive en regiones españolas como Madrid. “Hay que intentar comprender de dónde vienen. Muchos dominicanos han dejado en su país no sólo a sus amigos sino a sus madres y abuelas, al entorno familiar donde se sentían seguros. Aquí son vulnerables, no logran adaptarse a un sistema educativo mucho más exigente. Están solos, son blanco del bullying. Es cuando entra en juego la pandilla, que les ofrece armas y drogas, un prestigio que atrae a las chicas”.
Esta investigadora asegura que jamás se ha sentido amenazada al estar con estos muchachos, todo lo contrario. “Sólo he recibido cariño por su parte, me llaman profe. Incluso los líderes de las pandillas, que saben quién soy, jamás me han mirado mal cuando nos cruzamos por la calle”.
Cree que la solución pasa por favorecer la integración y la igualdad de oportunidades. Por ofrecerles salidas en lugar de criminalizarles. “La mano dura de las acciones policiales nunca ha sido la solución, si acaso empeora el problema”. Denuncia que cuando ha ido a los organismos públicos españoles a pedir ayudas siempre se ha encontrado con la negativa por respuesta.
Por su parte, desde la policía también tratan de evitar que estos jóvenes carguen con el estigma de por vida y que estas pandillas sean una excusa para un rebrote de las actitudes racistas entre la población de España, donde por primera vez ha logrado representación un partido, VOX, con un discurso abiertamente anti inmigración.
“Parte de nuestro trabajo tiene un trasfondo social. Vamos a sus lugares de reunión, a los parques, los centros deportivos y los locutorios. Hablamos con los menores y si consideramos que están en situación de riesgo, tratamos de explicar a sus familias el peligro que corren “, dice una fuente policial.
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