Liz Chicaje Churay solo tenía 16 años cuando abrazó una adultez prematura, asumiendo dos roles que definirían su lugar en el mundo: madre y activista.
Con su bebé a cuestas, comenzó a viajar por el extremo noreste de su país, Perú —atravesando la región de Loreto, en la Amazonía, cerca de la frontera con Colombia—, para defender a su comunidad de la explotación forestal y de la minería ilegal.
Hoy es madre de cinco hijos y una activista incansable que se ha convertido en una figura esencial en la lucha por proteger la Amazonía peruana y los pueblos que la habitan.
La Fundación Goldman acaba de entregarle uno de sus seis premios anuales* —los llamados «Premios Nobel de Ecología»— por sus esfuerzos a lo largo de más de 20 años.
Los comienzos para afrontar esa lucha no fueron fáciles. «Al principio me daba miedo plantarle cara a todas esas personas que trabajan en asuntos ilegales», le cuenta a BBC Mundo en conversación telefónica.
Su voz cobra fuerza cuando recuerda por qué lo hizo: «Había visto durante toda mi vida cómo mis padres y mis abuelos lucharon por defender nuestro territorio. Tenía que hacerles justicia», dice con aplomo.
Nacida en el seno de una familia indígena bora dedicada a la artesanía y la agricultura, su infancia transcurrió rodeada de naturaleza, pero también de la abrumadora tala ilegal que la amenaza. Y se propuso hacer algo al respecto.
Su mayor logro hasta la fecha es haber impulsado la creación de un área protegida en Perú, el Parque Nacional Yaguas.
La zona reservada alberga más de 800.000 hectáreas de selva tropical y es un puñado de «megadiversidad» con más de 3.000 especies de plantas, 500 especies de aves y de peces, manatíes, delfines de río, nutrias gigantes y monos lanudos. Además, tiene una importante conserva de humedales abundantes en carbono, que ayudan a mitigar los efectos del cambio climático.
El parque no está habitado, pero 29 comunidades indígenas viven muy cerca de sus límites, y su protección es vital para su supervivencia.
«Durante los últimos 20 años, la explotación forestal y la minería ilegales han asolado la región y a sus habitantes, quienes han denunciado y resistido durante mucho tiempo la usurpación», explica la Fundación Goldman.
«Chicaje y sus socios lanzaron una campaña que cubrió varios frentes para apoyar la creación del parque. […] Es un paso clave en la conservación de los ricos ecosistemas del país», añade la organización.
Liz dice que está orgullosa de todo lo que ha logrado, pero siente que todavía falta mucho por hacer.
En esta entrevista con BBC Mundo habló sobre su lucha y sobre los «retos pendientes» en la protección de la Amazonía peruana y de los pueblos, como el suyo, que viven en ella.
La lucha por proteger la Amazonía peruana se ha convertido en tu batalla vital. ¿Cómo empezó todo?
Empezó, más que todo, a raíz de los trabajos ilegales de los foráneos, que siempre estaban en diferentes cuencas del río para deforestar, para trabajar la minería ilegal, para cazar y principalmente para dedicarse a la tala ilegal.
Asumí el compromiso de defender nuestra tierra de esos foráneos al convertirme en la dirigente de mi cuenca [como presidenta de la Federación de Comunidades Nativas del Río Ampiyacú].
Tuvimos que hacer un arduo trabajo para acabar con esas actividades ilegales en nuestro territorio.
Yo tenía 16 años cuando comencé a asistir a reuniones sobre la defensa del territorio ancestral bora. Y es la causa más importante a la que me he sumado en toda mi vida.
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