A medida que la pandemia de COVID-19 se desplaza por el mundo, miles de millones de personas parecen simplemente esperar, en el doble sentido del tiempo y la esperanza. Esperar que una vacuna eficaz, segura y accesible en gran escala logre terminar de manera definitiva la amenaza del nuevo coronavirus, algo que podría suceder entre un año y 18 meses. Esperar que la inmunidad de aquellos que ya sufrieron la enfermedad sea duradera. Esperar que la combinación de otras medidas —quedarse en casa, lavarse las manos— aplane la curva de contagios para ganar tiempo.
Por Infobae
¿No hay acciones posibles que no sean defensivas? La pregunta volvía una y otra vez a la cabeza de Jim Yong Kim, médico y antropólogo que pasó la vida entera en el combate contra enfermedades infecciosas. En los ’90s, como cofundador de Partners in Health, actuó contra la tuberculosis resistente a los antibióticos; a comienzos de este siglo, dirigió el departamento de VIH/sida de la Organización Mundial de la Salud (OMS); como presidente del Banco Mundial se ocupó del cólera en Haití y el ébola en África occidental.
“Esa experiencia en el frente me ha enseñado que la esperanza es algo maravilloso, esencial para cualquier empresa difícil. Pero, en especial cuando se trata de enfermedades infecciosas, la esperanza no sirve de mucho si no va acompañada de un plan audaz y vigoroso”, escribió en una columna para The New Yorker.
Para Kim —quien también fue profesor de salud global en la Escuela de Medicina y en la Escuela de Salud Pública de la Universidad de Harvard— una caso a mirar con atención es el de Corea del Sur, que “ha manejado la pandemia mejor que cualquier otro país” y, por cierto, “ha seguido un plan de este tipo”. Allí se habla del COVID-19 como si fuera una persona: las autoridades sanitarias lo describieron como “escurridizo, desagradable y persistente” y “tiene que ser cazado”. Esa misma actitud agresiva, destacó, se vio en Singapur, y también en China. En cambio, en algunos lugares de Europa y en los Estados Unidos, donde la cantidad de infectados y muertos ha sido altísima, el experto vio “pasividad”.
No obstante, no es demasiado tarde para intensificar la lucha. “Todavía podemos movilizarnos y empezar a cazar el virus. Lo que se necesita es una iniciativa de salud pública lo suficientemente grande como para afrontar el reto”, argumentó.
Cinco armas
Citó un estudio publicado en JAMA sobre 32.000 pacientes de coronavirus en Wuhan, realizado por las escuelas de salud pública de Harvard (Cambridge, Massachusetts) y de Tongji (Wuhan, China). El estudio muestra cómo las estrategias de contención llevaron la tasa de contagios de SARS-CoV-2 de cuatro a menos de uno, lo cual se considera el punto en que comienza el fin de una epidemia.
“Al principio el virus se diseminaba sin control en Wuhan, y era altamente transmisible”, recordó. Pero entonces el 23 de enero la ciudad quedó aislada: “La tasa de transmisión cayó drásticamente”. Pero ¿qué pasaría una vez que se levantara el confinamiento? En esa situación se encuentran hoy muchos países de Europa y muchos estados de los Estados Unidos, y pronto podrían estar también los de América Latina.
La respuesta de Wuhan fueron “cinco elementos, cinco armas”, sintetizó Kim. Al utilizarlas simultáneamente, “la tasa de transmisión volvió a caer, al punto que cada caso producía menos de uno más. Cuando eso sucede, una epidemia se extingue”. Esas armas fueron:
1) pruebas de detección del coronavirus: comenzaron un testeo amplio, para encontrar a los infectados (con o sin síntomas);
2) rastreo de contactos: identificaron con quiénes habían estado los infectados, los contactaron y les hicieron el análisis;
3) aislamiento: pusieron en cuarentena a la gente que creyeron que podía tener el virus y hospitalizaron a aquellos que estaban enfermos;
4) tratamiento: aumentaron en gran escala el sistema de salud, al punto de haber construido más de 12 hospitales nuevos dedicados a tratar pacientes en las etapas tempranas de la infección por el coronavirus;
5) mantuvieron medidas de distancia social.
“Al usar estas cinco armas, Corea del Sur, Singapur, Taiwán y Hong Kong también lograron controlar al virus. Pruebas de países de todo el mundo, incluyendo Alemania y Australia, sugieren con firmeza que sólo esta respuesta completa de cinco partes es capaz de detener el COVID-19”, subrayó Kim. “Italia todavía no ha desplegado todo el arsenal; allí, la propagación del virus se ha ralentizado, pero no lo suficiente como para detener el brote y permitir el reinicio de la economía. España se enfrenta al mismo problema. En los Estados Unidos, estamos viendo un aplanamiento de la curva en lugares donde el distanciamiento social se ha practicado rigurosamente”.
El caso de Massachusetts
Kim vive en el estado de Massachusetts, donde la ciudad de Boston contiene una fuerte red médica de hospitales vinculados a las universidades. Como miembro de Partners in Health llevó su propuesta al gobernador, Charlie Parker, quien la estudió y “se embarcó en un plan que incluye tests a gran escala en todo el estado y localización de contactos» cuyos resultados se vinculan a “un sistema eficaz de cuarentena y tratamiento”.
Cuando le presentó la propuesta a Baker, Massachusetts estaba ya muy golpeado por el COVID-19. “Pero él no nos dijo que era muy caro o muy difícil o muy tardío. Dijo: ‘Tenemos que hacerlo. No tenemos opción. Parece que estamos sentados esperando. Tenemos que salir a la ofensiva contra el virus’. Fue un momento de ánimo para todos nosotros”, dijo, en alusión a sus colegas médicos.
Hace tres semanas se armó un consorcio: los departamentos de salud del estado y de los municipios, el sistema de seguros médicos que participa de la ley de cuidados accesibles (ACA, más conocida como Obamacare) y varias empresas privadas, entre ellas Accenture (servicios tecnológicos) y Salesforce (software) para construir el sistema, algo que también generará cientos de nuevos empleos. Kim es asesor especial del consorcio, cuyo último consejo se convirtió en una orden de Baker: que todos los residentes del estado lleven mascarillas en público.
Entre las dificultades que encontraron pronto se presentó una crítica: es tarde para rastrear los contactos. Eso es demasiado difícil una vez que una infección es de transmisión comunitaria. “Como veteranos de campañas anteriores contra epidemias, podemos asegurar que esa percepción es errónea. Estamos de acuerdo en que es tarde, pero los países que han logrado suprimir el COVID-19 han demostrado que el rastreo de los contactos es eficaz incluso en el punto álgido”, argumentó Kim. “En la lucha contra la infección, siempre se llega tarde. Llegar tarde sólo significa que no hay tiempo que perder”.
La segunda fue la falta de kits de pruebas para cubrir el volumen de población necesario. Allí Kim confía en la innovación: “Hay en marcha, o en camino, muchos tipos nuevos tipos de análisis. Con la tecnología actualmente disponible Massachusetts logró aumentar espectacularmente la cantidad de pruebas que administra, de 41 el 9 de marzo a más de 8.000 el 17 de abril. El Instituto Broad se ha comprometido a utilizar sus enormes laboratorios de última generación para procesar muchos miles de pruebas al día”, puso como ejemplo.
La tercera apuntó a la idiosincracia: cuarentena y aislamiento son posibles para el temperamento asiático, pero la cultura occidental es diferente. Kim aseguró que esa dificultad en realidad no existe, porque en su experiencia cuando una persona sabe que se expuso a un contagio y puede enfermarse pronto, comprende la importancia de quedarse en su casa. “Lo que hace falta es darle apoyo”.
Redes para la emergencia y para el futuro post-coronavirus
Detalló: “Uno no se puede quedar en la casa si no tiene comida; no puede responder una llamada de un encargado de rastrear contactos si no tiene minutos disponibles en el teléfono, o no tiene teléfono. Uno puede necesitar ayuda para explicarle al jefe lo que sucede. Uno necesita garantías de que podrá sostener a su familia. En Asia los países que tuvieron éxito en la lucha contra el virus brindaron exactamente esa clase de apoyo”.
Dado que esa red para ayudar a que se queden en la casa aquellos infectados o en riesgo de infección requiere dinero y personal, una vez más se presenta la oportunidad de generar empleo en medio de una crisis económica sin precedentes. “En comparación con los paquetes de estímulo que se han pasado y se siguen considerando, el costo de contratarlos es mejor negocio”, observó.
Detectar a los contagiados permite que se mantengan alejados de otros, y corta la transmisión. Tratar los síntomas tempranamente salva vidas. Dado que en el caso del COVID-19 los síntomas suaves pueden volverse graves de un momento a otro, un aislamiento con supervisión médica —sobre todo para los grupos más vulnerables, como los adultos mayores—, por ejemplo en instalaciones de hoteles, podría contribuir a una respuesta efectiva, sugirió Kim en The New Yorker.
“Imaginemos un sistema que se activa en el instante en que alguien se expuso al virus o se enfermó por él. Los profesionales de la salud lo encuentran, se comunican con él, lo educan junto a su familia y ayudan a que todos actúen de manera correcta, de manera tal que el conjunto esté seguro y reciba atención. Si hacemos esto una y otra vez, derrotamos al virus», propuso. «También construimos una base para la confianza en un futuro post-virus”.
El experto apuntó a otra razón para construir este sistema. Con el SARS-CoV-2 en 187 países, al menos que se tenga documentado, el COVID-19 “dará vueltas por el mundo durante mucho tiempo”. Aun Corea del Sur, Singapur y China, que lograron detener la transmisión, debieron tomar medidas para evitar una segunda ola de brotes generados por asintomáticos o por viajeros. “El virus bien podría volverse estacional, como la gripe, y, al igual que la gripe podría mutar regularmente, convirtiéndose en un blanco móvil para los investigadores de la vacuna. Sin un sistema duradero en su lugar, podríamos encontrarnos atrapados en un ciclo de encierro y estímulo, siempre a en la doble espera del tiempo y la esperanza, sin final a la vista”.
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