El 29 de abril de 1986 se incendió la Biblioteca Central de Los Ángeles. No se convirtió en gran noticia, pero una periodista con talento acaba de dedicarle el libro que se merecía.
Sergio Dahbar / ALnavío
Aquí lo importante es nombrar primero a Susan Orlean, la verdadera estrella de esta nota. Periodista graduada en la Universidad de Michigan, hoy es una de las plumas de mesa de la mítica revista New Yorker. Nacida en 1955, en la ciudad de Cleveland, en el corazón de una familia judía, esta reportera se convirtió en celebridad con un libro que primero fue un misterio tan enigmático como una flor, y luego una película famosa de culto, El ladrón de orquídeas.
Ese libro fue el producto de una investigación de años que la condujo a un hombre particular, John Larroche, criador y coleccionista de orquídeas del sur de Florida. Libro fascinante e imposible de abandonar, también sedujo al cineasta Spike Jonze, que la llevó al cine con guión de Charlie Kauffman, y la actuación de Meryl Streep y Nicolas Cage. Esa obra alcanzó la fama de Hollywood como obra independiente y convirtió a Orlean en una referencia del periodismo de calidad.
Ahora ella ha vuelto. Con un procedimiento similar. A Orlean no le interesa tanto lo que consigue al final del viaje, como el trayecto en sí mismo. ¿Suena conocido? Debería. En eso anduvieron muchos aventureros, militares, héroes y hombres desconocidos. En esa manera de entender la travesía por la vida se jugó el pellejo Ulises.
El 29 de abril de 1986 la Biblioteca Central de una ciudad famosa por producir películas y estrellas caprichosas ardió en llamas durante siete horas. 50 bomberos resultaron heridos y 400.000 libros fueron destruidos
Pero Susan Orlean encontró en una fábula urbana de la ciudad de Los Ángeles la metáfora para su nuevo proyecto, El libro de la biblioteca (The library book). El 29 de abril de 1986 la Biblioteca Central de una ciudad famosa por producir películas y estrellas caprichosas ardió en llamas durante siete horas. 50 bomberos resultaron heridos y 400.000 libros fueron destruidos. Más de un millón sufrieron daños. Lo curioso es que no fue una noticia importante. Ni siquiera en The New York Times, un periódico que se jactaba de saber lo que ocurría en la calle.
Esa misma semana se conoció la noticia del reactor nuclear que se derritió en Chernóbil, Rusia, y el mundo verdaderamente entró en pánico porque esa era la tragedia que la Guerra Fría podía producir en el mundo. Fue una catástrofe devastadora y los medios del planeta se volcaron sobre Asia. The New York Times envió el incendio ocurrido en Los Ángeles a la página 14 del primer cuerpo. Ni siquiera la sospecha de que había sido un fuego provocado despertó la curiosidad de los lectores. Y así se quedó ese tema por 32 años.
Hasta que apareció Susan Orlean. Como menciona Michael Lewis, el incendio se convirtió en un MacGuffin a lo Alfred Hitchcock, ese truco absurdo para atraer al “lector hacia un tema en el que el lector nunca imaginó que sería atraído”: la historia y la vida actual de la Biblioteca Central de Los Ángeles. Había encontrado un centro, un hilo central, alrededor del que giran los libros y las bibliotecas en su vida.
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