Después de cinco meses de mandato, el presidente de Bolivia, Luis Arce, atraviesa su primera gran encrucijada. El primer mandatario boliviano y aliado del populista Evo Morales, deberá decidir si su gobierno comienza a configurarse más como una tecnocracia abocada al tema económico o bien como un régimen autoritario dispuesto a emprender una «cacería de brujas» en contra de sus opositores.
Por ALEJANDRO G. MOTTA – LA RAZÓN
La primera posibilidad reposa en el buen récord que el actual presidente sostuvo al frente del Ministerio de Economía y Finanzas Públicas cuando Morales fungía como Presidente. Durante más de una década el curioso tecnócrata pero fiel al populismo de izquierda, logró lo que algunos calificaron el «milagro boliviano». Los números hablan por sí solos: reducción de la inflación a 1.5%, en un momento la más baja de América Latina, el PIB per cápita se triplicó, aumentó el salario real, las reservas crecieron y la pobreza extrema cayó de casi 38% a un 15%.
El otro camino, aunque no necesariamente excluyente del primero, se podría consolidar a partir de una politización de la justicia; en otras palabras, a través de la persecución política so pretexto de un mandato o sentencia de unos jueces serviles a los intereses políticos de Arce y Morales. La primera muestra la vemos con el encarcelamiento de la expresidenta interina Jeanine Áñez.
La actual opositora, acusada de terrorismo y de liderar un golpe de Estado, ha denunciado en los últimos días torturas a sus familiares cuando fue detenida y la prohibición de ser revisada por médicos de su confianza. Su defensa resulta clara: «no hubo golpe, hubo fraude. No hubo golpe, Evo renunció».
El caso de Áñez podría representar un globo de ensayo operado por Evo Morales. Si la comunidad internacional y la presión interna resultan débiles denunciando el atropello del actual gobierno, es probable que la persecución se intensifique en las próximas semanas. Básicamente, la arremetida deberá tener el menor costo político con el objetivo de consolidarse en el corto y mediano plazo.
Por su parte, Arce visitó México días atrás para cumplir una agenda netamente política. Entre los puntos más importantes fue la discusión sobre el rol de la Organización de Estados Americanos (OEA) -su Secretario General, Luis Almagro, es un crítico importante al populismo de izquierda boliviano- y la importancia de fortalecer organismos como la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC), donde Nicolás Maduro y el presidente cubano Miguel Díaz-Canel, por ejemplo, mantienen una activa participación. Esto, en un intento claro de restarle fuerza a la multilateral liderada por el uruguayo Almagro.
La encrucijada marca dos caminos para Luis Arce. Ciertamente, ambas posibilidades podrían no ser excluyentes en lo doméstico. Sin embargo, sí lo sería en el concierto internacional. Sin duda que lo que ocurra con Áñez determinará en los próximos meses la imagen de un gobierno que recién comienza y el liderazgo de un tecnócrata con un posible ropaje autoritario.
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