La Organización Mundial de la Salud (OMS) ha hecho un llamamiento a las naciones más desarrolladas a que aporten unos 23.000 millones de dólares para poder hacerle frente al coronavirus y lograr ponerle fin a la emergencia sanitaria en este 2022.
En este contexto, un grupo de gobiernos internacionales ha acordado un nuevo marco de financiación en apoyo del plan Acelerador ACT –un mecanismo de colaboración internacional de la OMS–, dirigida especialmente a recaudar fondos de las naciones más ricas.
El primer objetivo de este llamamiento de la OMS, tal y como reconoce el propio organismo, es «cubrir el déficit de financiación» de unos 16.000 millones de dólares del Acelerador ACT. Las correspondientes naciones aportarán una cantidad determinada en función de las capacidades de sus propias economías y de los beneficios que les reportaría una recuperación más rápida de la economía y el comercio mundiales.
Con esta cantidad se espera financiar el trabajo de los distintos organismos del Acelerador ACT, cuya investigación permitiría la adquisición de herramientas que la OMS considera «esenciales» para combatir el coronavirus y proporcionárselas a aquellos países con ingresos más bajos.
Según el ente sanitario de Naciones Unidas, de las más de 4.700 millones de test de coronavirus que se han efectuado a lo largo y ancho del planeta, tan solo unos 22 millones –en torno al 0,4 por ciento– se han realizado en naciones de bajos ingresos, países donde tan solo el diez por ciento de la vacunación ha recibido al menos una dosis de la vacuna.
Así pues, en base a estos datos, desde la ONU se ha alertado de que esta «enorme desigualdad» no solo cuesta vidas, sino que también va en contra de las economías mundiales y alimenta la posibilidad de la aparición de nuevas cepas y variantes más peligrosas, que podrían hacer menos eficaces las herramientas de las que se dispone a día de hoy.
Por tanto, con los fondos requeridos para el Acelerador ACT se pretende crear un fondo común de vacunas contra el virus, adquirir unos 700 millones de pruebas de detección de la enfermedad, conseguir tratamientos para 120 millones de pacientes y más de 400 millones de metros cúbicos de oxigeno, proteger a 1,7 millones de empleados sanitarios y apoyar los ensayos clínicos de tratamientos y vacunas.
Por su parte, el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, ha aplaudido esta iniciativa, aunque ha lamentado que, en el tercer año de pandemia, los objetivos cruciales para aplacar el virus aún queden lejos, como la vacunación universal o la democratización de los tratamientos para los pacientes.
«La desigualdad en la vacunación es el mayor fracaso de nuestro tiempo desde el punto de vista moral, y las personas y los países están pagando el precio», ha criticado Guterres, quien, sin embargo, ha puesto en valor que «el suministro y la distribución» de los antivirales «se están acelerando exponencialmente» y se está «recuperando el tiempo perdido en muchos países».
Asimismo, el director general de la OMS, Tedros Adhanom Ghebreyesus, ha destacado que «la rápida propagación de (la variante) ómicron hace que sea aún más urgente garantizar que las pruebas, los tratamientos y las vacunas se distribuyan de forma equitativa en todo el mundo».
«Esta alianza puede ayudar a los países de ingresos bajos y medios a superar los bajos niveles de vacunación contra la COVID-19, las deficiencias de las pruebas y la escasez de medicamentos», ha zanjado el director de la OMS, quien ha remarcado que si las herramientas para luchar contra el virus «se comparten globalmente de forma solidaria», se podrá acabar con la emergencia sanitaria este mismo año.
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