Recibieron la orden firmada por el propio comandante del ejército desde Kyiv. A regañadientes, pero se tuvieron que rendir.
Los casi 2.500 milicianos que defendieron la sitiada ciudad de Mariupol hasta las últimas consecuencias en los túneles de la acería de Azovstal se entregaron a las fuerzas rusas a mediados de mayo. Los soldados fueron llevados a un campo de prisioneros levantado por los rusos en el pueblo de Olenivka, dentro de la autoproclamada República Popular de Donetsk (RPD, el enclave pro-ruso dentro del territorio ucraniano). Los oficiales están en la infame cárcel de Lefortovo, en Moscú, donde iban a parar en la época soviética los disidentes prominentes como Aleksandr Solzhenitsyn.
Desde que los combatientes ucranianos estaban atrapados en la acería, Yulia Fedosyuk (29), no se detuvo un solo día en su lucha por la liberación de su esposo, Arseniy Fedosyuk, uno de los oficiales que terminaron en Lefortovo. En ese momento fue a ver al Papa Francisco para que la ayudara. Había formado una asociación de familiares de los militares junto a otra chica Kateryna Prokopenko (27). Trabajaba como asesora de un diputado cuyo padre es el embajador ucraniano en el Vaticano. Consiguió una de esas audiencias que se realizan en la Plaza de San Pedro.
“Escuchó a unas diez personas antes que a nosotras. Estaba sentado por su problema en las rodillas y recibía cartas y documentos. Cuando nos acercamos y el traductor le dijo quién éramos, el Papa Francisco se levantó. Escuchó con mucha atención. Observó con detenimiento las fotos que le llevamos. Y nos dijo que estaba dispuesto a ir a Mariupol para sacar a nuestros maridos de la acería. Pero nos dejó en claro que no dependía de él. Entendí que todo dependía de Putin”, contó Yulia a la revista rusa independiente Meduza.
La foto de las chicas ucranianas en el Vaticano dio la vuelta al mundo y se convirtieron en un símbolo. La belleza, la juventud y la perseverancia, hicieron el resto. Yulia logró poner el tema de los prisioneros en la agenda de la guerra. Fue ella quien alertó a la Cruz Roja Internacional sobre el paradero de los rendidos en Mariupol, de los interrogatorios interminables a los que fueron sometidos y el traslado a la cárcel moscovita. Todo se podría resolver con un simple intercambio de prisioneros como ocurre en las guerras desde siempre. Pero en el Kremlin saben que tiene entre los oficiales del ejército, como el marido de Yulia, a figuras con las que pueden lograr alguna victoria mediática.
Y no son los únicos. Rusia también mantiene con el mismo propósito a dos voluntarios estadounidenses que combatían en una brigada internacional junto a los ucranianos. El portavoz del Kremlin, Dmitry Peskov, reconoció que los tenían y que no los iban a liberar. “Estamos hablando de mercenarios que amenazaron la vida de nuestros militares. Y no sólo los nuestros, sino también los de la República Popular de Donetsk (RPD) y la República Popular de Lugansk (RPL)”. Y remarcó que “el ámbito de la Convención de Ginebra (que da protección a los prisioneros de guerra) no los incluye ni puede incluirlos”.
El secretario de prensa de Putin no descartó la posibilidad de que el tribunal los condene a la pena de muerte. “No podemos excluir nada porque se trata de una decisión judicial. Nunca hacemos comentarios al respecto y, además, no tenemos derecho a interferir en las decisiones de los tribunales”, dijo. Se trata de los ex militares estadounidenses, Alexander Drueke, de 39 años, y Andy Huynh, de 27, capturados cerca de Kharkov. El 16 de junio, el Departamento de Estado anunció que estaba dispuesto a abrir una negociación para un intercambio de prisioneros, pero no hubo ninguna precisión sobre quiénes podrían ser los beneficiados que estarían en manos estadounidenses. El vicecanciller ruso, Sergey Ryabkov, dijo que habían recibido el pedido de Washington y lo estaban evaluando. Seguramente, Moscú va a pedir grandes concesiones por la cabeza de estos prisioneros.
Una semana antes, un tribunal de la RPD había condenado a la pena capital a dos ciudadanos británicos tomados prisioneros, Shaun Pinner y Aiden Aslin, así como al marroquí Brahim Saadoun, los tres también voluntarios de las milicias internacionales. La fiscalía argumentó que los testimonios obtenidos de estos tres combatientes demostraban su “participación en delitos como la toma de poder por la fuerza y las actividades mercenarias”.
Sin embargo, ya se registró un exitoso intercambio con una prisionera “prominente”. En la noche del 17 de junio, el presidente Volodymyr Zelensky anunció que la paramédica ucraniana Yulia “Taira” Paevska había sido liberada del cautiverio ruso. Paevska es considerada una heroína en Ucrania, conocida por haber salvado cientos de vidas como voluntaria en el Donbás. Al comienzo de la invasión rusa, Paevska pasó semanas evacuando a los heridos en la sitiada Mariupol (las desgarradoras imágenes de su cámara corporal fueron publicadas posteriormente por Associated Press). Después de que las tropas rusas capturaran a Paevska el 16 de marzo, los medios de comunicación favorables al Kremlin comenzaron a calificarla de “nazi” y a acusarla de terribles crímenes. Los blogueros pro-Kremlin que inventaron muchas de las acusaciones fueron muy críticos de la liberación.
Según un perfil del sitio The New Voice of Ukraine, Yulia Paevska nació en Kiev en 1968. Graduada por la Universidad Nacional de Educación Física y Deportes de Ucrania, enseñó el arte marcial Aikido durante más de 20 años, mientras trabajaba como diseñadora. Paevska saltó a la fama en 2014, tras convertirse en paramédico durante la Revolución del Maidán, el levantamiento pro-europeo. Con el estallido de la guerra en el este de Ucrania, se convirtió en instructora de medicina táctica y fue al Donbás como paramédica voluntaria.
Allí formó a miles de personas en medicina táctica y se convirtió en la líder de un equipo de evacuación médica voluntario llamado “Los Ángeles de Taira”, que dice haber salvado la vida de miles de heridos. En ese 2018, Paevska tuvo tiempo de competir en los Juegos Invictus, creados por el príncipe Henry de Inglaterra, en los que ganó medallas de tiro con arco y natación. Luego pasó a servir en las Fuerzas Armadas ucranianas, dirigiendo la unidad de evacuación de un hospital móvil en Mariupol. Tras ser desmovilizada en 2020, Paevska siguió trabajando como voluntaria y con la invasión rusa se instaló en Berdianske, cerca de Mariupol, desde donde dirigió toda la operación de evacuación de los heridos de la acería de Azovstal hasta que fue hecha prisionera.
En tanto, Yulia Fedosyuk sigue su campaña por la liberación de su marido, Arseniy, un historiador de 30 años que comenzó su lucha contra los rusos desde que el Kremlin presionó en 2012 al entonces gobierno ucraniano para que no firme el pedido de adhesión a la Unión Europea. Estuvo en la toma de la plaza del Maidán y combatió en Donetsk contra los pro-rusos. En esa época se casaron con Yulia y ella también recibió entrenamiento militar. Se veían cuando él tenía algunos días libres y podía viajar a Kyiv o cuando ella iba de voluntaria al frente y se encontraban algún fin de semana. Ahora, Yulia, sobre todo, quiere que se borre la imagen de que todos los que estaban en Mariupol eran “nazis” por pertenecer al denominado Regimiento Azov.
“Creo que las acusaciones de Rusia de que el regimiento Azov está formado por nazis se hace por una razón: El Azov es un regimiento muy motivado, y está completamente formado por voluntarios. Está formado por chicos jóvenes, muy profesionales, muy preparados para el combate, todo el mundo lo sabe. Durante los últimos ocho años, ha quedado claro una y otra vez que los rusos siempre tienen miedo cuando luchan contra el Azov. Porque no se puede negociar con ellos. Son un enemigo peligroso y es difícil luchar contra ellos, así que mejor calumniarlos, inventar alguna mitología que ponga al mundo entero, incluso a Ucrania, en contra del regimiento Azov”, explicó Yulia a la revista Meduza.
“El batallón Azov no es neofascista, no es nazi, nada de eso. Es una formación oficial del ejército ucraniano. A lo largo de su historia, todo tipo de nacionalidades han servido en el regimiento: armenios, azeríes, griegos, georgianos, tártaros de Crimea, judíos. Actualmente hay unos 40 judíos entre los prisioneros de Azovstal, y durante el asedio, el rabino jefe de Ucrania se dirigió a la Knesset israelí con una carta en la que pedía que Israel sirviera de tercero y evacuara el batallón Azov”, contó Yulia.
En Moscú no están nada convencidos de esto y utilizarán la carta de que estos prisioneros, como el resto del gobierno ucraniano, según ellos, son “nazis” que hay que derrocar como lo hizo el Ejército Rojo soviético con los alemanes de Hitler. Es muy posible que sea el argumento principal que usen los negociadores rusos en una mesa de negociaciones para el intercambio de prisioneros. Yulia lo sabe y está dispuesta a luchar contra esas falacias y por la liberación de Arseniy y los otros “héroes de Mariupol”
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