La pandemia de covid-19 que afecta a Honduras desde marzo de 2020 ha reducido este año las ventas de tiras palmas para su bendición el Domingo de Ramos en los templos católicos.
EFE
«Por ese virus uno viene con miedo a vender y han estado diciendo que no nos iban a dejar vender en la iglesia», dijo a Efe la campesina Trinidad, de 63 años, en el atrio de la catedral de Tegucigalpa, donde se instaló este viernes.
Trinidad, acompañada de dos de sus hijos, indicó que proviene de Alubarén, departamento de Francisco Morazán, en el centro de Honduras, y que desde que era niña acompañaba a su madre a vender ramos y pequeñas cruces de palma.
La venta de palmas es una vieja tradición en muchos de los templos católicos de Honduras, marcada por decenas de campesinos, entre hombres, mujeres y niños, que llegan desde comunidades rurales del país.
Trinidad señaló que «ahora se gana poco por la venta de ramos, no solo por el virus, sino también por lo caro del pasaje, más los bultos de palma y la comida que hay que comprar en la capital».
En condiciones normales, al menos en Tegucigalpa, decenas de vendedores de palma comienzan a llegar el viernes y regresan a sus comunidades después de la celebración de la misa del Domingo de Ramos, con la que se recuerda la entrada de Jesús a Jerusalén, hace más de dos siglos.
Los campesinos, de los que muchos llegan en pequeños grupos familiares, duermen en las afueras de los templos católicos.
Otros llegan el sábado y regresan el domingo, siempre después de la misa, en la que participan como creyentes católicos.
Trinidad espera que este año las ventas le dejen unos 2.500 lempiras (104 dólares) «para llevar el pescado y las verduras para las sopas de la Semana Santa».
Añadió que tiene que trabajar para ayudar a su madre, de 101 años, que vive en el barrio Fátima, de la capital hondureña.
«Además, tengo que mantener a seis niños (nietos) que me dejaron las nueras que se fueron para España, que los han dejado abandonados», enfatizó Trinidad, quien tuvo nueve hijos, de los que viven siete, y sufrió un aborto.
SANTOS JULIÁN, DE 80 AÑOS, LE PIDE A DIOS BUENAS VENTAS
A pocos metros del puesto de ventas de Trinidad se apostó Santos Julián, también campesino, de 80 años, quien dijo a Efe que le está «pidiendo a Dios buenas ventas», aunque tiene pocas palmas para ofrecer porque ya no tiene la misma fuerza de antes para cargarlas.
Santos Julián llegó en la tarde del jueves al atrio de la catedral de Tegucigalpa y hacia las 12.00 horas locales de hoy (18.00 GMT), indicó que había vendido unos 450 lempiras (22,5 dólares).
El campesino expresó que viene de San José de Pespire, departamento de Choluteca, en el sur de Honduras, donde vive junto con su esposa y 12 hijos, de los que al menos «dos llegarán mañana con más palmas».
Cuando un comprador le dijo a Santos Julián que aparentaba menos de 80 años, no dudó en responder que se lo iba a demostrar e, introduciendo su mano izquierda a la bolsa delantera del pantalón, extrajo su carné de identidad, el que mostró con su mano derecha, que le tiembla bastante, aunque no sabe si podría estar padeciendo el Mal de Parkinson.
Santos Julián señaló además que en su comunidad se dedica al cultivo de maíz y fríjoles para subsistir y lamentó que por las fuertes lluvias del año pasado, perdió la cosecha. «Se pudrieron los pocos granos que esperábamos», dijo.
Por la pandemia de covid-19, que en Honduras ha dejado más de 4.500 muertos y 185.000 contagios, según registros oficiales, la Iglesia católica no celebrará las tradiciones procesiones que en tiempos normales celebra del Jueves Santo al Domingo de Resurrección.
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