Durante una larga reunión del Gabinete de Seguridad de Israel, ocurrida en un bunker subterráneo cercano a Jerusalem, Benjamín Netanyahu tomó la decisión de atacar a Irán en un rango de posibles blancos estratégicos que incluye refinerías petroleras, sistemas de defensa antiaéreas e instalaciones del avanzado proyecto nuclear.
La definición de los posibles objetivos militares se resolverá tras una última ronda de conversaciones entre el gobierno israelí y la administración Biden, que ha desplegado todo el potencial bélico de los Estados Unidos para apoyar a Israel frente a los ataques combinados de Hezbollah, Hamas, Irán y los Hutíes.
-¿Usted avala un ataque de Israel a instalaciones nucleares en Irán?-, le preguntaron ayer a Joe Biden.
La respuesta es no. Israel tiene derecho a responder, pero debe hacerlo de manera proporcionada-, contestó el presidente de los Estados Unidos.
La posición pública de Biden no implica que Netanyahu finalmente no decida atacar los blancos nucleares de Irán. Hace una semana, Estados Unidos planteó un cese del fuego de 21 días en El Líbano para evitar una guerra total en Medio Oriente, y el premier israelí contestó con simples evasivas hasta ordenar el asesinato de Hassan Nasrallah, líder de la organización terrorista Hezbollah.
Biden está al final de su mandato -es un Pato Cojo, en el slang americano-, y Netanyahu sopesa esta situación coyuntural para definir acciones militares que tendrán consecuencias domésticas y geopolíticas que se extenderán más allá de las elecciones presidenciales en Estados Unidos.
En este contexto, además de un posible target nuclear, Israel también tiene la opción de atacar las refinerías petroleras de Irán, que es su principal fuente de ingresos económicos. Un vocero de las Fuerzas de Defensa de Israel aseguró que “hay suficiente capacidad” para avanzar sobre cualquier blanco en Medio Oriente, en un mensaje en clave dirigido al regimen de los Ayatollahs.
A 25 kilómetros al sur de la costa de Irán, se encuentra la isla de Kharg, que controla el 95 por ciento de las exportaciones de petróleo de Teherán. Israel tiene en la mira esta diminuta isla, que podría transformar en polvo con un ataque de misiles propios y la inteligencia militar aportada por los satélites del Pentágono.
La diferencia básica entre atacar las instalaciones nucleares o las refinerías petroleras se apoya en la hoja de ruta que está trazando Netanyahu y su gabinete de seguridad.
Si Israel acepta la “proporcionalidad” exigida por Biden, se inclinaría por avanzar sobre el complejo petrolero de Teherán.
En cambio, si Netanyahu considera que ya es momento de quebrar el principal proyecto estratégico de Irán, los misiles apuntarían hacia Isfahán y Natanz.
En Isfahán hay un centro de investigación y producción de combustible nuclear, adonde trabajan cerca de 3.000 científicos, mientras que en Natanz opera la principal planta de enriquecimiento de Irán.
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