La crisis de la «seguridad global» se ramifica judicial y políticamente. Cuatro policías han sido inculpados por los presuntos delitos de violencias racistas. Gobierno, Asamblea Nacional (AN) y Senado siguen tirando bombas fétidas y petardos políticos a las puertas del Elíseo sitiado de Emmanuel Macron.
Por ABC
Rémy Heitz, fiscal de la República, confirmó el fin de semana la inculpación del cuatro policías por los presuntos delitos de «violencia voluntaria cometida por persona depositaria de la autoridad pública» y «falsificación de documentos públicos».
Dos de los cuatro policías que apalearon a Michel Zecler, productos audiovisual, la semana pasada, han sido encarcelados directamente. Los otros dos han quedado en libertad bajo control judicial. Los cuatro serán juzgados por unos presuntos delitos que han agravado varias crisis superpuestas.
Los policías que apalearon a Michel Zecler, actuaron con violencia racista al margen de varias manifestaciones de protesta callejera contra el proyecto de Ley de «seguridad global» que sigue su imprevisible curso parlamentario.
Un testigo pudo filmar, con su teléfono, unas escenas de violencia racista que han escandalizado a toda Francia, hasta su presidente. Emmanuel Macron se mostró «escandalizado» por el comportamiento de los policías, violentos y racistas. Escandalizado el jefe del Estado, la justicia se puso en marcha, inexorable. La fiscalía del Estado-República confirma la instrucción del caso, que será juzgado con relativa «celeridad».
Rosario de tensiones
El caso, siendo grave, no zanja ni pone fin, ni mucho menos, a las tensiones institucionales, gubernamentales y políticas que plantea el proyecto de Ley de «seguridad global».
Los presidentes de la Asamblea Nacional (AN, con mayoría absoluta «macroniana») y el Senado (con mayoría de centro derecha «independiente») han criticado severamente a Jean Castex, primer ministro, jefe de Gobierno, que ha pedido la convocatoria de una «comisión independiente» para redactar el más polémico de los artículos del proyecto de Ley.
El grupo parlamentario de La República En Marcha (LREM), el partido de Macron, se siente «humillado» por las «ligerezas» gubernamentales.
Gérald Darmanin, ministro del Interior (antiguo portavoz oficial de Nicolas Sarkozy), está en el centro de todas las críticas, de izquierda, derecha, extrema izquierda y extrema derecha, tras haberse disputado con su jefe de Gobierno, Castex, sobre la «gestión» del proyecto de Ley de «seguridad global».
Todas esas tensiones se han convertido en una nube tóxica cuyos «aguaceros» caen a toda hora como lluvia fétida sobre el Elíseo de Emmanuel Macron.
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