María Luisa Ortega, de 88 años, llevaba cuatro años en la residencia Casa Asil, del barrio de Sant Andreu Palomar de Barcelona. “No tengo ninguna queja hacia el personal de la residencia, que el 50% ha caído [enfermo]” posiblemente contagiado por coronavirus, cuenta su hijo por teléfono, Daniel M. Pero sí critica la falta de información y de cómo se gestionó la enfermedad y la muerte de su madre. “Las dejan morir, no las llevan al hospital”, lamenta.
En Casa Asil, que cuenta con 225 plazas, se han producido 31 muertes hasta el 30 de marzo. Es una de las residencias más afectadas de la ciudad, aunque solo tiene seis casos confirmados de fallecidos por coronavirus porque no les pueden practicar la prueba. La mujer padecía alzheimer, pero gozaba de buena salud. “Ni un resfriado, no tenía nada”, relata su hijo. Hasta que el sábado 28 de marzo les llamaron para decirles que estaba muy mal. Falleció tres días después, tras sufrir una saturación respiratoria del 70% y algo de fiebre.
El virus se ceba con las residencias
“Llevaba 16 días sin saber de mi madre cuando la residencia me llamó para decirme que había muerto”
“Habían muerto 20 personas y oficialmente no sabíamos nada”, denuncia Daniel, sobre la información de lo que estaba ocurriendo dentro de Casa Asil. Lo poco que llegaba era lo que se contaban las familias entre ellas. La residencia separó a los ancianos con síntomas del coronavirus de los que no tenían, pero Daniel insistió en saber si había algún contagiado en la planta de su madre. “Te dicen que no y no puedes hacer más”. Solo llamar a diario para saber su evolución.
“Un día estaba bien, al siguiente tenía 37,5, luego nos decían que todo bien… ”. El mismo sábado por la mañana, parecía que no revestía gravedad… “Hasta que llaman el sábado por la tarde, nos dicen que está mal y que podemos ir a verla 20 minutos”. En la breve visita, les dieron la noticia: “Que no come, que no pueden hacer nada, y que si autorizamos para que la seden”. En los días siguientes, le repitieron que no ingería nada. “Que le mojaban los labios”, recuerda. “La dejaron de alimentar y la sedaron”. Según asegura, la dejaron morir, sin entender que no la derivasen a un centro sanitario. “No le hicieron ni una resonancia”, dice, por lo que no sabe si padecía neumonía, un síntoma del coronavirus.
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Casa Asil informa en su web de los 31 muertos hasta el 30 de marzo, entre los que no está María Luisa, que falleció al día siguiente. También pide ayuda: la residencia necesita personal por estar 57 de sus trabajadores en cuarentena, entre ellos todo el equipo médico; además, también requiere material de protección y busca cómo hacer las pruebas a los 103 residentes y trabajadores que siguen allí para evitar riesgos. Este diario ha tratado, sin éxito, de saber la situación a día de hoy en la residencia, que los Bomberos de Barcelona desinfectaron el sábado. Por mail, remiten a un nuevo comunicado que se hará público este viernes. Tampoco la Generalitat ha facilitado nuevos datos.
La familia de María Luisa espera ahora para poder enterrarla: hasta el 4 de abril no tiene hora en el cementerio de Poblenou. “Me dicen que hay muchos expedientes delante del de mi madre”, asegura su hijo, sobre las gestiones que ha tenido que hacer desde la muerte de su madre, todas por teléfono. Si nada cambia, les informan de que podrán ir tres persones máximo al cementerio. Pero tampoco les aseguran que puedan pasar dentro, dependerá de la “voluntad de los servicios funerarios”. Tampoco sabe si su madre murió por coronavirus.
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