El país asiático está sumido en el caos y su economía paralizada desde que los militares derrocaron al gobierno de Aung San Suu Kyi en febrero.
AFP
Varias comunidades birmanas, sobre todo en zonas donde ha habido muchos muertos en manos del ejército, han creado “fuerzas de defensa” locales.
En uno de estos talleres en el estado de Kayah, cerca de la frontera con Tailandia, un armero aficionado, rodeado de trozos de madera, instala un seguro para su arma.
Otro finaliza con una lijadora su fusil, con un mecanismo de cerrojo más bien propio de una película de la Primera Guerra Mundial.
Los resultados de estas armas artesanales están lejos de cumplir los requisitos necesarios para los combates.
“Una noche, los militares nos dispararon con artillería pesada”, explica a la AFP John Ko, miembro de un grupo de autodefensa. Los soldados de la junta se acercaron a unos 60-90 metros del grupo.
“Cuando decidimos responder, nuestros fusiles no dispararon como estaba previsto. Los habíamos fabricado nosotros”, dice.
“Pedimos ayuda a dos de nuestros francotiradores y disparamos ocho veces, pero sólo seis fueron correctos”, precisa.
Además de estos grupos de autodefensa, cientos de activistas prodemocracia se están entrenando con grupos rebeldes en la jungla, según varios analistas.
Pero estos combatientes aficionados saben que tienen pocas posibilidades de ganar al ejército birmano, uno de los más brutales del sudeste asiático.
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