Un templo budista a las afueras de Bangkok celebra a diario funerales en vida, donde los fieles buscan purgar su mala suerte y atraer la fortuna a través de una ceremonia donde permanecen acostados durante un rato dentro de un ataúd cubierto por una sábana.
Noel Caballero / EFE
«La gente viene cuando se siente mal, para expirar su mala suerte o por la recomendación de algún vidente (…) en busca de un nuevo comienzo», comenta con voz calmada a Efe el monje Prakru Prapath Waranukij, del templo Bangna Nai, en el sureste de Bangkok.
En una espaciosa estancia a la entrada del recinto religioso, llena de estatuas de Buda, representaciones de espíritus y una amalgama de figuras de dioses de otras religiones, cinco féretros blancos permanecen ubicados en el centro de la habitación.
Desde una tarima, el bonzo budista recita una serie de plegarias e instrucciones para guiar a los devotos durante las diferentes etapas del solemne ritual, para el cual tienen que hacer al menos tres pequeñas donaciones monetarias.
Tras postrase frente al prelado, los fieles se colocan frente al ataúd, mientras sujetan un ramo de flores con las manos, y con un paso firme, siempre comenzando con la pierna derecha, entran en el féretro y se tumban de espaldas y en dirección oeste para representar su funeral.
Un asistente cubre el ataúd con una sábana blanca y coloca sobre la tela un hilo que, a través de una maraña de hebras que recorre el techo, hace de conexión entre el monje, que comienza a entonar durante medio minuto una sarta de oraciones, y el féretro.
El asistente retira la sábana, el devoto se levanta y se tumba de nuevo en la dirección contraria, con la cabeza hacia el este para representar el nacimiento, seguido de una nueva serie de bendiciones.
MIEDO Y BUENA FORTUNA
Oraya, de 25 años, afirma sentirse «aliviada» al salir del ataúd y tras acudir por primera vez a la ceremonia junto a su hermana Pai, de 30 años, quien asegura que tras «el buen resultado» que le confirió el rito en dos ocasiones anteriores volverá «casi todos los años» para «conservar la buena fortuna».
«Tenía un poco de miedo al entrar en el ataúd, pero al levantar es como sentir una nueva vida», reconoce Tayarat, de 21 años, una edad considerada por los supersticiosos locales como de mal augurio.
Otros devotos también acuden a practicar la ceremonia tras sufrir una serie de malas experiencias.
«Mi novio tuvo un par de accidentes en una semana. Unos amigos me comentaron este ritual y ahora me siento como nueva», declara Naphatsanan, de 35 años y quien acudió al templo para acompañar a su pareja.
Para terminar con el culto, el monje, quien aporta algunos consejos personales a los fieles, ducha el rostro de los devotos con una suerte de agua bendecida perfumada.
LA COVID-19 AFECTA A LA AFLUENCIA
La afluencia de asistentes es constante durante los fines de semana y días festivos, aunque merma durante los días laborales, reconoce el prelado en una breve pausa tras atender a más de una decena de tailandeses.
La pandemia de la covid-19 también ha asestado un golpe al número de visitantes, que se ha visto reducido ante las medidas para evitar la propagación contra el virus.
Este rito, que también se celebra en otros templos del país, comenzó a celebrarse en esta pagoda de Bangkok hará unos 17 años, comenta Prakru Prapath Waranukij mientras una nueva pareja acude a la sala para participar el ritual.
El 90 % de los tailandeses profesa el budismo, que en muchos casos está mezclado con creencias hinduistas y animistas, presentes en el Sudeste Asiático antes de la llegada de los primeros monjes budistas.
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