Luego del desastre de la explosión del martes 4 de agosto, en el puerto de Beirut, cientos de libaneses han optado por no abandonar sus casas y comenzar a reconstruirlas.
EFE
De un lado para otro en su casa destruida, Elie mira cómo un amigo coloca bloques de hormigón para construir la pared de su cocina, tras decidir que continuarán viviendo entre esas cuatro paredes a pesar de la destrucción y sin la ayuda del Estado.
“No vamos a dejar este lugar, nos quedaremos aquí”, dice Elie a EFE mientras su familia atiende a los obreros que han contratado para despejar los escombros de su hogar, situado en el barrio de Karantina, uno de los más afectados en Beirut al estar ubicado frente al puerto.
Elie es bombero y ha perdido a 10 de sus compañeros en la deflagración. “Podría haber estado allí”, relata.
Casi 3.000 toneladas de nitrato de amonio que llevaban seis años almacenando en un galpón del puerto explotaron provocando una catástrofe en la capital, que ha dejado hasta el momento 171 muertos y casi 300.000 personas sin hogar, según datos oficiales de la gobernación de Beirut.
Las autoridades han informado que los daños podrían rondar los 3.000 o 5.000 millones de dólares, mientras que el jefe humanitario de la ONU, Mark Lowcock, ha advertido que la reconstrucción costará miles de millones de dólares y requerirá un amplio apoyo.
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