Los movimientos feministas en América Latina han impulsado durante décadas la defensa de los derechos de las mujeres y la búsqueda de la equidad de género en todos los sectores de la sociedad. Pero sus luchas han sido blanco de acusaciones que tienen su origen en un intento de desestimar la causa, aseguran expertas.
“En el siglo XXI se nos acusa de exageradas porque ya hemos logrado la igualdad, es decir, ya no vivimos en el siglo XIX. Ya podemos votar. Ya tenemos acceso a los espacios públicos, notablemente el laboral”, dijo a Voz de América Helena López, investigadora del Centro de Investigaciones y Estudios de Género de la UNAM.
Margara Millán, socióloga y profesora de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), explica que la percepción de que el feminismo logró su objetivo de igualdad por el acceso a derechos básicos proviene de estilos de vida fundamentados en el clasismo y el racismo.
“Las personas que hablan de que somos exageradas o que ya debemos de estar como cuerpos dóciles en una sociedad que nos ha dado trabajo y espacio, son personas que están totalmente integradas a esa sociedad”, explicó.
Un análisis del Departamento de Asuntos Económicos y Sociales de las Naciones Unidas estima que se necesitarán hasta 286 años para cerrar las brechas en materia de protección legal y eliminar las leyes discriminatorias contra las mujeres en todo el mundo. Además, tomará 140 años alcanzar la representación equitativa en los puestos de poder y liderazgo en el lugar de trabajo, y al menos 40 años para lograr una representación igualitaria en los parlamentos nacionales.
El feminismo es un movimiento de varias dimensiones, incluyendo social y crítico, así como un “estilo de vida”, explica López.
“Es una propuesta para transformar las relaciones que tienen que ver con el orden de género, es decir, con los cuerpos signados como masculinos y femeninos, y que son relaciones desiguales, asimétricas y en el peor de los casos, que son muchos, violentas”, dijo.
Millán dijo que hablar del feminismo como “un estilo de vida” implica que las personas asumen una teoría o posicionamiento político en la práctica.
“Una mujer que se asume como feminista tiene ciertas actitudes reiterativas de no permitir que actos que van en contra de las mujeres ocurran o indignarse por ello”, dijo.
Entre ese posicionamiento, resalta que el feminismo es diverso, y que cada persona actúa en su vida diaria como feminista de diferentes maneras. Por ejemplo, en el caso de algunas jóvenes, el feminismo implica reciprocidad con sus compañeras a través de consignas como “yo sí te creo”
“Yo sí te voy a creer cuando me hables de que alguien te acosó, no voy a ponerte en duda. Esa es una práctica del feminismo contemporáneo”, agregó Millán.
El reto de no nombrarse feminista
Valeria Angola, una mujer afrocolombiana radicada en Ciudad de México, vivió una parte de su vida “declarándose a los cuatro vientos” como feminista debido a su necesidad de respuestas tras experimentar violencia en el noviazgo.
Sin embargo, -explica- con el paso de los años experimentó violencias dentro del movimiento feminista que la llevaron a separarse del concepto. Citó por ejemplo, críticas a su cuerpo por participar en grupos de danza, racismo, y comentarios misóginos.
“En un espacio colectivo, en un movimiento social, la autocrítica es fundamental. No todo el mundo está dispuesto a eso. Esa fue mi experiencia, siendo una persona afrodescendiente sentía que no cabía en ese espacio y decidí que no necesitaba esa lucha constante”, dijo a la VOA.
La co-fundadora del proyecto Afrochingonas, un podcast que produce con otras dos mujeres afrodescendientes en Ciudad de México, abundó en que no se considera feminista de una manera vinculada al “reconocimiento de que ser mujer no es la única identidad que vive violencias, que vive situaciones de opresión y dominación, y que quizá el género pues tampoco es la violencia más central o más importante para desmantelar el orden del mundo”.
“Reconocer esto no significa estar en contra de que las mujeres se organicen y que las mujeres luchen y que demanden las causas justas para vivir una vida libre de violencia. Se trata más bien de reconocer que si queremos ejercer un cambio, si queremos movilizar estas estructuras se necesita de un cambio de todos y de todas”, agregó Angola.
No obstante, admite que Angola pese a que tomó distancia del movimiento, su proyecto no está cerrado a trabajar con otras feministas. Nuestras agendas coinciden en algunas partes, explica.
“Nosotras no todo el tiempo estamos enfocadas en mujeres, cuando pensamos en plantear un proyecto queremos trabajar con mujeres y con hombres, y teniendo en cuenta estas diferenciaciones de género sabemos que evidentemente las mujeres viven unas realidades y los hombres viven otras. Pero nos parece súper importante también hablar de lo que los hombres les pasa, de esas violencias también que ellos viven, sobretodo hombres negros”.
Complicaciones del feminismo en América Latina
El colectivo feminista de Veracruz «Las Brujas del Mar» define el feminismo como una lucha por la “liberación de las mujeres del sistema patriarcal”.
En América Latina, esa lucha presenta complicaciones por las crisis económicas, políticas y sociales, y por aspectos culturales. Esos contextos en la región “enraízan el machismo y la misoginia, la corrupción, impunidad y complicidad por acción u omisión por parte de las autoridades que imperan en muchos países”, indicó el colectivo.
El feminismo como movimiento ha estado presente en América Latina desde inicios del siglo XX y tras el fin de la Primera Guerra Mundial, cuando suscitaron reacciones feministas lideradas por personalidades como Paulina Luisi en Uruguay y Bertha Lutz en Brasil, protagonistas del movimiento feminista panamericano que lucharon por el derecho de las mujeres al sufragio y contra la discriminación, expuso en un informe Melanie Landa, analista en el Consejo de Asuntos Hemisféricos, una organización de investigación en Washington D.C.
Sin embargo, las primeras expresiones del feminismo en América Latina ocurrieron a finales del siglo XIX, apunta la Revista Venezolana de Asuntos de la Mujer, cuando grupos de maestras se organizaron alrededor de demandas como el derecho a la educación, a la expresión, control de su economía y voto.
El colectivo de «Las Brujas del Mar» afirma que se les acusa de estar financiadas “por partidos opositores al gobierno en turno con el fin de desestabilizar, y se desestima la causa acusando de ser ilegítima».
«En planos generales, que no se busca justicia, que nos mueve el resentimiento, que no buscamos igualdad sino privilegios por encima de los hombres, que oprimimos a los hombres, que no buscamos libertad sino libertinaje”, dijo una portavoz del colectivo a VOA.
López asegura que a las feministas «se las ve enojadas y violentas» y las llaman derogativamente «feminazis».
El concepto de “feminazis” fue establecido en los años 70 por el locutor estadounidense Rush Limbaugh, reconocido por sus posturas conservadoras. Limbaugh se expresó en contra de las feministas que se manifestaban por el derecho al aborto. En su libro “La forma en la que las cosas deberían ser” de 1992, Limbaugh comparó el aborto con un “holocausto moderno”. Desde ese momento, la palabra “feminazi” se popularizó entre críticos de las “feministas radicales”.
López dijo que las feministas «lo que hacen es reaccionar en términos de algo que el pensamiento feminista llama autodefensa».
«Es decir, no es una violencia a secas, son gestos de protesta social ante situaciones de muchísima violencia y de muchísimo abandono, con lo cual cuando se nos tilda de violentas. La reacción es proporcional al nivel del agravio. Y no es violencia, es autodefensa”, explicó.
Millán dijo que tiene grabada la imagen de una mujer humilde y mayor que durante una marcha feminista en Ciudad de México sostenía una pancarta que decía: “las prefiero violentas a muertas”.
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