El evento se realizará en Miami. Quiere crear “formas de solidaridad hacia el futuro entre los países que más necesitan ahora y los que más necesiten después”, dijo Carlos Fritzen. Hace 65 años que la red impulsa la educación de calidad como motor de cambio en la región
“Evidentemente, la presencia venezolana también importa”, dijo a Infobae el sacerdote jesuita Carlos Fritzen, coordinador general de la Federación Internacional de Fe y Alegría, sobre la elección de Miami para la reunión anual de esta red de organizaciones dedicada a la educación de los más pobres. “Venimos trabajando, en este momento de crisis política, económica y social, en los modos de apoyar a Fe y Alegría Venezuela. Es un proceso difícil. Muchísimos maestros se han ido, tienen que irse; hay muchos niños que no llegan a la escuela; hay hambre”.
Es, además, un símbolo fuerte: fue precisamente en Venezuela donde otro sacerdote jesuita, José María Vélaz, comenzó este proyecto que hoy llega a 22 países donde atiende a 1,5 millones de niños, adolescentes y adultos jóvenes. Era 1955 y bajo la la dictadura de Marcos Pérez Jiménez la desigualdad social era extrema. Y hoy la organización volvió a cobrar importancia dada la crisis humanitaria: una pobreza del 51% y una inseguridad alimentaria que afecta al 80% de los hogares.
El objetivo principal del encuentro en Miami, que se realizará el viernes 6 de marzo, es presentar a la fuerte presencia de inmigrantes de los países de la región —por quienes el español es la lengua del 62% de los habitantes de la ciudad— la tarea de la organización. “Queremos dar a conocer más este trabajo que se realiza principalmente en el contexto latinoamericano, conectando a latinos de Florida con sus países de origen, y mostrar también la fotografía de lo que Fe y Alegría está desarrollando en África y comienza a hacer en Europa y Asia”, detalló Fritzen. “No es un evento para recaudar dinero: queremos presentarnos, contar lo que hacemos en específico en cada país, que siempre responde a los contextos diferentes”.
A medida que crecía y se formalizaba a lo largo de sus 65 años, Fe y Alegría comenzó a organizar reuniones internacionales para “intercambiar experiencias, compartir evaluaciones, confrontar la propia identidad después de recorrer distintos caminos”, contó el sacerdote Jesús Orbegozo en su libro De la chispa al incendio. Algunas eran generales, otras tuvieron temas específicos como educación a distancia, acción comunitaria, educación para el trabajo, desescolarización, participación de las familias, actualización de los educadores. El encuentro en Miami se titula Escuelas que cambian el mundo.
“Es un concepto —explicó el Fritzen— que nos remite a un viaje al interior de nuestro corazón educativo: la educación cambia a las personas y las personas cambian los contextos sociales”. Para eso, subrayó, “la escuela misma está siempre en transformación”. Al cabo de 65 años, Fe y Alegría ha ganado gran experiencia al respecto. “Queremos expresar esta intencionalidad de una escuela siempre en transformación. No es un currículo acabado: es una escuela en movimiento y una educación en cambio permanente para responder a los contextos que cambian.
Para contar las particularidades de cada caso hablarán en la mañana del 6 de marzo, además de Fritzen, brasileño que actualmente reside en Colombia, las autoridades locales de Fe y Alegría en distintos países: Manuel Aristorena, de Venezuela; Emilio Travieso, de Haití; Miguel Molina, de Honduras, y Sabrina Burgos, de Colombia, donde se halla la sede central de la red. También participarán Daniel Villanueva, vicepresidente ejecutivo de Fundación Entreculturas y miembro de la junta directiva de Fe y Alegría, y Nate Radonski, director ejecutivo de Magis Americas, parte de la Conferencia Jesuita de Canadá y los Estados Unidos.
“La educación de los pobres no puede ser una pobre educación”, sentó Vélaz como principio al comenzar su proyecto en una urbanización pobre de Caracas, Catía. “Fe y Alegría es, frente a un problema latinoamericano, una solución latinoamericana. Frente a un problema universal que tiene en América Latina sus características propias, Fe y Alegría ofrece una solución universal con características propias para la forma de ser de los latinoamericanos, las peculiaridades de estos países y la básica y fundamental comunidad de ideas de todos ellos”, explicó en el plan de desarrollo de la organización en 1967.
Hoy la red cuenta con 1.600 centros en los que participan 40.000 colaboradores. Se trata de espacios educativos y de promoción social que brindan educación pública a partir de gestión privada, según uno de sus conceptos fundamentales: “Siendo la educación un bien público y un derecho humano, y Fe y Alegría una organización privada, es por ello se siente corresponsable con los Estados para extender la educación universal, gratuita, abierta, sin limitaciones de tipo económico, racial, religioso o de cualquier naturaleza, en igualdad de oportunidades, en especial para los que más la necesitan”.
Junto con otras organizaciones —además de las propias, coopera con muchas— siempre que ha podido ha trabajado con los estados. Explicó Fritzen: “En muchos casos Fe y Alegría recibe fondos estatales porque —es importante subrayarlo— queremos una educación pública de calidad. Pero en muchos contextos eso no es la realidad, entonces hay cooperaciones internacionales, otro tipo de búsqueda de recursos para responder a los contextos donde las políticas públicas no cubren algunas cuestiones educativas porque el currículo es estrecho”.
En los primeros tiempos la fundación se centró en escuelas primarias, pero actualmente los programas alcanzan a los adolescentes y adultos, tanto para que accedan al mundo laboral como para que encarnen un liderazgo participativo y promuevan la construcción de vínculos comunitarios. En todos los países donde opera, une la tecnología con la calidad educativa.
En su historia, Fe y Alegría debió enfrentar distintos escenarios y distintos desafíos en la enorme diversidad de América Latina. Fueron necesarias adaptaciones a cambios sociales como también políticos.
Cuando se estableció en Panamá, por ejemplo, en 1965, fue en los tiempos de las tensiones y la ruptura de relaciones con los Estados Unidos por la Zona del Canal, y precisamente allí se hallaba el barrio de Curundú, donde Vélaz había sugerido que se comenzara la tarea: “De un lado de la carretera se veían las casas de cemento, confortables y bien cuidadas, árboles ornamentales y extensos campos verdes de la zona norteamericana. Del otro lado una innumerable cantidad de ‘casas brujas’, pequeñísimas e incómodas, hechas de tablas viejas y de hojas de zinc oxidado”, escribió Orbegozo. “Ni un sólo árbol. Ni un metro cuadrado cubierto de grama. Charcos insanos y malolientes por todas partes y, lo peor de todo, corrientes de aguas negras en tal cantidad que eran necesarios pequeños puentes de maderas para la intercomunicación de los moradores del barrio”.
En Perú, en cambio, el problema principal era la desigualdad educativa casi sin parangón en el resto del continente: en las “barriadas”, como se llamaron allí los asentamientos de emergencia que entre 1948 y 1956 concentraron el 10% de la población de Lima, se agudizaba el fenómeno que se daba en el país: “La población analfabeta en el Perú era todavía superior a la alfabetizada”, resumió Orbegozo. “Al desagregar las cifras por regiones, la población alfabetizada estaba vinculada a sectores urbanos, mientras que la no alfabeta se concentraba en las zonas más pobres y deprimidas del Perú, como la denominada ‘mancha india’, que agrupaba a los departamentos de Ayacucho, Huancavelica y Apurimac y las zonas altas del Cusco. Según el Ministerio de Educación Pública, más del 70% de habitantes de Apurimac, Ayacucho, Huancavelica y Cusco eran analfabetos”.
En Nicaragua, por su parte, el desafío fue sobrevivir en un vendaval político. Fe y Alegría comenzó durante la dictadura de Anastasio Somoza, logró acuerdos con la Revolución Sandinista que lo derrocó en 1979 y continuó su misión educativa cuando el pueblo nicaragüense eligió cambiar el sistema y votó a Violeta Barrios de Chamorro. Y en Brasil, donde había miles de comunidades cristianas de base, en lugar de montar una red de escuelas privilegió “el trabajo educativo no-formal, en especial, las guarderías y el trabajo con los muchachos de la calle”, según De la chispa al incendio.
En México, al contrario, abundan los acuerdos como, por ejemplo, el que se hizo con el Bachillerato Pedro Arrupe para multiplicar el programa Formación para el Trabajo, “creado para que jóvenes estudiantes adquieran habilidades para su desarrollo laboral”, explicó un artículo en Magis, de manera tal que un egresado del secundario cuente con experiencia, hecha en prácticas en escenario reales, al momento de comenzar a buscar trabajo.
Para sintetizar, Fritzen identificó “movimientos comunes y diversos”. En esas diferencias, Fe y Alegría “siempre ha impulsado, y siempre con otros actores, la apuesta por una educación de calidad para todos y todas como un derecho humano básico universal”. Hoy también hay escenarios políticos variados: enumeró como ejemplos Nicaragua, Brasil, Perú y Bolivia. “Hay lugares sin cobertura educativa —siguió— y en otros se da la cobertura pero no la calidad. Siempre están los temas transversales de inclusión que siempre han sido un reto para la educación o las juventudes que, con la escuela que tienen, no terminan preparados para enfrenar la vida, y por eso el tema de empleabilidad y desarrollo personal y social”.
Uno de los temas que llevarán los expositores a Miami es cómo se revisa y se actualiza el papel de la organización en el cambio de contexto que se dio en el siglo XXI: “Con todo el avance importante que parecía que teníamos conquistado en América Latina, que habíamos proyectado juntos como sociedad —recordó Fritzen—, de repente nos encontramos en una crisis profunda. Que también es una crisis de sentidos, de paradigmas, de la incapacidad de superar algunos retos y pensar una sociedad más justa, más fraterna, con menos corrupción, con más ética y más rumbo de proyectos de países y de proyecto de región. En estas circunstancias reafirmamos que la estrategia de la educación, si no es la única, es la más importante que podemos tener. La educación es la bandera: todo lo demás del contexto político económico sólo se va a poder cambiar si tenemos una sociedad más educada”.
Para sintetizar, Fritzen identificó “movimientos comunes y diversos”. En esas diferencias, Fe y Alegría “siempre ha impulsado, y siempre con otros actores, la apuesta por una educación de calidad para todos y todas como un derecho humano básico universal”. Hoy también hay escenarios políticos variados: enumeró como ejemplos Nicaragua, Brasil, Perú y Bolivia. “Hay lugares sin cobertura educativa —siguió— y en otros se da la cobertura pero no la calidad. Siempre están los temas transversales de inclusión que siempre han sido un reto para la educación o las juventudes que, con la escuela que tienen, no terminan preparados para enfrenar la vida, y por eso el tema de empleabilidad y desarrollo personal y social”.
Uno de los temas que llevarán los expositores a Miami es cómo se revisa y se actualiza el papel de la organización en el cambio de contexto que se dio en el siglo XXI: “Con todo el avance importante que parecía que teníamos conquistado en América Latina, que habíamos proyectado juntos como sociedad —recordó Fritzen—, de repente nos encontramos en una crisis profunda. Que también es una crisis de sentidos, de paradigmas, de la incapacidad de superar algunos retos y pensar una sociedad más justa, más fraterna, con menos corrupción, con más ética y más rumbo de proyectos de países y de proyecto de región. En estas circunstancias reafirmamos que la estrategia de la educación, si no es la única, es la más importante que podemos tener. La educación es la bandera: todo lo demás del contexto político económico sólo se va a poder cambiar si tenemos una sociedad más educada”.
De ahí el regreso al tema de Venezuela, y la presentación de esta organización ante los emigrados en Miami. “Quizá nunca antes Fe y Alegría ha sido tan importante en Venezuela como ahora mismo es. ¿Cómo construimos otra vez tejido social, cómo fortalecemos las comunidades para sacar adelante a esta Venezuela, que no es la de antes?”, planteó Fritzen. “Porque hay que construir otra Venezuela. Hay otros temas simultáneos en los que la solidaridad se está moviendo en esta etapa difícil, compleja; el papel fundamental de Fe y Alegría reafirmar el valor y la importancia que tiene la educación como apuesta por el futuro”.
Hoy en Venezuela, con la crisis humanitaria que atraviesa el país, Fe y Alegría trabaja con más de 243.000 personas, entre niños, jóvenes y adultos, en 454 puntos en pueblos y ciudades del país. Además de la educación en 174 escuelas, tiene programas de protección integral de las comunidades, que incluyen, entre otros elementos, según datos de la organización: “Seguridad alimentaria en los centros educativos; atención psicosocial de estudiantes y docentes; desarrollo de capacidades de resiliencia; trabajo comunitario de educación ciudadana que genere actitudes favorables al diálogo”.
“Al tener en cuenta que hay muchos venezolanos ahora mismo en Miami, queremos conectarnos más con ellos pero la idea es multiplicar el conocimiento en la Florida. Es desde ahí donde podemos soñar tipos y formas de solidaridad hacia el futuro entre países: los que más necesitan ahora y los que más necesiten después”, cerró el sacerdote.
En otros países de América Latina las temáticas que aborda la organización son la disminución de la violencia, para lo cual se trabaja en el impulso del liderazgo participativo en favor de una cultura de paz, o las nuevas fronteras de exclusión, que pueden ser geográficas, como las de África, como temáticas (discapacidades, migraciones). Fe y Alegría está presente hoy en lugares como Chad, República Democrática del Congo, Madagascar, Italia y España, además de sus base en América Latina: Argentina, Chile, República Dominicana, Brasil, Ecuador, Uruguay, Paraguay, Perú, Panamá, Nicaragua, Colombia, Venezuela, Haití, Guatemala, Honduras, Nicaragua y El Salvador.
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