El juicio contra el exguarda de un campo de exterminio nazi Bruno Dey quedó este lunes visto para sentencia con una declaración del procesado, que pidió perdón a sus víctimas, y las alegaciones de su defensa, que solicita su absolución.
“Quiero pedir perdón a aquellas personas que pasaron por ese infierno de locura y a sus familiares y a sus descendientes”, afirmó Dey, quien aseguró lamentar hasta hoy lo ocurrido en ese lugar, el campo de Stutthof, cercano a Gdanks, en la Polonia ocupada.
Dey, acusado de complicidad en 5.230 muertes, aseguró asimismo que no prestó servicio en ese lugar voluntariamente y que, de haber existido la posibilidad de hacerlo, se habría negado.
Su defensa cerró el turno de alegaciones pidiendo su libre absolución, con el argumento de que el hecho de haber servido en un campo nazi no implica complicidad en los crímenes ahí cometidos. La Fiscalía, por su parte, pidió tres años de prisión.
A Dey se le imputa complicidad en el asesinato de las 5.230 personas muertas durante el periodo en que sirvió en el campo, entre agosto de 1944 y abril de 1945. Se estima que en Stutthof fueron asesinaros unos 100.000 confinados, la mayoría judíos.
La fiscalía le imputa complicidad por haber sido partícipe, desde su posición de vigilante en ese campo, de la maquinaria de exterminio masivo del nazismo.
El procesado admitió a lo largo del proceso que cuando sirvió en ese lugar sabía del plan del Tercer Reich de exterminar a los judíos. Explicó, sin embargo, que tenía 17 años cuando llegó ahí.
EL PRECEDENTE DEMJANJUK
El proceso contra Dey tiene lugar en la Audiencia de Hamburgo y se enmarca en la serie procesos tardíos abiertos en los últimos años por complicidad en los crímenes del Tercer Reich.
Tras la derrota del nazismo, Dey pasó un corto periodo en un campo de prisioneros y luego llevó una existencia normal, como panadero, camionero u otros oficios, se casó, tuvo hijos y se instaló en Hamburgo.
Durante décadas, la justicia no abrió diligencias contra él, por no considerársele responsable directo de crímenes de guerra.
En abril del año pasado, la Fiscalía de Hamburgo presentó acusación formal, avalada por los testimonios de familiares de las víctimas, algunos de los cuales asistieron ahora al juicio.
Se considera que su proceso podría ser uno de los últimos juicios por crímenes del nazismo. Otros casos similares instruidos en los últimos años quedaron sobreseídos ante la incapacidad del acusado de responder ante la justicia por razones de edad o de salud.
Esta serie de procesos tardíos han sido posibles tomando como precedente la sentencia contra el exguarda ucraniano John Demjanjuk, quien fue condenado en 2011 a cinco años de cárcel por complicidad en las muertes de Sobibor, en territorio de la Polonia ocupada.
Demjanjuk, quien tras la II Guerra Mundial vivió durante décadas en Estados Unidos hasta que fue extraditado a Alemania, asistió a su proceso en una camilla, no llegó a pronunciarse nunca sobre les cargos que se le imputaban y murió unos meses después de escuchar sentencia en un asilo de ancianos.
En marzo del año pasado murió, sin haber ingresado en prisión, el llamado “contable de Auschwitz”, Oskar Gröning, quien en 2015 fue condenado a cuatro años de cárcel por complicidad en las muertes de 300.000 judíos ocurridas mientras sirvió en el que fue el mayor campo de exterminio nazi.
Pese a las dificultades que acompañan cada uno de esos procesos, la Justicia alemana se ciñe al principio de que el asesinato no prescribe, independientemente de si los procesados estarán en disposición de cumplir su eventual condena.
EFE
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