Estados Unidos acordó este miércoles con Irak la retirada de todas las tropas de combate que quedan desplegadas en el país para luchar contra organizaciones terroristas, aunque un pequeño contingente permanecerá allí para realizar labores de entrenamiento.
“Las partes confirmaron que la misión de Estados Unidos y las fuerzas de la coalición ahora llegaron a una transición enfocada en el entrenamiento y el asesoramiento”, señalaron los países en un comunicado conjunto tras una reunión virtual.
Ello, indicaron, “permite el redespliegue de cualquier tropa de combate que siga en Irak, para lo cual el calendario va a ser establecido en un próximo diálogo técnico”.
Este anuncio se produce en un momento en que las fuerzas estadounidenses reciben casi a diario ataques de cohetes atribuidos a milicias paramilitares chiitas vinculadas al régimen de Irán. El presidente Joe Biden ordenó a modo de retaliaci´no ataques aéreos contra campamentos de estas fuerzas ubicados en Siria.
Pero el jefe de Estado norteamericano, en una coincidencia poco habitual con su predecesor, Donald Trump, está buscando como terminar con una política conocida como la de las “guerras sin fin”.
Trump había ordenado una reducción del contingente en Irak y en Afganistán en sus últimos meses en el poder y al 15 de enero -cinco días antes del fin de su mandato- las tropas estadounidenses en cada país se habían reducido a 2.500 efectivos.
El ex presidente demócrata Barack Obama ordenó la retirada de todas las tropas en Irak, pero volvió a enviar efectivos tras la brutal ofensiva del grupo yihadista Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés).
Según el comunicado conjunto, “la transición de las fuerzas de Estados Unidos y otros contingentes internacionales del combate al entrenamiento, equipamiento y la asistencia de las Fuerzas de Seguridad Iraquíes refleja el éxito de esta asociación estratégica”.
Irak se comprometió a proteger las bases que continuarán albergando personal estadounidense que, según Washington, están presentes “solamente como un apoyo a los esfuerzos de Irak en la lucha contra el EI”.
Este acuerdo entre los dos países se produce después de que cayeran dos cohetes el pasado domingo cerca de la base aérea de Balad, que alberga a soldados estadounidenses al norte de Bagdad. Estos últimos ataques no causaron ni daños ni víctimas y no fueron reivindicados por ninguna organización, pero Estados Unidos acusa regularmente a los grupos iraquíes pro-Irán de atacar a sus tropas y diplomáticos.
Ese fue el decimocuarto ataque, incluidos seis con cohetes, dirigido contra las tropas estadounidenses, la embajada de Estados Unidos o los convoyes iraquíes que proporcionan apoyo logístico a las tropas extranjeras desde que Biden asumió el cargo de presidente en enero.
Dos estadounidenses y un civil iraquí murieron como consecuencia de esos ataques.
Un civil iraquí que trabajaba para una empresa de mantenimiento de aviones de combate estadounidenses para las fuerzas aéreas iraquíes también resultó herido en uno de los ataques.
En ocasiones, estas operaciones son reivindicadas por grupos desconocidos que, según los expertos, son una cortina de humo de organizaciones respaldadas por Irán presentes desde hace tiempo en Irak.
Qais al Khazali, un alto cargo proiraní de la fuerza paramilitar patrocinada por el Estado Hashed al Shaabi, declaró recientemente que la “resistencia” estaba llevando a cabo ataques y que los intensificaría “a menos que Estados Unidos retire todas sus fuerzas de combate de todo Irak”.
A principio de mes, tras un nuevo ataque contra una de las bases norteamericanas, el secretario de Defensa de EEUU, Lloyd Austin, advirtió que su país “atacará si es necesario” en represalia por estas agresiones.
Con información de AFP
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