En los últimos años se ha vuelto una estampa habitual: multitudes de venezolanos rumbo a la frontera con Colombia huyendo de la crisis económica y social que sufre su país.
Por Guillermo D Olmo -BBC
El colapso de su economía ha hecho desaparecer más de la mitad de la riqueza nacional de Venezuela, lo que ha dejado a muchos de sus habitantes sin medios de vida y sin otra alternativa que emigrar.
La vecina Colombia, a la que muchos se encaminan a pie, se ha convertido en destino preferente y, según las estimaciones del gobierno colombiano son casi dos millones los venezolanos que viven en el país.
Sin embargo, hubo un tiempo en el que el recorrido habitual era el contrario, cuando Venezuela era un país próspero, referente en América Latina, y muchos colombianos buscaban allí las oportunidades que no encontraban en su país, golpeado entonces por un conflicto armado y un menor desarrollo que el de su vecino.
Muchos siguen allí décadas después y hoy son venezolanos agradecidos con el país que los acogió. Tres de ellos nos contaron sus historias.
Valentina Delgado, de 63 años, no duda cuando se le pregunta cuál fue su primera impresión de Venezuela cuando llegó con 19.
«Me impresionaban las autopistas, porque en Colombia no había autopistas tan bonitas ni tan bien cuidadas».
Nació en una familia de campesinos en Socorro, en el colombiano departamento de Santander, y allí no estaban acostumbrados a las grandes infraestructuras con las que sí contaba Caracas.
Aquel era un país muy distinto al actual.
«Entonces Venezuela era muy próspera. Yo ganaba diez bolívares y para mí eso era un dineral», recuerda.
Compaginaba sus trabajos de empleada doméstica con su sueño de estudiar, aunque fuera por las noches, para labrarse un porvenir.
Primero se graduó como secretaria ejecutiva. Luego, como abogada, profesión por la que se decantó: «Quería divorciarme de mi primer marido y no encontraba la manera».
Su esfuerzo fue la razón principal por la que encontró trabajo en el mundo de la abogacía, pero no la única.
«Tuve mucha suerte y siempre encontré en Venezuela gente buena que estuvo dispuesta a ayudarme».
También disfrutó de experiencias que no estaban a su alcance en su país de origen. «Fue en Venezuela cuando pude ir por primera vez a la playa, porque mi familia en Colombia no tenía recursos para eso».
Obtuvo la nacionalidad venezolana y vivió como una más, sufriendo a menudo los mismos problemas que padecían sus nuevos compatriotas.
«Me han robado muchas veces. Una vez iba en una buseta por el centro de Caracas y me pusieron una pistola en la cabeza para robarle a todos los viajeros».
El romance de Valentina con Venezuela pudo haber tenido un desenlace diferente cuando ella tenía 38 años.
«Mi pareja de entonces acababa de fallecer y me encontraba muy sola, así que vendí mi apartamento y regresé a Colombia».
Pero cuando empezaba a establecerse en Bogotá «unos delincuentes me abordaron en una cafetería, me drogaron con burundanga y me hicieron ir al banco y a mi casa y entregarles todos mis ahorros».
La burundanga, el nombre popular de la escopolamina, es una sustancia estupefaciente de diversos usos que algunos delincuentes administran a sus víctimas para anular su voluntad y que sigan sus instrucciones.
En dosis altas puede ser letal y en el caso de Valentina casi lo fue. Sus vecinos la encontraron tirada en la escalera de su casa y la llevaron a toda prisa a una clínica.
«Tardé seis meses en recuperarme y cuando lo hice tenía tanto miedo de volver a cruzarme con aquellos hombres que decidí volver a Venezuela a empezar otra vez de cero».
Su segunda vida venezolana tampoco le fue mal.
Se casó con un informático venezolano con el que vive feliz y agradece: «Su familia me acogió como si fuera una más».
Ahora, debido a la crisis venezolana, vuelve a contemplar emigrar, pero no se termina de convencer. Ya lo intentó en 2014, cuando se marchó a Estados Unidos para acabar regresando a Venezuela porque su marido no se adaptó.
Mientras tanto, complementa su escasa pensión con trabajos ocasionales como abogada y sigue viviendo como lo que dice que es: «Una colombiana con el corazón venezolano, o al revés, como prefieran», afirma entre risas.
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