Al embajador Elliott Abrams (Nueva York, 1948) el presidente de Estados Unidos le ha encargado una de las misiones más difíciles de la política internacional de esta década: impulsar el cambio a la democracia en Venezuela. El 25 de enero, dos días después de que Juan Guaidó jurara el cargo de presidente interino, Abrams aceptó el encargo consciente, según dijo, de que la crisis del país sudamericano es «difícil y peligrosa».
Desde entonces, ni varias rondas de sanciones económicas, ni un embargo al crudo, ni un pronunciamiento de la oposición han conseguido hacer caer a Nicolás Maduro. Abrams, que recibió el viernes a ABC en su despacho del Departamento de Estado en Washington, sede diplomática en la que ya trabajó bajo los gobiernos de Ronald Reagan y George Bush hijo, cree que el apoyo de Cuba y sobre todo de Rusia son fundamentales en la pervivencia del régimen. Advierte además de que, aunque Estados Unidos prefiere la vía diplomática como vía para lograr una transición a la democracia en el país caribeño, la opción militar seguirá estando sobre la mesa. Así lo reseña abc.es
Por David Alandete
—Este viernes EE.UU. dictó sanciones contra cuatro altos mandos de la inteligencia militar venezolana por la muerte del capitán Rafael Acosta. ¿Cuán efectivas son estas sanciones individuales?
—Tienen un efecto directo, porque imposibilitamos a los sancionados viajar o realizar transacciones financieras en EE.UU. Si la persona sancionada está acostumbrada a venir a Miami, si tiene un apartamento o ahorros aquí, algo más frecuente de lo que parece, eso se le acaba. Puedo decir que se nos han acercado varias personas del régimen muy preocupadas por las sanciones y por levantarlas, sobre todo cuando afectan a su familia, porque este tipo de sanciones pueden hacerse extensivas a la familia del afectado, y hay quien tiene a sus hijos en universidades norteamericanas. Así que estamos convencidos de que estas sanciones tienen un impacto real y concreto.
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—El general Manuel Cristopher Figuera llegó recientemente a EE.UU. a pesar de haber sido sancionado. Tengo entendido que se ha reunido con usted y colabora plenamente con el Gobierno. ¿Es el suyo un caso que puede repetirse con otros altos funcionarios del régimen venezolano?
—Sí. Hay mecanismos para ello, porque los sancionados saben que cuando el Tesoro aprueba sanciones hay una fórmula para que esas sanciones sean reversibles. En el caso del general Cristopher Figuera levantamos las sanciones porque se colocó de parte del cambio en Venezuela y el suyo debe ser un ejemplo para los demás. Lo mismo que hemos hecho con él podemos hacerlo con los demás.
—¿En qué les ayuda a ustedes el general Figuera?
—Tiene una larga trayectoria en la inteligencia militar y como jefe del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional. Podemos preguntarle sobre todo tipo de detalles, como relaciones entre unos individuos del régimen y otros, amistades y rivalidades. Es muy útil a la hora de analizar qué está pasando dentro del chavismo.
—El general me dijo que cree que hay unos 15.000 cubanos en Venezuela…
—Nosotros creemos que la cifra real es de 25.000 cubanos en Venezuela. Eso incluye doctores, docentes y todos los demás. He de decir que los maestros también pueden ser espías y delatores. Además de eso hay unos 3.000 cubanos que trabajan en labores de inteligencia pura y dura, gente que sobre todo se encuentra en Caracas, en labores de espionaje a militares y civiles y enseñando incluso a torturar. Podemos decir que hasta están previniendo golpes de Estado. Para comprender su influencia basta con recordar que los guardaespaldas de Maduro son cubanos. Según yo lo veo, los cubanos son el sistema nervioso central del régimen.
—¿Fueron los cubanos los que frustraron el pronunciamiento del 30 de abril?
—No tengo respuesta a esa pregunta. Hay varias teorías sobre lo que ocurrió aquel día. Una es que el régimen descubrió el plan, y puede que lo descubriera porque los cubanos estaban espiando a todo el mundo. Puede ser, pero carezco de pruebas.
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—Muy importante, por varias razones. La primera es el valor psicológico y político para el régimen de tener detrás un país grande como Rusia. Sin duda eso le da a Maduro confianza de que puede mantenerse en el poder. Además, bloquean las condenas al régimen en el Consejo de Seguridad de la ONU, como lo hace China, pero creo que China lo hace por ir a la par con Rusia. Si los rusos desistieran, creo que los chinos harían lo mismo. La otra razón importante es Rosneft [la empresa petrolera del Gobierno ruso]. Venezuela le debe mucho dinero, tanto como que el año pasado la deuda era de 8.000 millones de dólares. Cuando sancionamos a Pdvsa [la petrolera pública venezolana] lo primero que hizo Venezuela fue acudir a Rosneft para que les ayudara a vender el petróleo que antes comprábamos aquí en EE.UU. Y Rosneft lo ha hecho, y está claro que lo hace porque Putin se lo ordena. Así que creo que Rusia ha sido muy importante en ayudar al régimen de Maduro a aguantar las sanciones de EE.UU.
—¿Cuál es exactamente la hoja de ruta a corto o medio plazo de EE.UU. en Venezuela?
—El objetivo es simple: un retorno a una democracia que hoy está ya muy extendida en América Latina. ¿Cómo se llega hasta ahí? Claramente tiene que haber unas nuevas elecciones libres y justas. Y no es posible que haya elecciones libres y justas con Maduro en la presidencia. He oído a socios nuestros, algunos en Europa, decir que pueden enviar observadores electorales y que se puede reformar el poder electoral. Da igual. En el periodo de transición Maduro seguirá a cargo del Ejército, de la Policía, de la inteligencia y de los colectivos [grupos de civiles armados], y mantendrá el control de todos los resortes de violencia e intimidación.
—¿Qué tipo de transición sería la ideal?
—Lo mejor sería, con Maduro fuera del poder, que las diferentes partes negocien un gobierno de transición, tal vez un gobierno de unidad nacional que lleve al país a nuevas elecciones.
—Detecto una divergencia de EE.UU. con la postura de España y la Unión Europea.
—Estamos de acuerdo en que debe haber elecciones libres. Lo difícil es decidir cómo se llega hasta ellas. Para nosotros la respuesta es que con Maduro no se puede celebrar unas elecciones. ¿Cómo puede formarse un gobierno de transición con él en el poder? Para nosotros aceptar elecciones y permitir que Maduro se mantenga hasta ellas equivale a renunciar al cambio.
—¿Le resulta positiva la postura del Gobierno de España?
—Sí, porque creo que coincidimos en el resultado que queremos. Ambos queremos una democracia verdadera a través de elecciones libres para detener las terribles violaciones de los derechos humanos. La diferencia está en el periodo de transición.
—Antes de que la Alta Comisionada para los Derechos Humanos de la ONU, Michelle Bachelet, finalizara su informe sobre Venezuela usted le pidió que visitara las cárceles del régimen, cosa que no hizo. ¿Qué opina del informe?
—Estamos muy impresionados con el informe, que es muy fuerte. Pero a la vez pensamos que es una oportunidad perdida, porque creemos que debería haber insistido en visitar las cárceles, y si lo hubiera pedido el régimen no se podría haber negado. Podría haber establecido un precedente, para esclarecer qué sucede en esas prisiones.