El 20 de enero del 2017, minutos después de prestar juramento para convertirse en el presidente número 45 de Estados Unidos, Donald Trump pronunció un discurso que dejó boquiabierto a más de uno.
Por – EL TIMEPO
Según Trump, el país que acababa de recibir era uno fracturado hasta la médula y consumido por el caos y la violencia en sus ciudades. Una visión distópica que sorprendió, pues no se ajustaba a la realidad.
Este miércoles, el nuevo presidente demócrata asumirá las riendas de la Casa Blanca en medio de una crisis sin antecedentes en la historia de una nación que hace once días vio cómo una violenta turba de trumpistas se tomó el Capitolio y ahora amenaza con incendiar medio país para impedir su posesión.
Todo, en medio de un enrarecido ambiente en el que se acusa a legisladores republicanos de ser parte de la “insurrección” y hasta se habla de ruido de sables.
Tan delicada es la situación que las autoridades han decidido elevar el nivel de alarma ante la posibilidad de un atentado terrorista y se están tomando medidas extremas para garantizar la seguridad de Biden y los otros asistentes a la inauguración.
Washington, de hecho, ya parece una ciudad militarizada. Más de 20.000 miembros de la Guardia Nacional han sido desplegados para custodiar el perímetro del Capitolio, y a ellos se sumaron cientos de agentes del FBI y de la policía local, encargados de proteger otros monumentos y edificios que podrían ser blanco de los extremistas.
Y por los pasillos del Congreso deambulan ya decenas de soldados con instrucciones de no abandonar el recinto ni siquiera en horas de la noche.
Los organizadores anunciaron este jueves que el mall, la explanada de una milla de longitud que por lo general alberga a miles que suelen congregarse para celebrar la llegada de su nuevo líder, estará cerrado al público.
Tampoco habrá, como es habitual, la gran parada del nuevo presidente entre el Congreso y la Casa Blanca, y hasta se han tenido que cancelar los ensayos previos al cambio de mando.
Y se le está pidiendo a la gente que por favor permanezca en sus casas. Aeropuertos, estaciones de trenes y del metro también permanecerán cerrados durante algunas horas, al igual que el comercio y restaurantes.
Aunque Biden dará un discurso al pie del Capitolio, la gran mayoría de los eventos serán virtuales y ni siquiera habrá balls, las famosas fiestas que se realizan en horas de la noche en distintos puntos de la ciudad a donde acude al presidente para presentarse en sociedad.
Trump, el presidente saliente, no piensa asistir, y Biden le ha dicho que tampoco quiere que vaya. Un cuadro irreconocible para una democracia que se supone es de las más sólidas del mundo.
Pero no es para menos. A medida que han pasado los días luego de la toma del Capitolio, las autoridades han comenzado a comprender que no fue una turba que se salió de control, sino todo un movimiento muy organizado que incluso pudo contar con ayuda desde “adentro”.
Esta semana, en una rueda de prensa, el fiscal general para el Distrito de Columbia, Michael Sherwin, anunció que al menos 170 personas están bajo investigación y que eso es solo la “punta del iceberg”. Dijo, además, que están contemplando cargos por “sedición” y “conspiración”, que prevén penas hasta de 20 años de cárcel.
El FBI, de paso, circuló un memorando en el que advierte sobre amenazas de muerte creíbles contra Biden, la vicepresidenta Kamala Harris y la presidenta del Congreso, Nancy Pelosi.
Así mismo, la agencia puso en alerta a todos los estados del país, pues los extremistas al parecer también tienen planeadas protestas y tomas violentas en muchas ciudades a partir de este fin de semana.
Y en varias capitales, de hecho, se han comenzado a fortificar los congresos estatales, sellando ventanas y puertas con láminas de madera y metal. “No sabemos bien a qué nos estamos enfrentando y si las amenazas son en serio. Pero tras los eventos del Capitolio tenemos claro que debemos estar preparados para lo peor”, decía esta semana Chris Loftis, el jefe de patrulleros en el estado de Washington, donde ya ha habido varias escaramuzas con grupos de extrema derecha y nacionalistas blancos.
Las autoridades, además, vienen monitoreando la actividad de estos grupos en redes sociales y han detectado planes concretos para este 20 de enero. Antes que recular tras la debacle del Capitolio, están envalentonados y hablan de una marcha de un millón de personas contra Washington y hasta de guerra civil.
Y no es claro, tampoco, el efecto que tendrán en los ánimos la decisión de la Cámara de Representantes esta semana de elevar cargos con fines de destitución contra Trump por incitar a la insurrección y el juicio político que está por comenzar en el Senado.
Si bien muchos legisladores republicanos se oponen a la medida, pues creen dividirá aún más al país, han comenzado a tomar distancia de los manifestantes.
Incluso ya reconocen que Biden ganó las elecciones de manera transparente y que las acusaciones de fraude que elevó Trump terminaron siendo puras teorías de conspiración.
Uno de los casos más dicientes fue el de Kevin McCarthy, líder de los republicanos en la Cámara. Tras pasarse semanas propagando estas mismas teorías y haciendo esfuerzos por impedir que el triunfo de Biden fuera certificado en el Congreso, reconoció el miércoles su victoria y hasta sugirió que el presidente debía ser censurado por incitar a los manifestantes. Y lo mismo hizo Lindsey Graham, uno de sus fuertes aliados en el Senado.
Trump mismo, ya más consciente del riesgo para el país y su futuro político, pidió a sus simpatizantes abstenerse de cualquier acto de violencia y respetar las leyes.
Y Chris Wray, el director del FBI, les advirtió que les caerá todo el peso de la ley si cometen nuevos disturbios. “Ya sabemos quiénes son y los agentes del FBI van en camino. Si no quieren que les pase lo mismo, quédense en sus casas” amenazó el funcionario.
Siga leyendo en EL TIMEPO
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.