La Cumbre del Mercosur exhibió este martes en la ciudad argentina de Puerto Iguazú todas las taras y frenos que llevan a que el bloque comercial no tenga la potencia que podría tener.
Por El Mundo
«Otra Cumbre más, una Cumbre más. Nosotros no somos analistas de lo que pasa en el mundo. Somos actores, somos creadores de nuestro propio futuro», se quejó el presidente de Uruguay, Luis Lacalle Pou.
«El inmovilismo es lo que nos preocupa», añadió el representante del país más pequeño del bloque, que propuso reunirse con el presidente de Ucrania, Volodimir Zelenski, durante la Cumbre de la Celac el 17 y 18 de julio en Bruselas.
La propuesta no es del agrado de Luiz Inácio Lula da Silva, presidente de Brasil y, por los próximos seis meses, del Mercosur: en la reciente Cumbre del G7 en Hiroshima fue plantado por el ucraniano, molesto por las habituales equiparaciones que el brasileño hace entre las responsabilidades de Moscú y Kiev en la guerra.
Lacalle y el saliente presidente de Paraguay, Mario Abdo Benítez, coincidieron en proponer agilidad y modernidad frente a la retórica por momentos setentista de Lula y del argentino Alberto Fernández.
«Aquí, en la paz del sur, está el presente y el futuro, mientras que en el norte, donde las bombas estallan, sólo anida el frío cálculo de los poderosos», declaró Fernández antes de añadir: «El sur también existe, dijo Mario Benedetti».
Tras plantear la necesidad de una «agenda verde», Lula dijo que trabajará por incorporar cuanto antes a Bolivia como miembro pleno del Mercosur, y añadió que el pacto es mucho más que un acuerdo comercial.
«Nuestra integración debe ser también indígena, negra, campesina y trabajadora», enfatizó el presidente brasileño.
Fernández y Lula coincidieron en su molestia con la UE, dándole pocas esperanzas a avanzar en el acuerdo de asociación del Mercosur y la Unión Europea, que lleva 24 años de negociación. «La presentación de nuevas demandas en materia ambiental por parte de la UE después de cuatro años durante los cuales el proceso negociador estuvo virtualmente detenido por diferencias políticas de Europa, nos presenta una visión parcial del desarrollo sostenible, una visión excesivamente centrada en lo ambiental, con nulo registro de las tres dimensiones de la sostenibilidad: la ambiental, la económica y la social y de la interacción entre ellas».
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