El Gobierno entrante de EE.UU. – dirigido por el presidente electo Donald Trump- selló este martes la alianza con el estado de Texas para implementar su plan de deportar a los más de 11 millones de migrantes indocumentados que viven en el país.
Alejandra Arredondo / EFE
El elegido de Trump para liderar esta labor, el llamado ‘zar de la frontera’, Tom Homan, viajó a la ciudad fronteriza de Eagle Pass para reunirse con el gobernador de Texas, Greg Abbott, y visitar una base militar instalada a orillas del Río Grande.
Abbott, un ultraconservador en el poder desde 2015, se ha convertido en uno de los pioneros de las políticas anti-migrantes en el país, principalmente a través de la iniciativa ‘Operation Lone Star’ (operación estrella solitaria), en la que ha gastado más de 11.000 millones de dólares para militarizar la frontera con México.
En la base militar – un complejo inaugurado en abril, con capacidad para hasta 1.800 efectivos- Homan alabó las polémicas acciones de Abbott para «frenar» la migración y señaló que el estado es un ejemplo a seguir para el país.
«Usted es un héroe nacional», dijo el exfuncionario del Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) a Abbott y felicitó también a los militares, que se reunieron a la hora del almuerzo para una celebración adelantada del festivo de Acción de Gracias.
La base está ubicada a pocos metros del Río Grande, que hace de frontera natural entre EE.UU. y México, y está compuesta por decenas de contenedores de obra repartidos sobre un terreno árido que hacen de oficinas y habitaciones para los militares.
En mesas decoradas con manteles naranjas y calabazas de cerámicas, los soldados comieron para conmemorar la festividad y recibieron las «gracias» de los funcionarios de alto rango por «defender a EE.UU.» de lo que llaman una «invasión» de migrantes.
Las medidas de Abbott lo llevaron a enfrentarse en varias ocasiones con la Administración del actual presidente Joe Biden, dado que el Gobierno federal es el encargado de hacer cumplir las leyes migratorias de EE.UU.
Además del despliegue de militares, Texas instaló kilómetros de concertina en diferentes zonas del territorio fronterizo, al igual que colocó una barrera flotante sobre el río Grande.
A su vez, los efectivos de la Guardia Nacional han sido acusados por organizaciones de derechos humanos en la frontera de utilizar gas lacrimógeno, bolas de goma e incluso de golpear a migrantes para evitar que crucen hacia territorio estadounidense.
Tanto Homan como Abbott indicaron que el equipo de transición y el gobierno de Texas ya están comenzando a trabajar juntos para planear cómo se llevarán a cabo las deportaciones una vez Trump se mude a la Casa Blanca.
«El cambio ya ha comenzado, a través de acciones, planes y preparaciones. Todo lo necesario para que no haya un hueco y que cuando llegue el 20 de enero haya un cambio en la manera en que EE.UU. protege su frontera y su soberanía», subrayó el gobernador.
Texas es el segundo estado con la mayor cantidad de migrantes indocumentados en el país, detrás de California, con alrededor de 1,6 millones de personas, según datos del centro de investigación Pew Research Center.
La colaboración de los gobiernos estatales y locales será clave para frenar o facilitar el plan de Trump de deportaciones masivas y Abbott ya ha dejado claro que hará todo lo posible para apoyar a su aliado, incluso a través de los recursos de ‘Operation Lone Star’.
Homan aprovechó para dirigir unas palabras a los gobernadores de estados que se han pronunciado en contra de las deportaciones masivas y han adelantado que no cooperarán para perseguir a los migrantes (entre ellos la gobernadora demócrata del estado fronterizo de Arizona, Katie Hobbs).
«No crucen esa línea; albergar y ocultar a migrantes ilegales es un delito grave. No nos pongan a prueba», sentenció.
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