Centenas de las playas de la región nordeste de Brasil que fueron manchadas por el derrame de petróleo en el Atlántico han vuelto a la normalidad, pero el ‘fantasma’ del hidrocarburo derramado todavía asusta a los turistas y victimiza a los pescadores y marisqueros.
EFE
A dos meses de las primeras apariciones de las manchas que recorren los más de 3.000 kilómetros del litoral nordeste, que representa el 40 % de toda la costa brasileña, la actividad turística y pesquera, principal fuente de renta de las personas más humildes, han sido fuertemente golpeadas por el vertido.
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Icónicas y paradisíacas playas como Lençois (Maranhao), Morro de Sao Paulo y Abrolhos (Bahía) y Carneiros (Pernambuco), entre muchas otras, fueron alcanzadas por la pegajosa sustancia y la alerta de una posible contaminación del agua no solo alejó a los bañistas sino que también perjudicó a los pescadores.
PESCADORES SIN TRABAJO NI TURISTAS
La playa de Suape, que administrativamente pertenece al municipio de Cabo de Santo Agostinho, pero que está bien próxima y recibe su nombre por el puerto marítimo de Suape (en Ipojuca), el principal del estado de Pernambuco, siempre se caracterizó por la convivencia entre el turismo y la actividad de pescadores y marisqueros.
En Suape, no han vuelto más manchas de petróleo por el momento, pero el desastre ecológico ha dejado quioscos cerrados, mesas y parasoles desiertos, lanchas pesqueras y de paseo atracadas en muelles y los bolsillos de los pequeños comerciantes y ambulantes vacíos, que junto a pescadores y marisqueros, todos los días van hasta la playa a la espera de sus clientes.
“La parte de la pesca fue muy afectada porque las personas no quieren comprar el pescado” y “el turismo ha caído un 50 %”, relata a Efe Ademar Senna, un pescador y barquero turístico, quien lamentó el incumplimiento, hasta ahora, de las promesas de auxilios del Gobierno Federal.
Senna, de 39 años, afirma que “no ha llegado ninguna ayuda para los pescadores” y que “muchas personas están con los congeladores llenos de pescado sin vender nada.
“No llegó ni un centavito para los pescadores. Tampoco las personas están consumiendo mariscos”, añadió.
Una embarcación pesquera, que sale en las mañanas para altamar y regresa al día siguiente en el mismo horario, recoge semanalmente unos 300 kilos de pescado, pero las ventas no llegan a diez kilos, como relatan los pescadores de Suape.
Pescadores como Senna aseguran que el área que fue más impactada por el crudo fueron los manglares y los estuarios, “que están siendo limpiados”, pero que los peces en altamar siempre se alejaron de las capas de petróleo que avanzaban hacia las playas. “Ni los peces ni los cangrejos se alimentan de petróleo”, aseveró.
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Marcos Conrado, dueño de embarcación pesquera y de una pescadería, dijo a Efe que en Suape y sus alrededores entre 600 y 700 personas viven gracias a la venta de pescado y mariscos.
“Algunos reciben el subsidio para la langosta, pero nosotros todavía no”, lamentó el comerciante de 51 años.
RESPONSABILIDAD DEL DESASTRE
La Policía Federal informó el viernes que investiga a un buque de bandera griega, que se dirigía a Singapur cargado con petróleo venezolano, como el principal sospechoso del derramamiento del vertido.
Según el más reciente reporte del Instituto Brasileño del Medio Ambiente y los Recursos Naturales Renovables (Ibama, regulador), el petróleo derramado ha alcanzado 296 playas de 101 municipios de los nueve estados del nordeste.
En total, 109 animales han sido encontrados con vestigios de crudo, de los cuales 28 fueron rescatados con vida y 81 murieron, en su gran mayoría tortugas marinas.
Los Gobiernos regionales han reportado la recolección y descarte de 4.600 toneladas de petróleo y residuos.
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