En Blumenau, una colonia de inmigrantes alemanes en el sur de Brasil, es más fácil ver araucarias que palmeras. Lejos del cliché tropical, los habitantes de esta ciudad del estado de Santa Catarina, con su Oktoberfest, sus inviernos frescos y el aire europeo de las calles, hasta hace poco no sabían lo que era convivir con el fantasma del dengue, una enfermedad de latitudes más calurosas. Pero en el último año la ciudad vive una epidemia, igual que otras, como Joinville o la propia Florianópolis, la capital del estado, donde el temor al mosquito Aedes aegypti, principal vector de transmisión, hasta no hace mucho tiempo sonaba a algo exótico.
Las abundantes lluvias del último año y el aumento de las temperaturas han hecho que Brasil viva una explosión de casos de dengue. Según los datos más recientes del ministerio de Salud, de mediados de diciembre, en lo que va de año se detectaron 1,4 millones de casos probables en todo el país, un 168% más que en 2021. La enfermedad acabó con la vida de 980 personas, el peor dato en seis años, y si las proyecciones se confirman, este año Brasil podría superar los mil muertos, algo que no pasaba desde los años 80, cuando la enfermedad “reapareció” y empezó a ser más frecuente.
Fiebre repentina, dolores musculares en las articulaciones y manchas por el cuerpo son los síntomas más comunes para una enfermedad que aún no tiene tratamiento y que en sus variantes más graves, como el dengue hemorrágico, puede provocar la muerte. En el último año, la mayoría de casos se concentra en la región sur y centro-oeste, nuevas fronteras para una patología que está avanzando hacia zonas más templadas de la mano del cambio climático, como explica por teléfono Cláudia Codeço, coordinadora de Infodengue, un sistema de alertas impulsado por la Fundación Oswaldo Cruz y la Fundación Getúlio Vargas y apoyado por el ministerio de Salud: “Vemos una expansión a estados del sur que no tenían historial de dengue, como Santa Catarina y Rio Grande do Sul. Es muy preocupante porque llega a municipios sin experiencia y con una población totalmente susceptible”.
En Blumenau, como en otras ciudades del sur, las autoridades locales están improvisando a toda prisa centros de atención y campañas de concienciación para que la población no deje agua estancada en patios y jardines que faciliten la reproducción de los mosquitos. El verano acaba de empezar y la tendencia es a empeorar, como asumía hace poco el secretario de Salud de la ciudad, Marcelo Lanzarin. “Las temperaturas elevadas del verano y las lluvias pueden hacer que los huevos contaminados de los mosquitos de febrero, marzo y abril puedan eclosionar ahora. Tenemos que estar atentos”, decía el mes pasado a la prensa local.
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