Los talibanes están a pocos días de desvelar la composición de su nuevo Gobierno que tendrá que hacer frente a una galopante crisis económica que se cierne sobre el país
Alicia Alamillos | El Confidencial
Miles de personas hacen cola de más de tres horas frente a los cajeros automáticos de Kabul, bajo la atenta mirada y el tembloroso cañón de las armas largas de los milicianos talibanes que patrullan las calles. Los bancos han recibido órdenes de solo permitir sacar unos pocos billetes a cada persona, el primer ‘corralito’ talibán.
Cientos de afganos venden todas sus pertenencias en las calles, desde sábanas a un frigorífico, por unas pocas monedas para poder comer. No hay liquidez en la calle. El afgani, la moneda local, se ha desplomado y la inflación está por las nubes. El precio del azúcar y los huevos se ha multiplicado un 20% en solo una semana, según datos del Banco Central. Los talibanes están a pocos días de desvelar la composición de su nuevo Gobierno —un anuncio que ha tenido que ser pospuesto por discrepancias internas por quién ocupará qué puesto en el nuevo mapa del poder del Emirato talibán—.
Entre sus primeros y más acuciantes retos será hacer frente a una galopante crisis económica —inflación, falta de liquidez, imposibilidad de pagar salarios, colapso de los servicios básicos…— que se cierne sobre el país. Se espera que el PIB de Afganistán se hunda un 10% este año. A la crisis económica se unirá también una «catástrofe humanitaria», según ha advertido el secretario general de Naciones Unidas, António Guterres.
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