La agencia de inteligencia de Bielorrusia detuvo a su marido tras lanzar la campaña «STOP a la cucaracha», en referencia al autoritario presidente, Alexandr Lukashenko. Ahora, Svetlana Tijanóvskaya cree que la única forma de salvarlo es presentando su candidatura en las elecciones presidenciales, según dijo a Efe.
«Seguiré hasta el final. De ello depende la vida de mi marido», comentó a Efe Svetlana, que no ha visto a Serguéi Tijanovski desde que éste fuera detenido a finales de mayo en la ciudad de Grodno.
Svetlana era como muchos bielorrusos hija de la indiferencia política. De hecho, aún insiste en que no le interesa la política y que sólo decidió postular después de que la Comisión Electoral Central (CEC) rechazara la solicitud de su marido, un empresario reconvertido en el bloguero más popular del país.
«Fue una decisión espontánea. Yo sólo quería ayudarle. Me presenté y lo liberaron, pero es que unos pocos días después lo volvieron a detener. Pensaron que conmigo como candidata dejaríamos de recibir firmas, pero fue todo lo contrario», afirmó.
Tijanovski, que vio el lunes prolongada su estancia cautelar en prisión hasta el 8 de agosto -la víspera de las elecciones presidenciales-, podría ser condenado a varios años de cárcel, ya que durante el incidente que llevó a su detención un policía resultó herido.
«Ahora sí que no puedo rendirme. Temo que si abandono nadie nos apoyará y lo encerrarán durante mucho tiempo. A mí lo único que me importa es Serguéi», asegura, en alusión al KGB, sobre el que pesa la sospecha de la desaparición de varios rivales del presidente.
Su coraje ya ha recibido respuesta, ya que la Unión Europea (UE) pidió hoy la inmediata liberación de Tijanovski y otros activistas al considerar infundados los cargos de grave alteración de orden público y uso de la violencia contra un efectivo de un órgano del Ministerio del Interior anunciados por el Comité de Instrucción.
SU MARIDO, UN POPULAR BLOGUERO
Candidata a su pesar, cree que la animadversión del presidente por su marido tiene que ver con el gran apoyo con el que cuenta entre la gente común, teórico granero electoral de Lukashenko, que se proclama un hombre del pueblo y enemigo de la oligarquía empresarial.
«Vivíamos tranquilos. Pero de un día para otro decidió grabar lo que pasa en el país. La gente se le acercaba a contarle los problemas cotidianos, las injusticias y las arbitrariedades de la burocracia», señala.
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Así nació el canal de Youtube «Un país para la vida», que convirtió a Serguéi en una de las figuras más populares del país.
«Nadie se había interesado nunca por los problemas de los bielorrusos. Además, Serguéi es muy carismático. La gente está harta y lo ve como un confidente. Él sólo escucha, no puede solucionarlo todo, pero para muchos eso ya es mucho», explica.
EL MACHISMO DE LUKASHENKO
Serguéi «no tenía planes» de dedicarse a la política, destaca, pero como era tan popular sus partidarios le animaron a presentar su candidatura.
Lukashenko, en el poder desde 1994, no está dispuesto a dejar ni un cabo suelto para salir reelegido el 9 de agosto.
Después de eliminar de la carrera electoral a Serguéi, ahora la ha tomado con Svetlana
«En Bielorrusia nadie votará por su mujer. Nuestra Constitución no está hecha a medida de una mujer. Nuestra sociedad no ha madurado para votar por una mujer (…), el presidente tiene un poder fuerte», dijo Lukashenko, un estalinista convencido.
Svetlana no se lo toma a pecho: «No conozco a Lukashenko. Sólo sé que en las redes sociales dicen que tiene miedo y que está nervioso»
CORONAVIRUS, DETONANTE DEL DESCONTENTO
Cree que la pandemia del coronavirus ha tenido mucho que ver con el estallido de descontento entre los bielorrusos, ya que Lukashenko insistió en que «ni una sola persona» había muerto de coronavirus y acusó a Occidente de ser presa de una «psicosis colectiva».
«La gente no se enfadó por el hecho de que no nos confinaran como en otros países. Muchos incluso lo aceptaron, porque entienden que la economía no puede parar. Lo que les indignó es que Lukashenko nunca reconociera la existencia de la epidemia», explica.
Calcula que sus partidarios han recogido ya más de 50.000 firmas, la mitad de las necesarias para inscribirse como aspirante, aunque después aún hay que registrar la candidatura
«Si llegamos a las 100.000 firmas, seguiremos adelante, aunque es verdad que podemos tener problemas con la comisión electoral. Es algo muy probable», admite.
Svetlana cree que en esta ocasión sí que hay «una alternativa» al considerado durante muchos años «último dictador de Europa», ya que, por vez primera, también se presentan varios candidatos vinculados en el pasado al régimen.
«Yo creo que puede haber una lucha real. Los candidatos están en boca de todo el mundo, pero el problema es que la gente no sabe si merece la pena votar, ya que no cree que en Bielorrusia sea posible celebrar unas elecciones democráticas», resalta.
Como ejemplo, afirma que entre los bielorrusos ha cundido un dicho, originalmente utilizado por Iósif Stalin pero ahora heredado por la temida presidenta de la comisión electoral bielorrusa, Lidia Yermóshina, en el cargo desde 1996.
«No importa cómo se vota, sino cómo se cuentan los votos», sentencia.
EFE
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