Iván Duque ha intentado lanzar este lunes un mensaje de fuerza. El presidente de Colombia, en una alocución dirigida a la nación, anunció que la policía y el Ejército tratarán de desbloquear las carreteras que desde hace veinte días permanecen obstruidas por las protestas contra el Gobierno. “Hay un claro interés criminal de afectar y sabotear la economía y el desarrollo de muchísimas poblaciones”, dijo Duque.
“La operación se iniciará de inmediato. El país no puede estar bloqueado”, añade una fuente del Gobierno. El presidente aseguró que ha coordinado todo el operativo con alcaldes y gobernadores de las regiones y ha pedido que el uso de la fuerza sea proporcional. Su Gobierno ha recibido muchas críticas por la represión policial durante las manifestaciones, donde han muerto 42 personas. Tres agentes han sido detenidos por homicidio y otros 10 están siendo investigados por casos similares.
Esta decisión supone un nuevo nudo a la estrategia del presidente Duque para recuperar el control del país. Por un lado se abrió a negociar a los 15 días de bloqueo con los líderes del paro -centrales obreras y estudiantes-, un gesto nada menor. Hasta ese momento él hablaba de dialogar con ellos, pero no les daba la posibilidad de que fuera una conversación de tú a tú. Sin embargo aceptó y arrancó hace dos días unas negociaciones con la ONU y la Iglesia como mediadores. Las dos primeras jornadas de conversaciones fueron de aproximación entre las partes. A ese ritmo da la sensación de que el asunto va para largo.
Mientras con una mano negocia, con la otra trata de recuperar esas vías a la fuerza. “Hemos visto bloqueos en carreteras que han afectado a millones de ciudadanos, a millones de campesinos que no han podido sacar sus productos. Hemos visto la afectación a millones de colombianos en su movilidad. Hemos visto la afectación para la circulación de alimentos, desabastecimiento en ciudades enteras”, explicó. A continuación repitió que esa obstrucción de 36 carreteras es ilegal y que no pueden durar un minuto más.
La protesta que inició el 28 de abril por una reforma fiscal que suponía una subida de impuestos se ha alargado más allá de lo imaginable. Ni en sus peores pesadillas Duque contemplaba un escenario en el que tuviera que retirar la reforma, dejar caer al ministro que la había promulgado y tener semibloqueado el país tres semanas más tarde. Así ha ocurrido. Por el camino su credibilidad internacional ha sufrido un deterioro por las imágenes en las que se ven a los policías disparando contra los manifestantes. Ciudades como Bogotá están repletas de pintadas contra los uniformados: “Tombos asesinos”. Los agentes también han sufrido la cólera de atacantes que han quemado autobuses, bancos y comisarías. Según datos oficiales, hay un policía muerto y más de 800 heridos.
La región del Cauca, de difícil acceso, marcada por la violencia, el tráfico de droga y la guerrilla, es la más afectada por los cortes de carretera. Ahí se han vivido los choques más intensos entre manifestantes y policías. En Cali, ciudad donde ha habido saqueos y disturbios por la ausencia de autoridad en las calles, se vivieron escenas de guerra urbana cuando las autoridades entraron a barrios rodeados de retenes. En esos enfrentamientos murieron al menos cuatro jóvenes. Días más tarde el suicidio de una manifestante que aseguró haber sido agredida sexualmente por policías antidisturbios degeneró en una noche violenta en Popayán. Un estudiante murió golpeado por un arma de defensa de la policía, según las organizaciones de derechos humanos. Ahora esos choques se han trasladado a Yumbo, en el Valle, donde se cuenta al menos un muerto. “Hay 14 heridos por arma de fuego y cinco por armas punzantes. También seis policías heridos”, cuenta una fuente policial.
Duque puede negociar con los sindicatos y levantar retenes, eso está dentro de sus posibilidades. Sin embargo, apagar la llama del descontento no va a ser fácil. El sábado cientos de miles de personas marcharon por todo el país de forma pacífica. Hay quienes ven en este estallido social una primavera democrática que viene andando desde los acuerdos de paz con las FARC, que desmovilizó a 13.000 guerrilleros. Los jóvenes han desarrollado alergia al estatu quo, a la autoridad, presente y pasada. En Bogotá unos muchachos intentaron derribar una estatua ecuestre de Simón Bolívar, héroe de la patria. No lo consiguieron, pero el gesto está cargado de un enorme poder simbólico.
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