La noche del 2 de diciembre de 2018 fue la última vez que vieron con vida a Jesús Ramón Martínez Delgado.
Por BBC
Estaba en su negocio en Hermosillo, México, cuando dos policías que llegaron en una patrulla lo subieron en una camioneta que los seguía.
Su madre, Cecilia Delgado, comenzó entonces una búsqueda sin descanso. Primero por hospitales, cárceles, municipios cercanos. Después, en fosas clandestinas, donde lo encontró tras dos años de buscarlo sin descanso.
Su historia es un relato del horror que viven miles y miles de familias en México, donde suman ya más de 83.550 desaparecidos.
BBC Mundo contactó a la fiscalía del estado de Sonora. La vocera dijo que no puede dar mucha información porque es un caso en investigación. Pero la fiscal del estado, Claudia Indira Contreras, ha prometido justicia a Delgado y castigar «a quien sea que resulte culpable».
Esta es la historia de Cecilia Delgado contada en primera persona
Cuando mi hijo desapareció le prometí que lo iba a encontrar.
«Hijo, te prometo que te voy a regresar a casa. Te lo prometo, hijo de mi alma. Así me tarde toda una vida, así te tenga que buscar en el infierno», le dije.
Después de dos años cumplí mi promesa. No como yo quería, pero lo encontré.
Todavía cierro mis ojos y lo veo en esas condiciones en las que estaba. No se lo merecía.
La noche de su desaparición, Jesús Ramón estaba con un amigo en su negocio, un expendio de cervezas, cuando llegaron una patrulla estatal y otra camioneta, una Chevrolet Silverado blanca con doble cabina.
Además del video de la cámara CCTV hay testigos de que dos policías lo subieron a la camioneta blanca y se lo llevaron. Nadie volvió a verlo vivo.
En la policía estatal me dijeron que me iban ayudar, que me iban a regresar a mi hijo. Me pidieron que me fuera y aseguraron que me iban a llamar. Jamás lo hicieron.
Tuve que encontrar a mi hijo yo sola porque ellos no hicieron su trabajo.
Mi hijo tenía 34 años cuando se lo llevaron. Era muy alegre, le encantaba la música, bailar, cantar. Me llamaba «mi reina», siempre me decía que me amaba y me lo demostraba.
Dejó tres hijos. La más pequeña tiene apenas 5 años. Es la que más sufre por la ausencia de su padre. «Abuela, ¿por qué te tardaste tanto en encontrar a mi papá?», me pregunta llorando sin consuelo. Es algo que me duele en el alma.
Muerta en vida
Que un hijo desaparezca es lo más terrible que le puede pasar a una madre.
Me robaron todo. Me dejaron muerta en vida.
Esos dos años fueron el infierno. Siempre pensando: «¿Dónde estará, estará comiendo, lo matarían, qué le harían?». Es un dolor inimaginable que me carcome por dentro. Nunca jamás en la vida pensé que existiera tanto dolor.
En las noches, en la soledad y la oscuridad, la incertidumbre pega todavía más.
Todavía voy caminando y siento que es solo el cuero, porque yo ya estoy muerta por dentro. Yo estoy muerta.
Perdí las ilusiones de todo, las ganas de vivir. Solo me movía el saber que si yo no buscaba a mi hijo, nadie lo iba a hacer. Que si yo moría, nadie lo iba a encontrar.
Empecé a buscarlo por hospitales, cárceles, en muchos de los municipios de Sonora.
Luego empecé a excavar fosas clandestinas. Aunque en mi corazón siempre desee que estuviera vivo. Y se lo pedía a dios.
Me uní a un par de colectivos que excavan fosas clandestinas. Y luego, fundé el mío, Buscadoras por la Paz Sonora.
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