Desde hace más de 10 años el sacerdote Andrés Tirado dice que debe luchar contra demonios y espíritus malignos que se aparecen en sus sueños. Su figura empieza a caminar por sectores llenos de niebla, luego empieza a correr por enramadas y es allí donde recibe el ataque de una entidad que intenta apoderarse de su cuerpo.
Por Cristian Ávila Jiménez | EL TIEMPO
En las noches frías de Bogotá el padre siente cuando se posan sobre su cuerpo al punto de asfixiarlo y, al otro día, se levanta con marcas y rasguños en su cuello. Quizá en esos sueños ha tenido suerte, pues en otras oportunidades, cuenta, es despertado con agresividad en la madrugada y termina rebotando contra una pared de su habitación.
Las persecuciones las empezó a sentir desde que hace liberaciones y exorcismos con la comunidad Iglesia Católica Apostólica Antigua a la que ingresó en el 2000 y en la cual se ordenó como Obispo en 2013.
Los días en la casa en Bogotá donde se dedica a hacer las liberaciones pueden convertirse en histerias. Hay personas que con solo entrar a esa vivienda de dos pisos empiezan a alterar su comportamiento y otros que al comenzar el exorcismo ríen con desespero y cambian su voz.
Sentado en una habitación llena de imágenes religiosas, crucifijos de Jesús y libros sobre exorcismos, Tirado cuenta que también pensaba que las posesiones eran simplemente locura de las personas, pero desde su primera experiencia notó que había algo más allá, y que el demonio y la brujería no eran un cuento.
Cuando estaba en el seminario de la Iglesia Católica Romana, en los años 90, algunas personas se le acercaban para pedirle oraciones y entre ellas llegó Margarita, una mujer de 40 años a quien persignó, como era habitual, pero un decálogo de groserías lo desestabilizó.
-En el nombre del Espíritu Santo, ¿cómo te llamas?
Una voz gruesa respondió:
-Soy Mauricio.
Asustado durante todo el día, Tirado empezó a indagar las razones por las cuales le respondieron así y, de nuevo, la familia de Margarita desesperada por la agresividad que la mujer reflejaba en su casa buscó ayuda con el seminarista para que les colaborara con otra oración.
-¿Cómo se llama?
-Mauricio
De nuevo Margarita lucía una actitud de histeria ante Tirado, quien en ese momento ya había investigado lo que era un exorcismo y decidió seguir preguntándole al cuerpo qué estaba pasando.
-¿Qué hace ahí?
-Me mandaron.
-¿A qué lo mandaron?
-A destruirla.
-¿Por qué no se va?
-No me dejan, estoy enterrado. Hicieron un ritual y estoy metido en un frasco de una tumba.
La curiosidad de Tirado pudo más que el miedo que sentía y decidió ir a la tumba en el sur de Bogotá que la entidad llamada Mauricio le dijo tras entablar el diálogo. Allí, con ayuda de un sepulturero, escarbó en la tierra y empezó a sentir escalofrío cuando vio un frasco, el cual desenterró, limpió y botó sin pensarlo.
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