Corea del Sur fue uno de los primeros países en ser afectados por la pandemia del nuevo coronavirus. A finales de febrero y principios de marzo, llegó a registrar más de 800 casos por día, cifra que lo convirtió en la nación con la segunda mayor cifra a nivel global, solo después de China.
Sin embargo, un crecimiento que podría haber continuado por una curva exponencial fue rápidamente sofocado. La mayoría de los poco más de 14.000 casos y 299 muertes tuvieron en ese momento y, para mediados del mes, el país ya había llevado la cifra de transmisiones vuelta a los dos dígitos. Salvando contadas excepciones, se ha mantenido en esos niveles desde entonces.
La estrategia de rastreo implementada en Corea del Sur ha jugado un rol fundamental en el éxito del país a la hora de contener la pandemia. De hecho, las autoridades nunca implementaron medidas de confinamiento a nivel nacional o regional, cuyos resultados han variado considerablemente dependiendo del país en el que fue implementada.
En contraste con las cuarentenas abarcativas, los rastreadores surcoreanos se enfocan en los posibles focos y trabajan para contenerlos mientras el resto del país continúa con sus actividades habituales. El mayor de ellos afectó a miembros de una secta que prometía la vida eterna a sus adeptos. Pero también fue mitigado poco después.
Kwon Donghyok, el subdirector científico del Centro de Control de Enfermedades del país, dijo en una entrevista con Japan Times que su equipo “comienza el trabajo cuando existe la chance de una transmisión a gran escala”.
“Nuestro principal trabajo es encontrar los contactos que ha tenido la persona para evitar un gran brote. Encontrar estos potenciales contactos e investigar la causa de la infección están en el centro de nuestro trabajo”, agregó.
La eficiencia del trabajo ha hecho que la cantidad de potenciales brotes investigados haya pasado de alrededor de una docena por semana a seis en los últimos siete días.
El éxito de la estrategia no está circunscrito a las cifras de casos. Corea del Sur también tiene una tasa de infección del 8 por ciento. Las autoridades atribuyen las auspiciosas cifras a la experiencia que les dio el haber lidiado con una situación similar en el pasado, algo que no sucedió con la mayoría de las otras naciones.
En concreto, se refieren al brote del Síndrome Respiratorio de Medio Oriente (MERS, por sus siglas en inglés, otro coronavirus) que tuvo lugar en 2015. En términos nominales, la enfermedad no tuvo un impacto masivo: en total se registraron 186 casos y 36 muertes. Además, casi 7.000 personas llegaron a estar en cuarentena durante el pico del brote.
Pero las acciones realizadas dejaron al país en una posición que, ante el brote del nuevo coronavirus, le permitió no tener que desplegar una estrategia que ya había sido diseñada y mostrado resultados positivos en el pasado.
Además, la cantidad de epidemiólogos con la que cuenta el Centro de Control de Enfermedades surcoreano desde el 2015 creció de dos a alrededor de 100. Durante un posible brote, varios de ellos dejan sus trabajos diarios para pasar a formar parte del equipo de respuesta inmediata.
Otros países han implementado estrategias de rastreo. Entre ellos se cuentan Alemania y Taiwán, que también han logrado contener mayormente a la enfermedad. No obstante, en otros territorios -como India o Australia- hacerlo ha presentado mayores desafíos.
Jung Ki-suck, ex director del Centro de Control de Enfermedades de Corea y actual profesor, le dijo al medio japonés que “la fortaleza clave del país yace en su habilidad de llevar a cabo una investigación epidemiológica exhaustiva de cada paciente”.
“La investigación nunca ha sido tan importante como ahora. Nos ayuda a reducir el tamaño de los brotes y hasta prevenir que otros nuevos sucedan”, expresó. No obstante, el plan surcoreano cuenta con una característica que tal vez resulte difícil de replicar en otros países: la existencia de numerosas cámaras de seguridad que permiten identificar posibles contactos.
Este no es el caso en numerosos países, ya sea por imposibilidades económicas -países en desarrollo- o preocupaciones por la eventual invasión de la privacidad individual, un asunto que tiene mayor relevancia en las naciones occidentales.
“Otros países simplemente no tienen la capacidad de llevar a cabo estas investigaciones”, dijo Yung. “Teníamos un número de casos menor al de otros países. Pero, más importante que ello es que la gente no tenía inconvenientes con que se infringiera su privacidad en pos del interés público. Permitieron las investigaciones exhaustivas, algo que es inimaginable en países occidentales”, agregó.
Las autoridades indicaron que esperan dos posibles brotes: uno entre trabajadores de la construcción que vuelven de Irak, donde el virus se ha esparcido ampliamente; y otro en un barco ruso anclado en un puerto surcoreano. Pese a que serían casos importados, remarcaron la importancia de contenerlos lo más rápido posible.
“Todas las infecciones masivas ocurrieron en un abrir y cerrar de ojos. Si dejamos que se nos escape un detalle, vamos a experimentar un rebrote”, concluyó Kwon.
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