En tan solo cuatro meses que tiene reabierta la Unidad de Oncología del Hospital Erasmo Meoz de Cúcuta, Norte de Santander, a esta ciudad arriban al mes un promedio de 15 a 20 niños, niñas y adolescentes provenientes de Venezuela en búsqueda de atención a su condición de salud. Allí comienza una odisea para lograr acceder a la red de atención pública. Muchos fallecen en el proceso.
Anggy Polanco & Luz Dary Depablos // La Patilla
María Consuelo Medina, coordinadora administrativa y asistencial de la parte de oncología del hospital, quien observa la fase inicial y terminal en los pacientes, también ve de cerca las dificultades a las que se enfrenta la población venezolana.
Medina describe que los niños, niñas y adolescentes llegan en condiciones bastante lamentables, ya que en Venezuela no cuentan con la tecnología de radioterapias y no consiguen el equipo de radiación en ninguna parte.
“Los medicamentos de quimioterapia los están consiguiendo vencidos, dañados o no consiguen. Entonces llegan aquí en una fase terrible, prácticamente con metástasis a nivel general, en situación lamentable tanto nutricional, socioeconómica y familiar”, explica.
El Hospital Erasmo Meoz no tenía activa el área de oncología pediátrica desde 2017, y fue hasta mediados de julio de 2021 cuando volvió abrir esta importante área. ” Y fue como si se hubiera enterado media Venezuela”, relató María Consuelo Medina.
Los casos aumentaron drásticamente, al punto de recibir entre 15 y 20 pacientes por mes, los cuales llegan en condiciones bastantes avanzadas, por lo que las autoridades han referido a Bogotá a 6 niños con diagnósticos paliativos, donde ya no hay nada que hacer.
Los pacientes llegan tarde a buscar atención en Cúcuta con sus familiares, principalmente por el obstáculo que representa el costo económico de movilizarse desde el centro y oriente de Venezuela a la frontera. Cruzar los puentes internacionales o, en el peor de los casos, pasar por las trochas, implica mucho dinero con el que no cuentan. Además, existe una enorme incertidumbre por la serie de trámites para lo cual deben pagar en moneda colombiana. Muchos ni siquiera cuentan con un pasaporte para poder legalizarse en el país.
Tratamientos costosos
Los recursos también se agotan en el nosocomio, el más grande del departamento, porque la demanda de pacientes venezolanos sobrepasa a la población local. El 95 % de las personas que acuden en búsqueda de atención médica son venezolanas. De 100 mujeres que llegan para dar a luz, 99 son mujeres venezolanas y una es colombiana, dice la trabajadora de la salud.
“Los tratamientos no son nada económicos. Estamos tocando fondo en ese sentido, y por eso es importante que haya un responsable por cada uno de los usuarios”, expone.
Por esa razón, la coordinadora del área oncología pediátrica recomienda que es importante que los venezolanos busquen la regularización y se afilien a una Entidad Promotora de Salud (EPS), se acerquen al Instituto Departamental de Salud para que se afilien a un servicio de salud, y que la empresa pueda cumplir con el hospital. Es un proceso que puede durar de dos a tres meses, mientras en ese lapso el cáncer avanza en los niños.
Una terrible espera
En el último trimestre, solo en este centro de salud han fallecido cuatro niños venezolanos de entre 2 y 7 años, provenientes de diversas regiones de Venezuela, tras arribar en condiciones de salud muy críticas. Pues María Consuelo los ha visto llegar con masas muy grandes que les dificulta respirar, anemias terribles y procesos infecciosos asociados a la leucemia. Los casos de muerte podrían ser mayores en toda la región.
En los adultos, la tasa de mortalidad de pacientes oncológicos es más elevada, dado que están en fase terminal y presentan comorbilidades. A diferencia de los niños con cáncer, los adultos tienen menos esperanza de vida.
Los infantes venezolanos con cualquier patología que cuenten con una EPS bajo un sistema subsidiado, la red de salud pública les cubre todos los tratamientos, quimioterapia, radioterapia, traslados, hogar de paso, viáticos del viaje, todo depende de la patología y la decisión de la junta médica. Si la familia está bajo un régimen contributivo, deben hacer un aporte económico.
Sin embargo, a raíz de la alta demanda, tanto el sistema subsidiado como contributivo, se demoran los tratamientos y la oportunidad de atención se va dilatando.
Incluso, el drama de los venezolanos que guardan la esperanza de atender su patología en Colombia, se ven inmerso en grupos que los extorsionan y los engañan, ofreciéndoles falsas promesas sobre la facilidad de acceder a la salud, y al llegar allí, se consiguen con una realidad totalmente distinta.
La niña que se salvó
De forma inesperada la migración tocó las puertas de la Fundación Soñar Niños con Cáncer, ubicada en Cúcuta, Norte de Santander. Fue a mediados de 2017 cuando la fundación comenzó a asistir a infantes venezolanos que llegaban con patologías oncológicas.
El primer caso que recibió Soñar fue el de la niña Karla, de padres migrantes colombo-venezolanos, provenientes de Mérida. Karla arribó a Cúcuta tras permanecer en condiciones complicadas en el Hospital Universitario de Mérida, al sufrir una leucemia linfoide aguda y una lesión terrible en un brazo por una inyección mal inoculada, relata Pilar Serrano, representante legal de la Fundación Soñar.
La niña estuvo 67 días aislada en el Hospital Erasmo Meoz, gracias a que sus padres tenían toda la oportunidad y derecho de recibir el tratamiento. En la actualidad, Karla es una niña en remisión, vital y activa, radicada en la capital del departamento Norte de Santander.
Luego de este caso, fueron llegando cada vez más niños en busca de ayuda para tratar diversos tipos de cáncer, pero no todos los pacientes pediátricos que llegan por atención médica son aptos para recibir tratamientos en centros asistenciales públicos en Colombia, por carencia de documentos de regularización migratoria en el país.
“Si eran colombo-venezolanos, tenían toda la oportunidad de estar aquí apoyados por el Estado, incluidos dentro del sistema de salud colombiano, pero si eran niños netamente venezolanos de padres y madre venezolanos, las oportunidades eran casi nulas”, narra Pilar Serrano.
Trámites complicados
La directora de la Fundación Soñar recuerda que tuvo a varios niños junto a sus padres solicitando ayuda, pero no pudieron ser recibidos en el hospital, en vista de que sin la regularización, los médicos no pueden suministrarles los tratamientos, porque no hay quién pague por los niños venezolanos en Colombia.
“Logramos que se fueran para otros lugares del mundo como Italia y Argentina, en donde hay dos de esos niños que aquí no se pudieron recibir”, cuenta.
Con nostalgia, la miembro de la Fundación Soñar rememora que luego llegó Viky, y después no cesaban de llegar más niños. Sin embargo, siendo el Hospital Erasmo Meoz de la red pública, se ha sensibilizado con la crisis migratoria y en la actualidad hay 10 niños con cáncer provenientes de Venezuela con padres colombo-venezolanos.
También hay dos niños venezolanos, que lograron acceder a los tratamientos de quimioterapia mediante tutela, es decir, por la orden de un tribunal. El gobierno colombiano al otorgar beneficios a la población migrante que está en Cúcuta con el Permiso Especial de Permanencia o bajo asilo y adscritos a una EPS, ya se ha comenzado a flexibilizar el acceso a la salud.
Otras familias han solicitado al gobierno mediante tutelas que les den el tratamiento a los niños con cáncer, lo cual es un proceso extenso y complicado, y a lo largo de ese proceso los niños fallecen en la espera, detalla la representante de la Fundación Soñar. Y los pocos casos que lo logran, solo reciben atención de soporte para que no mueran.
Analiza que si fuera tan sencillo acceder a los tratamientos por tutela, colapsaría la red pública con la atención de la población migrante. Los pacientes venezolanos que llegan a urgencias del Hospital Erasmo Meoz solo son atendidos si traen una emergencia vital. Los venezolanos que lleguen con enfermedades crónicas o cirugías programadas, no son recibidos.
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