Los chilenos acudían desde tempranas horas del domingo a los centros de votación para decidir si quieren una nueva Constitución y cómo se redactará, con mascarillas y guardando la distancia, debido a las restricciones para enfrentar la pandemia en uno de los países más golpeados por el coronavirus.
Reuters
El acuerdo político para abrir la puerta a una nueva carta magna surgió tras una ola de protestas del año pasado, a veces violentas, originadas en reclamos que van desde críticas al sistema capitalista hasta mejorar condiciones en salud y educación.
El sufragio y todo lo que podría desencadenar tiene un fuerte componente simbólico pues es visto como un final definitivo de la Constitución de 1980, redactada a puertas cerradas durante la dictadura de Augusto Pinochet.
Más de 14,8 millones de personas, entre chilenos y unos 380.000 extranjeros residentes, podrán votar en 2.715 locales a lo largo del país.
Tras posponerse en abril debido a la propagación del COVID-19, las autoridades decidieron llevar adelante el plebiscito bajo estrictos protocolos sanitarios.
Todos los centros de votación en el centro de la capital fueron desinfectados y preparados con superficies antivirales de cobre para disminuir los riesgos de contagios, en momentos en que el país ya superó los 500.000 contagios y se acerca a 14.000 fallecidos.
El sistema de transporte público amplió sus horarios y será gratuito para facilitar el desplazamiento de las personas hacia los centros de votación.
El toque de queda nocturno vigente para contrarrestar la propagación del virus también se aplazó para que la gente pueda volver a sus casas.
La autoridad electoral informó previamente que en torno a las 20.00 hora local (2300 GMT) anunciaría el resultado de la votación de chilenos en el exterior y una hora más tarde entregaría el primer boletín oficial de mesas locales.
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