De enero a septiembre de 2023, el Observatorio Digital de Femicidios del Centro de Justicia y Paz (Cepaz) documentó, a través de los registros publicados por los medios de comunicación, 201 casos de femicidios consumados y 107 casos de femicidios en grado de frustración en Venezuela. Al sumar los femicidios frustrados y los consumados, tenemos que en este periodo hubo un total de 308 acciones femicidas, es decir una acción femicida cada 21 horas.
Sumados, 66 niños, niñas y adolescentes han quedado huérfanos a consecuencia de la muerte violenta de sus madres. En 14 de los casos, 18 niñas, niños y adolescentes presenciaron la muerta violenta de sus madres. En dos casos, también presenciaron el suicidio del padre luego de haber cometido el femicidio de la madre.
Edades de las víctimas
El 9,5% de las víctimas de femicidio consumado eran niñas menores de 11 años y el 4,5% eran menores de 1 año. El femicidio infantil es el asesinato de una niña hasta los 11 años de edad cometido por un hombre en el contexto de una relación de responsabilidad, confianza o poder que le otorga su situación adulta sobre la minoría de edad de la niña.
En el 8,5% de los casos se trata de adolescentes, de 12 a 17 años. El 41,3% de las víctimas se encuentran en edades comprendidas entre 19 y 45 años de edad. En el 6% de los registros tenemos a mujeres de la tercera edad avanzada, es decir, de 70 a 86 años de edad.
Ámbito de ocurrencia y estados con mayor número de casos
Las casas de habitación, que son considerados los lugares más seguros, fueron el ámbito de ocurrencia de 95 de los 201 femicidios consumados, y de 66 de los 107 femicidios frustrados. Cada 40 horas, en el lapso comprendido entre enero y septiembre de 2023, fue violentamente asesinada una mujer dentro de una casa de habitación. Además, el 60,2% de las víctimas conocía a sus agresores.
Para el periodo enero a septiembre 2023, aparecen como las regiones de Venezuela donde se registraron mayor incidencia de femicidios consumados Miranda con 25 casos; Zulia con 21 casos; Lara con 19 casos y Distrito Capital con 17 casos. Las regiones de Venezuela donde se registraron mayor incidencia de femicidios frustrados fueron Zulia, con 48 casos; Distrito Capital con 28 casos y el estado Bolívar con 17 casos.
Motivación aparente
La motivación se especifica como curso inicial que conduce y sostiene comportamientos dirigidos a obtener una meta o a saciar un menester. Al explorar la aparente motivación del agresor en femicidios consumados, encontramos como datos de interés que el 10,9% de los casos describe escenas de celos o alegatos de infidelidad femenina. Otras variables relevantes son la misoginia, el sentido de superioridad de género y la concepción de las mujeres como posesión. Estas variables se transmiten culturalmente y favorecen la violencia de los hombres hacia las mujeres.
El 8% de las muertes ocurre en medio de violencia obstétrica. La violencia obstétrica se refiere a las prácticas y conductas realizadas por profesionales de la salud a las mujeres durante el embarazo, el parto y el puerperio, en el ámbito público o privado, que por acción u omisión son violentas o pueden ser percibidas como violentas. Incluye actos no apropiados o no consensuados, como episiotomías sin consentimiento, intervenciones dolorosas sin anestesia, obligar a parir en una determinada posición o proveer una medicalización excesiva, innecesaria o iatrogénica que podría generar complicaciones graves. Estamos hablando de una violencia estructural e institucional que emana de una cultura patriarcal que afecta a diversos ámbitos, incluyendo las ciencias médicas. En la relación con las usuarias se establece un trato jerárquico deshumanizador que otorga prioridad y poder a los/las profesionales de la salud por encima de las pacientes.
El 7% de los casos hace referencia a una acción femicida como consecuencia de la decisión de las víctimas de culminar la relación con el agresor. Otro 8% registra femicidios ocurridos en medio de la intervención de las organizaciones criminales. Un 4% de los casos levantados, hace referencia a que la muerte violenta ocurre en medio de ataque o violencia sexual. Un ataque sexual consiste en acceder al cuerpo de la otra persona para una actividad explícitamente sexual, sin consentimiento y mediante la violencia. Su forma más grave es la penetración, pero no la única.
En cuanto a la detención del agresor tenemos que en el 43.3% de los casos están en fuga; el 35.3% fue posteriormente aprehendido y el 9.5% murió en el contexto vinculado a los hechos. En los casos de femicidios en grado de frustración la aprehensión posterior de los ofensores alcanza el 84,9%. Según los reportes noticiosos, 16 ofensores se suicidaron después del hecho.
Relación afectiva entre víctima y agresor
En este monitoreo tratamos también de visualizar el fenómeno del femicidio según la relación entre víctima y victimario en cuatro miradas globales: i) Feminicidio de pareja íntima, ii) Feminicidio de familiares, iii) Feminicidio por otros conocidos y iv) Feminicidio de extraños. Al explorar qué tipo de relación existe entre las víctimas y sus agresores, tenemos que el 28,9% de los casos refiriere vínculos de parejas o ex parejas (con o sin convivencia bajo el mismo techo); el 12,9% eran miembros de la misma familia; y el 10% de los casos se trató conocidos sin relación familiar.
Factores de riesgo
En cuanto a los femicidios consumados en Venezuela, en un 6,5% de las descripciones de casos en el periodo de enero a septiembre de 2023 se observan antecedentes de amenazas o daños físicos; como anuncio verbal o con actos, de la ejecución un daño físico, psicológico, sexual, patrimonial, laboral, con el fin de intimidar a la mujer, tanto en el contexto doméstico como fuera de él.
En un 2 % de los casos aparecen episodios de violencia sexual, definida como toda conducta que vulnere o amenace el derecho de la mujer a decidir voluntaria o libremente su sexualidad, comprendiendo ésta no solamente un acto sexual, sino toda forma de contacto o acceso sexual, genital o no genital, tales como actos lascivos, acceso carnal violento o violación propiamente dicha.
En un 1,5% había antecedentes de acoso u hostigamiento; esto es conducta abusiva y especialmente los comportamientos, palabras, actos gestos, escritos, mensajes electrónicos, dirigidos a perseguir, intimidar, vigilar, chantajear, que atentan contra la estabilidad emocional de una mujer, dignidad, prestigio. Y en otro 1,5% historial de consumo de drogas del agresor.
En 8 de los 201 casos, los ofensores que actuaron eran funcionarios policiales activos para el momento de los hechos. La pertenencia del agresor a las fuerzas de seguridad constituye un factor de riesgo en casos de violencia en el núcleo familiar, ya que tales funcionarios portan armas reglamentarias que podrían ser utilizadas para atacar o intimidar a la víctima.
Comprensión del femicidio como fenómeno social
El femicidio como una forma de violencia extrema contra la mujer responde a un sistema simbólico de patriarcado, que niega los derechos de las mujeres y reproduce el desequilibrio y la inequidad existente entre los sexos. Expresa de forma dramática la desigualdad de relaciones entre lo femenino y lo masculino y muestra una manifestación extrema de dominio, terror, vulnerabilidad social, de exterminio e incluso de impunidad.
En nuestro país, la verdadera comprensión del femicidio, como fenómeno social, se ha visto obstaculizada por la falta de datos estadísticos oficiales, científicamente estructurados y con enfoque social, que podrían revelar la verdadera magnitud de este delito, y facilitar que se actuara coordinadamente en las distintas estructuras del Estado, desde cada esfera de competencia. Esto significa que debería tenerse, y no se tiene, un enfoque integral que vincule a un conjunto de políticas públicas e instituciones de Estado, con una verdadera articulación de alto nivel y sobre todo, valoración y financiamiento público, marcando posición del Estado frente la magnitud y complejidad del problema.
Continuum de violencias
La violencia feminicida es el resultado de contextos y de un continuum de violencias, en donde las mujeres se vuelven cada vez más vulnerables en escenarios que no cuentan ni con garantías de protección por parte del Estado, ni con entornos sociales protectores, que les permitan ejercer con autonomía y en libertad su derecho a la vida. Se suma al silencio, la omisión, la negligencia y la componenda de las autoridades encargadas de prevenir y erradicar estos crímenes, la ceguera de género, sus prejuicios sexistas y misóginos sobre las mujeres, son condiciones propicias para que se den estas agresiones; y es cuando, el Estado o sus instituciones no dan las suficientes garantías de seguridad y protección a las mujeres en ningún espacio, sea público o privado. Cuando existe desigualdad estructural, cultural y legal, la ausencia de políticas democráticas, así como el ambiente ideológico y social machista y misógino, y de normalización de la violencia contra éstas, también se traduce en violación a los derechos humanos.[1]
Desde el Observatorio Digital de Femicidios de Cepaz seguimos insistiendo en la necesidad de visibilizar esta grave problemática, como un aporte para su estudio y comprensión; y para el diseño de programas, tanto preventivos como para la atención y apoyo a las víctimas indirectas de estas muertes violentas y a las sobrevivientes, como por ejemplo, a las niñas y a los niños que quedan huérfanos por el femicidio de sus madres.
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