Los británicos la vieron durante mucho tiempo con desconfianza, pero Camila, el amor de la vida de Carlos con quien se casó tras la muerte de Diana, conquistó poco a poco sus corazones y ahora se convierte en su reina consorte.
AFP
Con el fallecimiento de Isabel II y la llegada al trono del ya anciano príncipe, Camila avanza en el grado real con todos los honores por voluntad de la difunta monarca.
En un mensaje con motivo de los 70 años de su reinado, Isabel II expresó en febrero de 2022 su «deseo sincero» de que Camila «sea conocida como reina consorte» cuando Carlos ascendiese al trono.
Es un gran salto para la que hasta ahora era conocida simplemente como duquesa de Cornualles -optó por no utilizar el título de princesa de Gales para no ofender a nadie-, una plebeya de 75 años que durante mucho tiempo fue considerada sobre todo como la responsable del fin del matrimonio real entre el príncipe y Diana, celebrado en 1981.
Miembro de la alta burguesía de provincias, Camilla Shand conoció al príncipe en 1970 durante un partido de polo. Pese a no pertenecer a la nobleza, la joven se movía en los mismo círculos sociales que Carlos.
Nacida el 17 de julio de 1947, hija del mayor Bruce Shand y de Rosemary Cubitt, ricos terratenientes, fue educada en las mejores escuelas privadas, primero en Londres, después en Francia y Suiza.
A su regreso al Reino Unido, la prensa del corazón le atribuyó relaciones con codiciados solteros como Kevin Burke, hijo de un fabricante de aviones, o Rupert Hambro, miembro de la riquísima familia de banqueros Hambro.
Tiene incluso algún lazo con la familia real: bisnieta de Alice Keppel, una de las amantes del rey Eduardo VII, tatarabuelo de Carlos, Camila habría utilizado esta anécdota para abordar al príncipe en 1970, preguntándole si le «tentaba» seguir los pasos de su antepasado.
Sin «ambición de ser princesa»
Pero su relación fue corta: Carlos entró en la Royal Navy y Camilla, cansada de esperar, se casó con uno de sus admiradores, el mayor Andrew Parker Bowles, con quien tuvo dos hijos.
Unos años después, ella misma animaría al príncipe de Gales a casarse con Diana. Pero, cuando ambos estaban aún casados, reanudaron su relación. La prensa llegó incluso a publicar sus escandalosas conversaciones telefónicas íntimas.
Tras el divorcio de Carlos y Diana, en 1996, Camila, divorciada un año antes, pudo comenzar a aparecer públicamente junto a Carlos. Pero la muerte de la princesa en un accidente automovilístico, en agosto de 1997 en París, volvió a relegarla a la sombra.
Para muchos británicos, era «la otra», que había hecho añicos el cuento de hadas.
Poco a poco sin embargo logró dejar esa imagen, imponiéndose junto al príncipe hasta que en 2005 su situación se consagró con su boda en Windsor en presencia de la reina.
La ceremonia atrajo a una multitud de 20.000 personas que aclamó a la pareja, quien a medida que Isabel II se fue haciendo mayor multiplicó sus viajes y compromisos reales.
«Camila nunca tuvo la ambición de ser princesa, duquesa o reina. Quería simplemente estar junto al príncipe de Gales», afirmaba Penny Junor, biógrafa de Carlos, con motivo del décimo aniversario de su boda en 2015.
Hacerse aceptar por la familia real, y sobre todo por los hijos de Carlos, los príncipes Guillermo y Enrique, no fue fácil.
«Los chicos querían a su madre y sabían lo que ella pensaba de Camila. Pero también podía ver hasta que punto su padre se sentía solo y como esta mujer encendió de nuevo su corazón», agregaba Junor.
Con sentido del humor, simplicidad y desenvoltura fue ganando popularidad y visibilidad al comprometerse con causas como la violencia contra las mujeres o la defensa de los derechos de los animales.
Y muchos acabaron reconociendo el impacto positivo que ha tenido en su marido.
«La gente se da cuenta de que Camila es ideal para Carlos, y ambos trabajan maravillosamente juntos», explicó recientemente a AFP el comentarista real Richard Fitzwilliams.
Si quieres recibir en tu celular esta y otras informaciones descarga Telegram, ingresa al link https://t.me/albertorodnews y dale click a +Unirme.